Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Los globalistas, comunistas, liberales, socialistas y los izquierdistas, se han dedicado por décadas a infiltrarse de manera sistemática y persistente para cambiar el significado real y literal de los valores judeocristianos que rigen el funcionamiento y la convivencia pacífica de nuestra sociedad occidental, con el fin de destruirla para dominarnos y gobernarnos, predicando un nuevo orden mundial donde no existan Dios ni la democracia, que según ellos incluye un cambio en los hábitos y la construcción de un código nuevo de conducta más sociocéntrico y humanista (por no decir comunista).
Estos asaltantes culturales han estado trabajando sigilosamente, con perseverancia y rigor para introducir en la mente de nuestros ciudadanos, en especial la de los jóvenes, un precepto político que es la base de la gran mayoría de los problemas estructurales que sufre nuestra sociedad actual en América Latina, que muy hábilmente supo calar y predicar la presidenta comunista chilena Michelle Bachelet en su discurso político que dice: “Donde exista una necesidad, se crea un derecho automáticamente”.
Es así como han doblegado a los Estados a aceptar que todas las necesidades humanas de una sociedad deben ser reconocidas como obligaciones constitucionales gratuitas para todos los que las necesitan. Surge así el socialismo, la organización política económica donde todos los ciudadanos tienen derechos, pero ninguno tiene obligaciones, lo que conduce necesariamente al desastre como indica Winston Churchill. ”El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.
Dentro de esta concepción política torcida y satánica, los asaltantes culturales tienen que acabar con los valores fundamentales de la propiedad privada, todas las libertades, la libre competencia, la meritocracia y sobre todo con los valores que nos unen a la ideología judeocristiana, que según ellos está representada por EUA e Israel. Es por esto que los dogmáticos de la cultura socialista tienen como propósito principal sacar a Dios de nuestra sociedad y la destrucción total de los países que representan y practican los valores democráticos, cristianos y libertarios.
En nuestra Panamá no escapamos a la penetración cultural de esta enfermedad política. Así podemos apreciar la constante amenaza que sufren nuestras instituciones democráticas por parte de los ideólogos, dogmáticos, intelectuales indoctrinados, docentes y estudiantes universitarios, escritores, politólogos y sindicalistas cargados de odio y envidia (tal como lo indican en la página web del Suntracs y enlace que se llama MOCONA, Movimiento Comunal Nacional) con sus editoriales titulados “Sed de Justicia” y que diariamente escriben y vociferan contra cualquiera que pretenda defender lo contrario a lo que predican. Ahora están empeñados en hacer un cambio estructural en las instituciones, utilizando sus iniciativas periodísticas para hacer que respondan a las necesidades ideológicas de ellos y que nadie crea en los partidos políticos, en los empresarios, en el Poder Judicial, en la Policía y ahora están trabajando muy duro para desprestigiar a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y a la Iglesia católica, instituciones que tienen buena audiencia, prestigio y credibilidad en nuestra comunidad panameña.
Con estas iniciativas periodísticas estos maestros del engaño buscan destruir los valores esenciales para la libertad y la verdadera democracia; que son las herramientas que los llevan al reemplazo de la Constitución vigente por una Constituyente Originaria para desembocar en lo mismo que sucedió en la Cuba de los Castro, la Venezuela de Chávez y Maduro, los cuales han creado constituciones para sus propios fines y gobernar por décadas a su antojo y con violencia e impunidad. Constituciones que pregonan la reelección, la expropiación de tierra, industrias, propiedades y medios de comunicación, mayores controles estatales sobre los partidos políticos, destruir la libre empresa y la producción nacional.
Lo más peligroso de esta situación es que con esta campaña practicada por décadas han logrado cambiar el significado real y literal de las palabras. Es por esto que derechos humanos para un izquierdista es muy diferente al significado de la palabra, porque cambian el significado de víctima por el del victimario. De igual forma el significado de manifestarse públicamente es muy distinto a lo que debería ser, donde ellos interpretan que el derecho a la violencia es parte propia del derecho a manifestarse. Es así como el diálogo con estos asaltantes culturales se torna imposible y con esta actitud se rompe el pacto y la paz social, dejando como único camino abierto la lucha de clases, la violencia, el saqueo y el caos en las calles.
Practican también con éxito la semántica y la dialéctica para convertir una mentira en verdad, de igual forma que lo practicó Joseph Goebbels en la Alemania Nazi, quien afirmaba que si una mentira se repite mil veces se convierte en verdad. Es por esto que repiten a los cuatro vientos que todas las miserias y los males sociales son culpa de la empresa privada. Que, por ende, la privatización es una maldición política y que todos los problemas institucionales que tenemos son culpa de la corrupción producida por los empresarios que tientan y dañan a los pobres funcionarios hasta convertirlos en ladrones; que no tenemos agua porque los ricos no la pagan, al igual que la Caja del Seguro Social está quebrada por culpa de los empresarios morosos. Todo absolutamente todo para estos asaltantes culturales es culpa de los ricos, de la empresa privada y de EUA.
Los panameños no debemos dejarnos engañar por estos asaltantes culturales que pretenden implantar modelos fracasados, en donde la corrupción, las alianzas con la delincuencia nacional e internacional y los grupos de guerrilleros han creado los Estados fallidos con afectaciones severas en cuanto a seguridad ciudadana, seguridad económica y educación, distorsión de los valores religiosos, morales y éticos, entronización de la impunidad, la burla a la acción de la justicia y el juegavivo, aparte del daño irreversible a las nuevas generaciones de jóvenes panameños que serán la carne de cañón en las luchas que quieren crear en Panamá.