¡Que gran satisfacción con lleva cuando una persona hace una buena obra!

Lo ideal es que fuera algo generalizado, ya que todos y cada uno tiene el potencial de ofrecer un mínimo porcentaje de tantos talentos y bienes que Dios nos concede a diario.

Y no hablemos de grandes hazañas. Una simple sonrisa a un anciano puede ser la alegría más grande. Al entrar a un elevador, tal vez alguna persona se siente triste o desanimado, pero un semblante alegre y un “buen día” puede ser todo lo que esa persona necesita para continuar.

Recientemente, hubo un concurso de señoras que participan en fundaciones o grupos que impulsan muchas obras, y dejan huellas invalorables en la sociedad, persistiendo en su empeño y valorando la naturaleza humana. Resultando ganadora, la licenciada Sara de De la Guardia, de Fundación Tierra Nueva, enfocada hace 25 años en una escuela de agricultura en el Darién, un legado de Monseñor Emiliani.

Aunque todas las participantes merecen un gran reconocimiento, solamente hay una ganadora, que, será un momento inolvidable en su vida, y la satisfacción de una labor muy bien cumplida.

Entonces, no es que sea difícil hacer buenas obras, sencillamente proponerse cada día y optar por hacer un bien a un ser que lo necesita. Tal vez alguien muy cerca de nosotros.

Cuántas veces estamos superaburridos en casa, o salimos de recreación y gastamos una muy alta suma de dinero.

Ese es el momento de adentrarnos en nuestra conciencia y pensar. ¿Cuántos abuelitos y personas están solas, sin compañía y posiblemente sin recursos para medicinas o comida? ¿Cómo podemos ayudar?

Un transporte a la iglesia, al supermercado, a un centro comercial para que disfrute de ver cosas distintas y bonitas, o tal vez comer una golosina que usualmente no puede.

¿Estamos muy ocupados? De acuerdo. Pero siempre, siempre hay tiempo para entrar en la tristeza de los demás, y ofrecerles un lugar en nuestro corazón.

¿Tenemos el presupuesto necesario para ayudar económicamente? Tenemos centros muy necesitados de ancianos, mujeres abusadas, niñas en riesgo, bebés de madres drogadictas, huérfanos, personas sin hogar, religiosos que necesitan ayuda. En fin, múltiples oportunidades. Es tan fácil. Solamente tener la voluntad.

Todos tenemos contactos por doquier. ¿Por qué no tocar puertas? Siempre busquemos soluciones, que la recompensa es inmensa.

Propongámonos cada día, al abrir los ojos... Esta pregunta: ¿Qué puedo hacer hoy por los demás? Y, sin siquiera imaginarlo, están construyendo un mundo mejor.

Hoy día hay muchísimos retos. Muchos huecos para tapar de personas mal intencionadas. No caigamos en ese juego. Luchemos por aquellos que no tienen voz. Luchemos por la justicia.

No seamos rencorosos, ni avariciosos, ni juzguemos sin razón. Al contrario, seamos amorosos, complacientes, compasivos, comprensivos y tolerantes.

Nos consume mucho tiempo criticando, repasando noticias negativas, de política u otros temas. Hagamos tiempo para algo más constructivo.

Cómo cambiaría nuestra vida haciendo lo correcto. Viviríamos más felices, y dormiríamos más tranquilos.

*La autora es jubilada
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones