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- 27/10/2020 00:00
El sueño de un luchador
Los adolescentes experimentamos realidades tan diferentes y nos sumergimos tanto en la propia, que, muchas veces, se nos hace difícil comprender la de los demás.
Vivimos algunas etapas sin mayores preocupaciones, dando como un hecho que comeremos, que tendremos donde vivir y que ya habrá tiempo más adelante para ocuparnos de los problemas. Una de esas etapas es la estudiantil. Esta época por la que la mayoría pasamos, pero no le tomamos demasiada importancia. Hay miles de razones por las que deberíamos sentirnos orgullosos de poder estudiar; ya que, en nuestro pequeño y complicado país, hay personas que no tienen la misma oportunidad de hacerlo.
En la avenida Domingo Díaz, mejor conocida como vía Tocumen, se encuentra la estación Cincuentenario, desde la cual se puede observar una calle que se adentra a nuevos lares, llenos de historias diferentes, pero únicas de quienes habitan el área. A medida que uno se adentra, se comienza a notar un peculiar cambio en los alrededores. Se puede apreciar que las viviendas no tienen un orden o una organización, sino que son construidas, por los dueños, siguiendo el relieve del área. Muchas casas se levantan cerca de las calles, en la falda de los cerros y algunas cerca de la cima de estos. Veredas, caminos de tierra y vías de acceso deterioradas por el paso de camiones conducen a los hogares de miles de panameños.
Algo curioso es que ninguna vivienda se parece a la otra, todas tienen su propio diseño, su propio estilo. Cada casa refleja la visión que tuvo su dueño al hacerla y su singularidad. Todos estos elementos comienzan a crear un paisaje que parece una pintura, por la cantidad de colores que hay en ella y por la historia que cada una tiene en su interior.
A lo largo del trayecto, podemos encontrar salones de belleza con sus exteriores muy llamativos para poder atraer la mirada de las futuras clientas. Podemos observar pequeños negocios, farmacias, llanteros y mecánicos que siempre están ofreciendo sus servicios.
Algo que no puede faltar, y es esencial para cualquier barrio, son las lavanderías y las tiendas de los asiáticos, donde las personas se agrupan para esperar el transporte público que las pueda llevar a su destino o sencillamente para hablar con los conocidos y tomarse un refresco.
Vacías, pero en espera de volver a recibir a los niños y jóvenes del barrio, se observan las canchas de fútbol y de basquetbol. Cada una de estas estructuras y personas conforman el corregimiento de Belisario Porras, Samaria, en el distrito de San Miguelito.
En una de esas viviendas únicas vive Gordo, un muchacho de 17 años, que, desde temprana edad, lleva una carga ardua sobre sus hombros, siendo el menor de tres hijos por parte de madre y con la misión de trabajar. Al nacer, su mamá lo llamó Gordo por el simple hecho de ser muy grueso; sin embargo, Gordo en la actualidad es un chico delgado, alto, de tez morena y hombros anchos. Es un muchacho bien parecido, cuyos grandes ojos negros guardan muchos recuerdos de su niñez y experiencias que ha obtenido en su vida.
A pesar de tan corta edad, Gordo trabaja arduamente cada día. Como a todo joven, le cuesta levantarse; pero, se levanta por las mañanas a desayunar y sale de una vez a la calle a buscar algún trabajo que le dé dinero para poder traer el sustento a su casa. Ha tenido muchos trabajos: desde cortar cabello, lavar autos y ser mecánico hasta trabajar como ayudante de fotógrafo; siempre buscando qué hacer para poder generar ingresos.
Tener que trabajar no le roba todo el tiempo a Gordo para poder disfrutar algunas cosas, como todo adolescente. Es un joven duro, pero le gustan muchas cosas. Su red social favorita es Instagram, en la cual sigue a muchos jugadores de fútbol, a barberos que diseñan para aprender de ellos, pero Gordo no tiene celular. La única manera de poder acceder a ver aquellas fotos es a través de los celulares de sus amigos que se los prestan. Si quieren algún corte de Gordo, solo les va a cobrar tres dólares por hacérselo, así que ténganlo en consideración para la próxima vez. A veces tiene la oportunidad de ver partidos de fútbol, películas y su programa favorito, Kick Buttowski.
Pese a todos los inconvenientes a los que se enfrenta, Gordo quiere seguir estudiando.
Tiene muchos deseos y metas que le gustaría cumplir algún día. Recordando sus momentos en la escuela, sus materias favoritas eran Matemáticas y Educación Física. Era muy bueno con los números y como le gustan los deportes, le gustaba correr en la clase de Educación Física. Solo llegó hasta primer año, porque para su familia era un gasto muy fuerte el transporte, el uniforme escolar y los libros que necesitaría.
En la situación que se encuentra, muchos creerían que Gordo se conforma con lo que diariamente hace, pero él quiere más. No se rinde, él sabe que es fuerte y que puede. Él quiere terminar sus estudios algún día, para poder trabajar en la Autoridad del Canal de Panamá como soldador marítimo. Una de las razones por las que quiere este trabajo es porque le gusta estar cerca del agua y ha tenido experiencias muy agradables con ella.
Es un joven que se preocupa por su familia y quiere sacar a su mamá adelante. Se preocupa por sus hermanos y sus familiares.
Respecto a una oportunidad de estudiar, él dice que “si me la tiran, yo corro y la apaño”. Es un joven que, a pesar de ver la televisión para saber si alguno de sus muchos hermanos por parte de padre ha muerto por la violencia, está atento a lo que sucede en el país, quiere seguir buscando lo mejor para los suyos y progresar. Es por ello que, hoy, cuento su historia para demostrar que ser estudiantes es un orgullo y un privilegio del cual muchos no gozan, pero sepan que, en un hogar humilde de Samaria, área roja, hay un joven con demasiadas limitaciones, pero que, con 17 años, quiere tener la oportunidad de estudiar para ser mejor.