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- 30/04/2024 00:00
El mayor reto del país, obviado por los candidatos
Luego de escuchar una y otra vez las distintas propuestas y argumentos de los candidatos presidenciales, lamenté no encontrar en ninguno que se planteara el tema de la colonialidad, como el principal reto que tiene el país no enfrentado desde que sufrimos la invasión del colono del norte en 1989. Fugazmente, lo escuché tangencialmente en una de las candidatas (Zulay) y de manera no directa, pero sí evidentemente, en la candidata que dicen las encuestas que va de último (Maribel).
Cabe advertir, que el tema de la colonialidad hace referencia a las prácticas económicas, políticas y culturales que se forjaron en la colonización de nuestro territorio (primero europea y estadounidense después) y que se siguen reproduciendo en la actualidad. Estas prácticas, convertidas en parte de nuestra cultura, orientan, definen, condicionan los vicios que la gente ha identificado como los grandes impedimentos del desarrollo del país, por ejemplo, la corrupción.
Hecha cultura, estas pautas forjadas desde la colonia, en su dimensión económica, determinó nuestras relaciones con el sur de Abya Yala (o como nos enseñan en las escuelas, el continente americano) y con el Caribe y no con Centroamérica, porque esa era la ruta del comercio del colonizador europeo. Pero, ¿quiénes realizaban las relaciones comerciales más jugosas? Nuestro gran maestro, Alfredo Figueroa Navarro, nos describe que “en Panamá, mercaderes ingleses desempeñan el papel de comisionados de las compañías fundadas en Kingston, Londres o Nueva York. Estas exportan materias primas regionales como oro, carey, perlas, maderas tintóreas.” (Figueroa Navarro, 1979. Dominio y sociedad en el Panamá colombiano). Ejemplar resulta el caso del mercader inglés Benjamín Dawson, quien en 1833 lo comisionan las empresas Shebel de Kingston y Hussey and Mackay de Nueva York, para la exportación desde Panamá de 100 toneladas de palo mora. Este mismo comerciante, tenía negocios en Paita (Perú) con otros socios anglosajones y propiedades en el puerto de Chagres, Panamá, con el fin de garantizar fuentes de materias primas “las cuales exportaría a las Antillas inglesas, a la América del Norte y a la Gran Bretaña” (Figueroa Navarro, op. cit, página 48).
Así, lo que se configura en el poder real visto desde la base de la estructura de la sociedad, no es otra cosa que el temprano y hasta la fecha sometimiento a los poderes económicos garantizados por el Estado que han controlado turnándose en partidos distintos, pero que los han representado, desde los tiempos del Panamá colombiano.
Por lo que los estudios como el del maestro Figueroa nos demuestran, tómese cualquier prominente apellido de las familias criollas que hicieron fortunas en nuestro istmo y encontramos que todos fueron, desde cobradores de deudas, hasta contadores y tramitadores de las transacciones comerciales de las compañías mayoritariamente inglesas y norteamericanas, desde antes que fuésemos “república”.
Muy pocos de las clases pudientes que han regentado el Estado durante la mayor parte del siglo XX han concebido y practicado lo que los primeros liberales sociales propugnaban, a saber, un desarrollo propio del capitalismo. Las experiencias en este sentido fueron prontamente deshechas (Porras, Remón y el general Torrijos) por el colono imperial. Como en todo modelo colonial (hoy neocolonial) este, o destruye (caso de las mineras metálicas o los invasores bélicos) o somete (caso del sometimiento de las finanzas vía endeudamiento) pero nunca, da rienda suelta al desarrollo autónomo de los pueblos con los que mantiene relaciones de colonialidad.
Ergo, la posibilidad real de nuestro desarrollo, de las etapas incumplidas, incluso desde la perspectiva capitalista, pasan por superar estas formas de colonialidad. Lo cual se traduce en que, en lo político, en lo geopolítico y hasta en lo cultural, seamos consecuentes con los intereses de nuestro pueblo, entablando relaciones con quienes nos permitan suscitar este desarrollo y no permitir relaciones de dominación sobre nuestros intereses. Esto es que seamos plenamente soberanos interna y externamente. Lamentablemente, lo que hemos observado en los candidatos (no en las candidatas) ha sido una tendencia a seguir esa tradición del sometimiento colonial; tanto así que cual de los seis candidatos ninguno quiere perderse las bendiciones provenientes de la embajada del coloso del norte. Los resultados de estas elecciones nos dirán qué tan lejos estamos de superar esta cultura de la colonialidad.