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- 12/11/2023 00:00
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Muchos pensarían que tomar un diplomado –que no hace mucho acabo de culminar junto a un equipo maravilloso– llamado 'El arte de conocer y apreciar el vino' responde a una tendencia más bien trivial y directamente ligada al sibaritismo. Y aunque debo admitir que no tengo nada en contra del sibaritismo, es de justicia mencionar que detrás del vino hay mucho más.
Como periodista tuve hace poco la oportunidad de entrevistar al poeta y escritor mexicano Benito Taibo, a quien le comenté que seguía una serie de televisión en la que él y sus invitados conversan sobre literatura, historia y gastronomía. Él confirmaría estos pensamientos: “La comida es cultura. Y esto es algo que parece que hemos olvidado y se ha vuelto un tema de repente un poco frívolo”, dijo. “Pero somos seres sociales, que nos sentamos alrededor de una mesa, comemos, disfrutamos lo que comemos, pero en el fondo, lo que estamos haciendo es sostener el ritmo de los tiempos y de la historia. Alrededor de las mesas se han gestado los mejores sueños y las más grandes revoluciones, y los amores posibles e imposibles. Todo pasa por ese tamiz porque es un arte noble y maravilloso”. En lo personal me atrevo a decir que en muchas de esas ocasiones, durante la gestación de esos sueños, revoluciones y amores, ha estado el vino acompañando esas comidas. “Si bebemos vino, nos sorprenderán los sueños en la noche inminente”, dijo el novelista D. H. Lawrence. En cuanto a las revoluciones, Napoleón Bonaparte estableció: “¡Champagne! En la victoria te lo mereces, en la derrota lo necesitas”.
He aprendido que el vino es cultura. También es tradición, artesanía. “El vino no es más que la luz del sol mezclada con la humedad de la vid”, dijo Galileo Galilei.
Es el conocimiento de la tierra, el desarrollo de técnicas que han permitido destacar las mejores cualidades de la Vitis vinífera, a lo largo de los siglos. En resumen, el vino ha acompañado la evolución humana. “Existe más historia que geografía en una botella de vino”, aseguró Jean Kressman, viticultor, productor del famoso Château Latour Martillac. El vino es historia, es geografía y también geología. La viticultura es una actividad que se inició hace miles de años en un espacio específico del mundo y que al día de hoy se ha trasladado a casi todos los continentes y cuyo producto es grandemente apreciado en todo el mundo.
Algunos se limitan a saborear, al disfrute del acto social del beber. “Un vino es ideal cuando uno lamenta haber acabado la botella”, según el diseñador de modas Roberto Verino. Coco Chanel llegó a decir: “Solo bebo champagne en dos ocasiones. Cuando estoy enamorada y cuando no lo estoy”. Pero además del placer del momento y de los posibles malos efectos al día siguiente, sin la debida moderación, una copa de vino puede decirnos muchas cosas. “Quien sabe degustar no bebe demasiado vino, pero disfruta sus suaves secretos”, dijo Salvador Dalí. Y es así. Con unos sorbos podemos saber cómo es el clima de su lugar de origen, cuánto llovió ese año, cuán frío fue el invierno o cuánto calentó el sol. Podemos detallar la composición del suelo donde crecieron las vides y a qué variedad pertenecen. Pero para llegar a esa precisión es necesario probar muchos, muchos sorbos. “Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino, que en todos los libros”, declaró Louis Pasteur.
El vino tiene propiedades beneficiosas para la salud: la capacidad de prevenir las enfermedades cardiovasculares, prevenir la aparición de enfermedades degenerativas, retrasar el envejecimiento de las células del cuerpo, ayudar a impedir la formación de células de grasa, liberar endorfinas, contribuir en la metabolización de la glucosa, mejorar la forma en la que digerimos los alimentos. Resveratrol, polifenoles, antioxidantes...
Pero además de estos beneficios están algunos otros menos tangibles. Dijo Benjamín Franklin que “el vino hace la vida más fácil y llevadera, con menos tensiones y más tolerancia”. Sir Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina, estaba convencido de que “Si bien la penicilina cura a los hombres, el vino les hace felices”. Según Séneca, “El vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y asegura la curación de la tristeza”. Mientras que Leonardo Da Vinci afirmó que “el descubrimiento de un buen vino es cada vez mejor para la humanidad, que el descubrimiento de una nueva estrella”.
Pero vamos al terreno de lo práctico. Un vino es un interesante tema de conversación, es una forma de atender, agasajar, celebrar y hacer negocios. Conocer sobre vinos puede beneficiarnos en lo profesional, independientemente de la rama a la que nos estemos dedicando. En nuestro grupo participaron profesionales de distintos oficios: derecho, ingeniería, química. Personas vinculadas a la industria farmacéutica y, por supuesto, a la industria de la hospitalidad: una estudiante de gastronomía, un asistente de sumiller un distribuidor de vinos. En mi caso particular, he procurado la especialización desde mi profesión en el tema gastronómico.
El camino para el conocimiento del vino apenas comienza, y como dijo Bernardo Piuma: “El que al mundo vino y no toma vino, ¿a qué vino?”.