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La inteligencia artificial ha permitido dar un salto no solo cuantitativo, sino además cualitativo en la tecnología moderna, en la creación tanto de materiales como en la intelectual. Hacer un cerebro autónomo que supere el talento humano para generar palabras, textos, pensamientos y que, además, no esté en un espacio preciso, es el adelanto que quizás refleje el progreso más poderoso durante el siglo XXI. Nos referimos así a un mecanismo o proceso que supera a la mente en la realización de operaciones, solución de problemas y hasta ejecución de procedimientos para dar respuesta a interrogantes que los humanos no pueden asumir por complejos, por incapacidad, falta de rapidez y también minuciosidad. Esto se refiere a un tipo de software que nos ayuda en nuestras falencias, pero ¿qué sucede con la fortaleza en la personalidad que ahora se requiere?
Si Huxley u Orwell estuvieran vivos, quizás no hubieran estado tan pesimistas en retratar al hombre del siglo XX. Quizás habrían de concebir sociedades que pudieran configurar respuestas para la angustia en que se sumieron las sociedades retratadas en sus obras. Pero ¿qué prototipo de sociedad hubieran imaginado Balzac, Flaubert, Sand en su tiempo o Camus, Sartre, Joyce, Gide, Proust, en los años de la centuria en que vivieron sobre el destino del hombre con estas herramientas? Pero, quizás más importante que esto es ubicarse en la perspectiva panameña de esta época y preguntarse sobre el tipo de individuo requerido para modificar el camino que se sigue y dar respuesta a los retos que la realidad actual depara al país. Un conjunto de factores entra en juego y tiene que ver con aspectos culturales, sociales, educativos y hasta políticos si se toman en cuenta las iniciativas que utilizaría el Estado para alcanzar estos perfiles. Es lógico que una sociedad configura la fisonomía y el tipo de individuo que garantiza la obtención de las metas nacionales para el futuro. ¿Hacia dónde se camina? ¿Qué es el conjunto de los ciudadanos y cuál es el papel de cada uno de ellos en ese conjunto? ¿Cómo se logra y cuáles son los aspectos más cruciales y básicos?
En Japón, por ejemplo, se han planteado cinco grandes principios: la cooperación internacional, liderazgo, respeto al multilateralismo, adaptación a los cambios y la cultura como agente de cambios. Sobre este último objetivo, se explica que la cultura puede ser un agente que propicia un mundo más competitivo y inconstante. Por tal razón en esa isla asiática, la formación escolar apunta al dominio de varios idiomas, realización de operaciones básicas, razonar y tener capacidades para desenvolverse en un contexto de negocios. Existe entonces el orgullo en haber innovado la vida moderna con los coches eléctricos, las cámaras digitales, la fibra óptica y los corazones artificiales.
En Europa, se presenta un panorama caracterizado por la racionalidad tecnológica y científica que ha transformado la forma de pensar, sentir y actuar. Se considera que el “hombre del siglo XXI se enfrenta a nuevos retos como cuestionar la cultura patriarcal y luchar por el empoderamiento femenino”. Así, sus políticas públicas se orientan a “garantizar por ende que los beneficios de un mayor crecimiento alcanzarán a todos los ciudadanos europeos y no solo a unos pocos”, apunta un artículo de la revista Grand Continent.
La atmósfera para fortalecer las capacidades de la población en Panamá no cuenta con principios que trasciendan la vigencia de los diferentes gobiernos. Una administración propone crear condiciones para dar a la educación el rango de “estrella”, mientras que la siguiente se esfuerza en regalar computadoras, aunque no haya energía eléctrica o señal de internet en los lugares donde llegarán los implementos tecnológicos.
La ruta debe conducir hacia criterios más firmes, pues el país enfrenta retos imprevistos y requiere de individuos con nuevas capacidades, argumentos y confianza en que planificarán una sociedad y una cultura para sobresalir en un mundo cambiante.