La operación Jericó ha acaparado en los últimos días varios espacios noticiosos. La opinión pública debe entender que el narcotráfico no es un mero pecado, crimen, vicio o negocio de inverosímiles alcances económicos y políticos, sino un insólito caso de oferta y demanda que las sociedades estadounidenses, europeas, orientales y de otras naciones industrializadas imponen a los panameños por la vía de la adicción a sustancias ilegales. Primero fue la marihuana, luego la cocaína y hoy día existen otros derivados más potentes de estupefacientes. Pero, al final, es la misma ley de la oferta y la demanda que ha creado un mercado que cada vez se dinamiza, crece y agiganta más, desencadenando un inaudito proceso comercial que ha atrapado al mundo entero. Pero ¿qué será primero, la oferta o la demanda? El tema es antiguo y algunos lo equiparan con el conocido dilema de qué fue primero: el huevo o la gallina. No hay duda de que en este caso lo inicial fue la demanda, que tiene el mérito atroz de enloquecer la oferta, porque los miles de millones de dólares que moviliza el narcotráfico son ciertamente “alucinantes”. Y estos dineros mal habidos son lavados por pandillas criminales y grandes conglomerados financieros, especialmente en los países industrializados, donde se encuentran los verdaderos consumidores de estas sustancias. En el fondo, el problema del narcotráfico tiene raíz en el desequilibrio y deterioro de las sociedades de esos países, que buscan desesperadamente la vía del escape a su angustia existencial. Un país adicto es la mayor prueba de una muy grave y abrumadora enfermedad social y cultural colectiva y, por supuesto, la demostración clara de la alienación total del mundo.

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