• 30/04/2020 00:00

Los pecados que conducen a la enfermedad y a la muerte…

“Va a ser un proceso doloroso, [...], necesitaremos ayuda de otros que hayan pasado por estos procesos, pero no es imposible cambiar de actitudes y aptitudes que se puedan llevar a cabo”

Para la sociedad moderna, hablar y comprender a profundidad el tema del pecado “per se”, no es usual entre los ciudadanos de esta nación. Hoy día, a pesar de que la gran mayoría se considera cristiana o comparte los valores de la cristiandad, se habla constantemente del pecado como si fuera un chiste social, así lo vemos reflejado en los medios de comunicación, donde es permisible como parte de la actitud de la persona y la sociedad.

La palabra “pecado” se define en la teología cristiana como el abuso que los humanos, creación de Dios, hemos hecho de la libertad que Dios ha dado. No “reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, fuera de esta relación, el mal del pecado no se podrá desenmascarar en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios. (Catecismo: La realidad del pecado 386). El pecado no es “un defecto de crecimiento de la persona, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Solo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de esta libertad que Dios da a las personas que son creadas por amor para que puedan amarle y amarse mutuamente. (Catecismo: La realidad del pecado 387).

Así, la enseñanza del significado de la palabra “pecado original” la debemos comprender como "lo contrario" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos, gracias a Jesucristo. El pecado debe entenderse como rebelión contra el orden establecido por Dios en este universo, por lo tanto, estar en pecado es estar en abierta oposición a toda regla o mandato divino.

Si el Dios a quién adoramos es el “Dios de la Vida”, y nos “rebelamos” al mismo, entonces es claro que nuestras actitudes personales y sociales en nuestra práctica de la libertad, es para generar todo lo contrario a lo que Dios desea para nosotros que es la Gracia y la Salud. En otras palabras: El Caos. ¿De dónde viene entonces el mal? Pues, del “mal moral”. “Buscaba el origen del mal y no encontraba solución”, decía san Agustín (Confesiones, 7,7.11).

Así, en principio los pecados que conducen a la muerte eterna son los que la Iglesia ha llamado los siete (7) pecados capitales que son: la soberbia, la lujuria, la gula, la avaricia, la envidia, la ira y la pereza. De estos siete, me centraré solo en tres de ellos que son: la soberbia, la lujuria y la avaricia o codicia.

El pecado de la Soberbia es “creer que uno es mejor que el otro”. El Doctor de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, señalaba que es “el apetito desordenado de la propia excelencia de uno mismo”. Es el pecado de la era moderna, donde los hombres son autosuficientes, rechazando radical e irrevocablemente a Dios y los valores de su Reino. Ellos no desean depender de la gracia de Dios. Las personas que son Soberbias comparten el mismo pecado que los ángeles caídos del cielo, como señala el IV Concilio de la Iglesia, celebrado en Letrán “El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos”, (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800). Son un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: “Seréis como dioses” (Gn. 3,5). El diablo es “pecador desde el principio” (1 Jn 3,8), “padre de la mentira” (Jn 8,44). Optar por la soberbia es optar por el rechazo a la salvación. “No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte” (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).

El pecado de la lujuria: la sexualidad en nuestros días es un tema abordado con frecuencia en los medios de comunicación social. En muchos casos, informando correctamente y en otros desinformando a las personas; en el Internet de las cosas, muchas informaciones sobre el sexo son descomunales, a veces desvirtuando el significado real del mismo y aumentando la corrupción de las costumbres donde exaltan inmoderadamente el sexo, favoreciendo una cultura hedonista licenciosa que no respeta el orden esencial de su naturaleza. Creemos que la lujuria se considera a una compulsión sexual o adicción a las relaciones sexuales desenfrenados. Optar por la práctica del pecado de la lujuria es optar por el rechazo también a la salvación. Recordemos lo que san Pablo de Tarso nos enseña en su teología, cuando nos recuerda que la unión corporal en el “desenfreno” profana el templo del Espíritu Santo, en el que el mismo cristiano se ha convertido.

El pecado de la codicia: Simplemente es, ese afán excesivo por las riquezas; es, ese deseo desordenado de adquirir o poseer más de lo que uno necesita. Es un desorden en la conducta humana. La codicia fue y es una acción condenada desde hace más de tres (3) mil años como lo podemos observar en el decálogo de Moisés: «No codiciarás nada que sea de tu prójimo» (Éxodo 20, 17). En otro texto bíblico dice: «No desearás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo» (Deuteronomio 5, 21). Ambos libros pertenecen al pentateuco. El pecado de la codicia lleva a las personas a la violencia y a las injusticias prohibidas por el quinto precepto “Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad.” (Miqueas 2, 2). La codicia tiene su origen, en la idolatría que es condenada en las tres primeras prescripciones de la ley: “De la invención de los ídolos se siguió la inmoralidad; fue algo que destruyó la vida.” (Sabiduría 14, 12). Optar por la práctica del pecado de la codicia es optar por el rechazo también a la salvación. Jesús nos enseñará: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6, 21).

Los pecados de soberbia, lujuria y de codicia son pecados que optan por el rechazo voluntario de la salvación que Jesucristo nos ofrece como opción de vida. ¿Por qué escribo de esto?, ¿qué sentido tiene para nosotros en este tiempo de la pandemia?

La pandemia nos obliga a repensar que nuestras acciones en la vida no han sido las más correctas, ni para nosotros los seres humanos ni para nuestras relaciones con el planeta nuestra, “Casa Común”. “Somos la única especie que hemos planificado nuestra propia autodestrucción” y eso gracias a la práctica de antivalores como la soberbia, la lujuria y de la codicia. La pandemia nos permite replantear nuestro sistema de creencias sociopolítica y económica en pro de un mejor planeta. Tener una conciencia ética del entorno, a pensar distinto, a ser optimista, a fomentar la creatividad, a ser proactivo e ir poco a poco tomando compromiso con la regeneración personal y del planeta.

Va a ser un proceso doloroso, no será fácil, necesitaremos ayuda de otros que hayan pasado por estos procesos, pero no es imposible cambiar de actitudes y aptitudes que se puedan llevar a cabo. Podemos iniciar primero por aceptar lo que nos presenta Jesús, es optar por procesos que nos permitirán tener como sociedad cristiana, una mente abierta a la conversión de vida, y a la revalorización de la vida con valores del reino de Dios y a optar por la salvación que Jesucristo nos ofrece como opción de vida. Ojalá que esta reflexión no caiga en saco roto... ¡Anímate, Panamá!

Sacerdote

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