- 09/11/2024 19:07
Trascender con la dignidad de los pocos
Después de la victoria de Donald Trump en noviembre de 2016, publiqué el artículo titulado “Trascender cuesta” en referencia a lo que considero la obligación del conjunto humano, y en especial de los que la lideran, para avanzar la causa del desarrollo, la supervivencia por caminos de igualdad, seguridad y bienestar para todos. Sostengo esa visión sobre la base de que debemos ajustarnos al entorno con el objetivo primario de sobrevivir. De lo que sabemos, hemos llegado hasta aquí porque un puñado de valientes (hombres y mujeres) entendieron que la única manera de garantizar esa supervivencia era enfrentando las amenazas (internas y externas), que obraban con el fin de someterlos a sus más mezquinos deseos. Repito: tomaban la decisión de enfrentar y vencerlos con valentía y dignidad.
Durante las próximas semanas, meses y años, muchos teóricos y respetables pensadores continuarán ofreciendo diversas perspectivas sobre el momento y lo que pudiera ocurrir de ahora en adelante. Hace ocho años le dije a algunos familiares jóvenes que: “...me molesta e incómoda los resultados, pero no ha pasado nada que mi generación no haya vivido ya”. Aún sostengo ese criterio.
Un año después de haber entrado en vigencia los Tratados Torrijos-Carter, Ronald Reagan, furibundo opositor a un nuevo acuerdo con Panamá, ganó las elecciones abrumadoramente. Si les causa pavor lo extenso del color rojo en el mapa electoral de este año, busquen el de la reelección de Reagan en 1984. Walter Mondale solo ganó su Estado, el de Minnesota, el resto del mapa pintó un rojo dramático.
Para un joven que había vivido intensamente el proceso popular para lograr los tratados, desde las esferas inquietas y revolucionarias del movimiento estudiantil y a través de las expresiones culturales y audiovisuales, Reagan era la amenaza frontal y casi diabólica. De allí en adelante, ese temor y ese shock se produjeron varias veces. La invasión del 20 de diciembre de 1989 fue otro de esos eventos en donde lo alcanzado hasta ese momento, en términos de identidad nacional, desarrollo y hasta la seguridad personal se sintió amenazada.
Cuando Obama ganó las elecciones en 2008, escribí que “Poca gente discutiría que alrededor del mundo se respira un aire de cambio. Esta atmósfera alentadora se tornó contagiosa y expansiva (...) Estos vientos entusiastas han sido bien recibidos después de casi ocho años de incertidumbre colectiva; uno de los períodos en donde el conglomerado social se ha sentido envuelto en un halo de perplejidad frente a la posibilidad de retroceso de la condición humana.
También, para ese tiempo, había sugerido que: “creo que el estado de trascender no solo aplica a la persona como individuo. Es una conducta superior que puede propagarse colectivamente. La oportunidad que el pueblo estadounidense se ha dado, con el apoyo emotivo del mundo, abre un espacio inusual para que las sociedades que marcan significativamente el camino en materia de desarrollo humano, inicien, en el marco de ese cambio que se percibe, un proceso para trascender hacia un nivel de desarrollo y conducta sociocultural más avanzada”.
Con la presencia de Trump en el escenario político de los Estados Unidos por casi 15 años y hoy nuevamente de vuelta al poder, esa “atmósfera alentadora” de los tiempos de Obama y más recientemente Biden, a pesar de sus equívocos a nivel geopolítico con las guerras actuales (que han causado la muerte de muchos inocentes), habían sugerido un giro completo en el liderazgo de los Estados Unidos en materia de inclusión y apertura sociocultural. Pero al parecer, ha retrocedido considerablemente. Trascender a una mejor sociedad cuesta. Es el péndulo de la realidad.
En un momento u otro, Donald Trump se ha burlado, humillado y ofendido a todos los segmentos de la población, en particular a las minorías, los emigrantes, los latinos y los negros.
Pedro Rivera, en su escrito titulado: “La nostalgia por el látigo”, esbozó la conducta de aceptación inequívoca de la injusticia y el abuso bajo el alegato de que “amo dar latigazo, pero dar comida”. Los indicadores de estas recientes elecciones marcaron como lo más importante el bienestar económico del individuo y sus familiares, y ese fue el motor emocional que impulsó el voto, en casi todos los sectores, que le dio el triunfo a Trump. Y, al parecer, por primera vez en 20 años, el candidato republicano ganará el voto popular.
A pesar de que creo que la sociedad estadounidense está en transición (para bien), Un estado superior propone seres humanos solidarios, valientes y con dignidad; que superen la mentalidad de esclavos. Que se respeten y se hagan respetar. Por el momento, en este tiempo y espacio, todo parece ir en sentido contrario. Que la dignidad de los pocos lidere a la mayoría.