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- 15/09/2022 00:00
Un Seguro Social no quiebra
Las voces agoreras sobre la inminente desaparición del Seguro responden a análisis contingentes, pero sin visión estratégica. Me propongo en este escrito llamar la atención sobre un enfoque trascendentes.
Ante todo, me presento sin pretender hacer exégesis de la pertinencia de mis observaciones. He escrito varias obras sobre problemas de Salud y Seguridad Social de las cuales cito: 1- Organización de Programas Médicos. Ediciones Temas. 2- Atención Médica: Corrientes de Reforma, Ediciones CESCAT. 3- Conceptos y Retos de la Seguridad Social; Ediciones INES. 4- El Marco Ecosocial de la Salud. EUPAN. 5- Salud y Organización Sanitaria. Editorial Portobelo. Además, los siguientes opúsculos o folletos: 1-Aportes para la formulación de una política de recursos humanos dentro de las carreras de la función pública. 2- Antología de Proyectos hospitalarios. 3- Grupo de impulso a la carrera sanitaria (documentos de trabajo para cambios legislativos).
Soy médico salubrista jubilado y reivindico mi condición de testigo. He visto pasar infinidad de propuestas redundantes como quien amontona chatarrería hasta constituir montañas de escoria.
Un Seguro Social es como un salvavidas de corcho que no se hunde por más agujeros que le hagan. Es sencillo: la base argumental de una seguridad social es que una persona que tiene trabajo formal automáticamente genera un ahorro que casi siempre es la quinta parte de los ingresos; ellos van a una alcancía para las necesidades del presente y del futuro. Aclaramos que si alguien toma el chanchito con las monedas, el problema no es del ahorrista sino de quien custodia los ahorros.
Las necesidades del presente son contingencias, ya sean accidentes o enfermedades transitorias que impiden asistir al trabajo, la necesidad del futuro es la vejez que ocasiona el retiro del trabajo. Cuando eso ocurre, los fondos prevén el retiro tranquilo del trabajador, pero al proteger su condición de consumidor simultáneamente protegen al mercado, evitando la sustracción de esos consumidores que son los jubilados.
Dichas así las cosas, se entiende que un seguro social está compuesto por tres misiones: 1- la misión de salud que previene, restaurar o rehabilita al sujeto de la producción que es el trabajador; esta definición comprende forzosamente la salud familiar, cuya protección constituye un requerimiento psicosocial del trabajador. 2- La misión de retiro que pretende mantener dignamente la capacidad de consumo del retirado. 3- La misión de inversión que pretende resguardar y aumentar los caudales guardados para el retiro.
1. La misión de salud está encarecida, ya que, en vez de llenar la geografía nacional con unidades de atención primaria dispersas en cada vecindad, para lograr la atención oportuna, continúa, accesible y disponible para la población, se pretende sustituirla con la construcción de mega obras hospitalarias razonables solo cuando se ha resuelto la disponibilidad de acceso barato a los niveles preventivos y de atención primaria. Es lógico pensar que la construcción de mega obras es una necesidad para los intereses creados.
2. La misión de retiro protegerá al jubilado y al mercado solo cuando las pensiones sean objeto de una indexación periódica programada según el costo de la vida.
3. La misión de inversión, que es el pastel que todos se quieren repartir, se cumplirá con satisfacción cuando el Seguro Social se vea eximido de entregar sus caudales para que otros se beneficien. La ley debe autorizarle a ser co-inversor obligatorio de los grandes emprendimientos nacionales como canal, ferrovías, puertos, formación de recursos humanos, viviendas y todo proyecto de carácter estratégico que aumente la base de empleos para generar nuevos cotizantes.
Si el Estado no realiza el esfuerzo para la cobertura de salud de quienes no tienen empleo fijo; si no aporta lo previsto, todo se podrá discutir y corregir. La eficacia y la probidad de las estructuras de administración se mide en función del cumplimiento de las misiones. En lo que hace a la obtención de medicamentos debo tributar respeto a la memoria de mi difunto compadre Spadafora quien iniciando los años 70 proponía la creación de un Instituto Central de Medicamentos; entiéndase que tal entidad haría la compra directa al exterior y canalizaría hacia las instituciones requirentes los medicamentos demandados cobrándolos justamente.
Si los informales aumentan, deben crearse incentivos para el reclutamiento de cotizantes voluntarios, etc.
Algunas dirán que dibujamos un Estado con superfunciones, pero reflexionemos que lo que tenemos ahora, en donde la salud está a discreción de los vaivenes de los oferentes del mercado, parece más bien una pelea de burro amarrado contra tigre suelto. Es bueno que soltemos al burro. Es lo justo y necesario. Eso opino.