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- 06/01/2012 01:00
¿Quién corrige a las corregidurías?
Como le ocurre a muchos, se me había convertido ya en fría costumbre leer, escuchar y opinar objetivamente sobre el flagelo de la ‘violencia’ que, cada vez con mayor intensidad, afecta a la sociedad panameña. Pero, cuando el tema deja de ser lejano y nos convertimos en víctimas del mismo, el panorama cambia y la rabia, impotencia y clamor de justicia entran en juego.
Hubiera preferido mantenerme del otro lado, como mera espectadora. Lastimosamente no pude, pues fui víctima de un ataque irracional y despiadado, justo a las puertas del sitio donde se supone debemos ir los ciudadanos buscando protección cuando amenazan nuestra seguridad física y emocional.
Debo explicar que, luego de realizar consultas legales al sufrir un acoso telefónico que derivó en abiertas amenazas de agresión, acudí a la Corregiduría de Bethania para solicitar una boleta de alejamiento que detuviera estas intimidaciones. No obstante, el sitio que debió garantizarme seguridad, facilitó mi ataque.
Tras lo vivido, opino que dejar en manos del denunciante la responsabilidad de entregar la boleta de citación al denunciado es ilógico. Muchos dirán que los procedimientos legales son así, pero no tiene sentido si lo que queremos es distancia. En mi caso, pude conseguir apoyo policial gracias a ‘contactos’, sino hubiera tenido que pagar a oficiales para llevar la citación al domicilio de la persona, lo cual es un innecesario riesgo.
Además, la seguridad en las corregidurías es deficiente. Todas las veces que he ido a la citada corregiduría la presencia policial es decorativa, pues solo está una mesita vacía o que atienden oficiales poco atentos a lo que sucede en su entorno. De hecho, cuando me golpearon al culminar una audiencia de paz, los oficiales esperaron varios minutos, mientras me veían el rostro ensangrentado y oían a la agresora jactarse de su ‘obra’, sin hacer nada, hasta que el corregidor salió y dio orden de que la detuvieran. Me pregunto, ¿y si la autoridad no se hubiera dado por aludida, o no hubiera estado, qué hubiera pasado?, cero iniciativa.
Como consecuencia del ataque fui sometida a una operación quirúrgica para reparar la base ocular izquierda y colocarme una malla de titanio. La agresora es una funcionaria municipal que liberaron en menos de 4 horas, después del incidente, y sigue laborando como si nada, mientras yo aún tengo visión doble y continúo invirtiendo cuantiosas sumas para recuperar la salud.
Ya no soy fría. Tras esta experiencia me solidarizo al 200% con los familiares de muchas víctimas de la violencia, en especial con los de esas mujeres que, pese a haber realizado las denuncias en las instancias pertinentes, mueren a manos de sus parejas. No puedo evitar pensar que si a mí me pudieron agredir (y hasta matar) alegremente en la acera de una corregiduría y junto a una estación policial, sin que la culpable sufra consecuencias inmediatas, ¿qué podemos esperar que ocurra con quienes son amenazadas, golpeadas y asesinadas en sus casas, en el interior o lugares apartados, sin testigos y sin asistencia inmediata?... las expectativas de justicia son mínimas.
COMUNICADORA SOCIAL