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- 29/05/2009 02:00
Democracias sin vencedores ni vencidos
Las democracias modernas se construyen desde la confrontación entre los partidos políticos. En las elecciones, cada candidato, cada partido, presenta su programa, lanza sus “slogans”, busca captar los votos de los indecisos. Tras el resultado, queda una extraña sensación donde se mezcla la victoria y la derrota.
Quienes vencen, dicen que el pueblo ha hecho la mejor opción, que las urnas han declarado qué partido gobernará el Estado por unos años. Quienes pierden, también han recibido votos y apoyos, pero saben que han quedado al margen de los juegos de poder.
Aquí radica uno de los grandes peligros de todas las democracias: gobernar como vencedores y para los vencedores, y dejar de lado a los “vencidos”. El “buen gobierno” no consiste en mirar a los propios votantes ni trabajar sólo por una parte del pueblo.
El buen gobernante, el buen parlamento, tiene altura de miras y busca el bien de todos. Es difícil, hay que reconocerlo, contentar a todos. Por eso en las democracias, y en muchísimas decisiones de la vida ordinaria, unos quedan satisfechos mientras que otros protestan o se sienten perjudicados.
Pero dejar de lado la utopía de contentar a todos, no significa sentarse en el gobierno y parlamentos como el vencedor que humilla y ningunea a los vencidos. Se trata de mirar a la gran variedad del pueblo, en sus riquezas e intereses legítimos, para construir sociedades en las que la mayoría de los que votaron por el partido vencedor y de los que votaron por los perdedores, se sientan tutelados, ayudados y promovidos en sus derechos humanos fundamentales y aspiraciones más sanas.
La democracia se convierte en un sistema político perverso cuando olvida lo anterior y aplica la lógica del vencedor y el vencido; en cambio, se regenera y se convierte en un sistema atractivo cuando los que detentan el poder buscan que todos se sientan en casa, en una patria en la que serán respetados y defendidos los derechos humanos de todos, sin excepciones.
-El autor es sacerdote y filósofo. Roma, Italia.fpa@arcol.org