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- 02/10/2014 02:00
Valorar el salario
Los valores se han ido trastocado tanto en los últimos tiempos, que se le concede más valor al capital y a las ganancias, y la dignidad de las personas se deja en un segundo plano; no resultan importantes las necesidades básicas humanas. Observamos que las personas optan por ‘vender’ su trabajo al mejor postor y desaparece la autoestima. En ambas partes vemos que se utilizan mutuamente, el patrón busca el lucro y la mejor manera de aprovechar esta coyuntura, y acumular más dinero. Pero afecta su vida personal y familiar, enredándose en una vida llena de esclavitud, exacerbada por la competencia, que es una espiral de abusos consigo mismo y con el verdadero significado que debe tener un trabajo digno.
Los obreros o empleados, a su vez, se ven atrapados en la vorágine del consumismo, haciéndoles ver que el tiempo apremia para conseguir el ‘bienestar’, debiendo sacrificar horas de sueño, de diversión y ellas son vistas como un estorbo. Esto conlleva a que poco a poco se pierda el amor por el trabajo, se le vea como una explotación, como un abuso contra su dignidad y se empieza por culpar a los demás (empresas, Estado, patrones), de todas las desgracias personales.
Este estilo de trabajar, de vivir, hace que se pierdan las esperanzas de alcanzar un bienestar físico y mental. Al quedarse ambas partes en las expectativas, y cuando las cosas no salen como juzgamos deberían ser, aparecen los sentimientos de frustración, desánimo, pereza y el trabajo se hace irresponsablemente.
El trabajo es una labor digna, es un valor, cuando se ejecuta con responsabilidad, con amor, cuando se es consciente de que ‘no rindo cuentas a un patrón, sino a mí mismo y a Dios, que me juzga y observa en lo profundo de mi corazón’.
El intercambiar trabajo por bienes (dinero, bonos, reconocimientos, etc.), es la manera como se desenvuelve el mundo hoy; pero cuando se desvía el objetivo, buscando únicamente el lucro desmedido, un poder político absoluto, conlleva a comportamientos de explotación del hombre por el hombre y eso no es justo.
Qué hermoso pasaje del Evangelio de este domingo, donde un patrón ajusta un salario para cada uno de los trabajadores que contrata, lo hace enfocado en la dignidad de las personas, no en las horas trabajadas. La respuesta de los obreros ubicados en su baja autoestima, le reclaman al patrón, no les interesa su bondad y conciencia social. Si cada uno de nosotros fuera consciente de las necesidades de los otros, de los campesinos mal pagados, entonces haría su trabajo con alegría y todos saldríamos beneficiados.
Si el Estado realmente estuviera interesado en resolver el problema del trabajador del campo, quien siembra con mucho riesgo, a veces con poco o nulo beneficio al recoger la cosecha, otra cosa sería. Todas estas distorsiones se dan porque la riqueza está mal distribuida, por los mecanismos injustos del sistema financiero en que vivimos, donde lo que importa es producir al máximo, y consumir de igual forma, en aras del ‘crecimiento’ económico; esto conlleva a que se acumulen bienes y servicios en pocas manos con una avaricia y codicia enfermizas, que crean las desigualdades.
Este desajuste no beneficiará a todas las personas ni produce una auténtica realización de la felicidad humana. Si además le añadimos la grave corrupción presente en todos los niveles sociales, económicos y políticos, aupados por el flagelo del narcotráfico, del negocio ilícito (las coimas, chantajes, comportamientos bochornosos e inversión de los valores), tarde o temprano acabaremos por destruir el tejido social y económico de nuestras comunidades, de nuestra querido Panamá y de todo el linaje humano que tanto costó construir.
*MÉDICO-ROTARIO.
—COMISIÓN DE VALORES DEL CLUB ROTARIO PANAMÁ.