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- 29/03/2025 00:00
Antes de que se acabe marzo, mes de la mujer, como experto en análisis conductual para perfilación criminal quiero hacer un aporte social y dedicarles este artículo a todas las personas que han sido víctimas y sobrevivientes de violencia de género, a quienes por razones diversas no saben cómo salir de esta gravísima situación y a las que tristemente perdieron la batalla con una boleta de alejamiento en mano.
Les compartiré algunas estadísticas actualizadas: durante 2024, se estima que en todo el mundo hubo 87.000 víctimas de femicidios. Eso implica un total de 137 mujeres a diario. Quince millones de niñas de entre 15 y 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas. Las víctimas de feminicidio en 2024 en América Latina y el Caribe se calculan entre 4.100 a 5.000 personas.
Hay un notorio aumento de violencia en clases sociales altas y medias (56 %) lo que rompe el mito de que solo afecta las clases bajas. Cada 30 minutos se registra un acto de violencia doméstica. En un mes se han presentado 1.599 hechos, lo que se traduce en 53 casos diarios, 2 cada hora y, en Panamá, cada 40 minutos una niña es abusada sexualmente.
El que no exista una certeza de castigo constante, coherente con los hechos y equitativos por este delito, ha provocado que, en muchísimos casos, se llegue a su punto más extremo: la muerte.
La violencia de género puede darse de tres formas: psicológica, verbal y física, siendo en el 90 % de los casos, el orden cronológico exacto en que se presenta. El agresor puede iniciar el ataque de forma psicológica muchísimo antes de levantar una mano; en esta etapa, pueden presentarse incluso abusos como privaciones económicas, manipulación, gaslighting y desacreditaciones, sin embargo, en cualquiera de las tres etapas existen signos claros que pueden ayudar a la víctima a reconocerlas y, sobre todo, a prevenirlas si hay una educación, guía y apoyo.
La violencia de género, además de sus tres formas ya explicadas, presenta también tres etapas que suelen ser cíclicas, o sea que la víctima y el victimario entran en una espiral donde, en el 100 % de los casos, quien sale perdiendo es la víctima.
La etapa inicial es la llamada fase de tensión: Aquí es donde justamente comienza el abuso psicológico, pues el maltratador menosprecia a su pareja o la hace sentir mal consigo misma, la empuja a dudar de sus acciones (gaslighting). Controla lo que hace, con quién sale, con quién habla, qué ropa se pone, qué comprar en el supermercado, la priva económicamente o limita los gastos, la cela constantemente, la espía y sigue casi a diario, cuestiona toda acción, revisa su celular, exige un cronograma que usted debe cumplir aún en su ausencia, suele buscarla en su carro y evita que sea independiente, la aísla y se molesta si es recursiva por algún tema familiar, pues no le pidió permiso y, aunque no hay contacto físico, la víctima siente que camina sobre cáscaras de huevo producto del miedo que este le genera, llegando incluso a terror.
La segunda fase es la explosiva: aquí el abuso se vuelve verbal y físico, comienzan a presentarse gritos, insultos, amenazas, rotura de objetos, patadas o golpes a paredes o puertas, relaciones sexuales forzadas o presión para realizar ciertos actos sexuales que ella no desea. Hay un claro abuso emocional, la pareja se siente como objeto y no como un sujeto. Se presentan golpes, mordeduras, azotes, estrangulamientos, peleas, empujones y, en los casos extremos, ataques con objetos sólidos, punzocortantes o armas de fuego hasta llegar a la muerte o a otros miembros de la familia, incluyendo niños.
La tercera fase es la llamada luna de miel: si la víctima logró sobrevivir a la segunda etapa, el agresor regresa a la manipulación mostrándose “arrepentido” y comienza a usar nuevamente el gaslighting como su arma predilecta al usar frases como “me obligaste a hacerlo”, “tú te caíste”, “creíste que te empujé”, “tú sabes que no soy así”, “no sé lo que me pasó por la mente”. Para que ello tenga más efecto, aparecen regalos como flores, salidas a cenar, al cine, a ser más abierto y “tolerante” con la familia de la víctima... sin embargo, amiga lectora, le recuerdo una frase: existen encantadores de serpientes y serpientes que parecen encantadoras.
Una vez terminada esta etapa y que su victimario siente que ha bajado la guardia y confía nuevamente en él, el ciclo volverá a repetirse una y mil veces.
¿Qué puede hacer para dejar una relación abusiva? Le compartiré algunas recomendaciones que perfectamente pueden salvar su vida (literalmente).
Aumente su autoestima y busque ayuda profesional: la terapia será clave para ello, pues muchas víctimas, sin saberlo, poseen una baja autoestima o creen que merecen ser tratadas mal o, peor aún, piensan que no son buenas para una vida en pareja. Todo ello puede ser producto de una pauta infantil cargada de abusos y devaluaciones psicológicas por parte de los progenitores. Cuanto más positiva se sienta la persona y cómoda consigo misma, menos probabilidades hay de que sea víctima de un abusador.
Busque apoyo familiar y de amigos: un abusador se alimenta de su aislamiento y, si usted no tiene el apoyo de personas que realmente la valoren y quieran, que la escuchen, protejan y busquen con usted apoyo psicológico, legal o policial, será muy complicado superar esto sola.
Desarrolle un plan de seguridad: en países donde tiembla se recomienda tener en la puerta o cerca de la cama una maleta de vida donde haya ropa, dinero, direcciones y números de teléfono a los que recurrir, medicamentos, incluso, información financiera y pólizas de seguro actualizadas.
Este plan es importante adaptarlo si hay hijos en la relación para saber qué hacer con ellos en un momento donde la vida está en juego. Si no puede guardar esto en una maleta porque el abusador preguntará, tenga un USB con información clave para poder alejarse lo más pronto posible y guarde una copia en un lugar seguro como caja de banco o con un amigo de confianza o familiar.
Tenga un plan financiero: La planificación financiera paralela es importante, sobre todo si el abusador controla todo. Su plan financiero debe tener un balance claro y actualizado entre gastos e ingresos, dónde está el dinero, quién tiene acceso a él y a sus cuentas en caso de hospitalización por ataques, información crediticia... para ello, debe abrir una cuenta bancaria solo a su nombre en un banco que el abusador no sepa y obtenga una tarjeta de crédito solo a su nombre y guárdela o pórtela solo usted o alguien de extrema confianza.
Reúna todas las pruebas necesarias de los malos tratos y obtenga una orden de alejamiento: lleve un diario con lujo de detalles que incluyan fotos o videos, informes policiales, historiales médicos, mensajes de texto en redes sociales, correos electrónicos, chats Whatsapps, Telegram e incluso tome foto de pantalla de números que no conozca pues, a veces, el abusador cambiará de número para seguirla acosando, ocultando su identidad virtual. Bloquee de ser necesario todas sus redes y revise toda solicitud de amistad... en importantísimo guardar estas pruebas en un lugar seguro.
Su vida y la de sus hijos es más valiosa que la de un abusador, y, aunque en el fondo usted le quiera, esté plenamente consciente de que esta persona no tiene la misma idea.