El psiquiatra e intelectual martiniqués Frantz Fanon describen en sus obras cómo los regímenes coloniales moldean las conciencias de quienes terminan sometidos por la fuerza y la “razón” de aquellos que detentan el poder. El colonizado termina repitiendo, cual letanía “indiscutible”, el discurso oficial colonizador. Bajo esa premisa, durante décadas la presencia de la antigua Zona del Canal impuesta por Estados Unidos en 1903, intentó moldear un espejo en el que debíamos utilizar la “perfección de la Zona” como la única vara de medir de los panameños. De allí que, durante gran parte del siglo XX, la idea de que los panameños fueran “incapaces” de gestionar el Canal era la principal excusa de los que fueron obstáculos en la recuperación de la soberanía. Pero, la sabiduría popular pudo más que aquel discurso colonial, al darnos un 9 de enero y luego los Tratados Torrijos-Carter en 1977. La reversión del Canal en 1999 es el triunfo de la voluntad de Panamá y la derrota de ese discurso que infravaloró lo propio, un camino a sangre y fuego por 96 años, que aún no termina, pero ha avanzado mucho. Administramos mejor la vía que Estados Unidos, aunque quieran hoy agitar anticuadas banderas coloniales. No volverán; han sido 25 años de progreso, con muchísimas tareas pendientes. Logramos recuperar el país frente a la potencia más poderosa de la historia reciente; también podemos tener un Panamá más democrático, férreo ante la corrupción y la desigualdad. Ese es nuestro desafío actual en la larga lucha por la soberanía.
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