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Agricultura regenerativa, una esperanza para el planeta
- 14/10/2023 00:00
- 14/10/2023 00:00
Hubo tiempos en que no se utilizaban fertilizantes ni pesticidas químicos en la agricultura; no existían. El ganado no vivía encerrado en establos ni las gallinas en corrales entre sus heces. Las manos eran las mejores herramientas para trabajar los suelos. En aquellos tiempos no emitíamos toneladas de dióxido de carbono. La energía provenía de fuentes naturales. La industria era principalmente artesanal, lo que limitaba la contaminación. La biodiversidad estaba prácticamente intacta.
La agricultura regenerativa plantea volver a las prácticas agrícolas del pasado. Con estos métodos se busca recuperar la calidad de los suelos degradados reduciendo la maquinaria pesada, usando abonos verdes, manteniendo las cubiertas vegetales y diversificando los sistemas de cultivo. Esta podría ser la esperanza para salvar al planeta Tierra.
Cuando Thomas Patton y su esposa, Adriana Roquer, entendieron que siempre habrá sol para hacer crecer la hierba, que con el ganado podían asegurarse de tener cada vez más pasto y que haciendo buenas prácticas agrícolas podían recuperar el suelo, decidieron hacer cambios en su forma de trabajar la tierra.
Patton y Roquer se definen como custodios temporales de las 2.500 hectáreas de tierra que tienen en medio de los arrozales de sus vecinos. No trabajan monocultivos, intentan tener la diversidad de los ecosistemas naturales, sembrando diferentes especies y evitando las grandes cargas de los cultivos únicos sobre el suelo.
Manejan bovinos, equinos, ovinos, patos, pollos y perros de trabajo. Todos son libres, los mueven de un espacio a otro para evitar enfermedades. Tienen el proyecto de la mosca soldado negro, cuya larva transforma residuos orgánicos en abono y proteína saludable para los animales.
Desde 2018 intentan guiar el proceso de la tierra y fuentes de agua que cuidan. Venden las carnes, aves, frutas, vegetales que producen. También los plantones y el producto que genera la mosca soldado negro.
Recientemente inauguraron el día de la finca: en el que brindan un recorrido por el lugar mientras explican los procesos; la visita incluye las comidas preparadas con alimentos cultivados allí, hasta las del bosque comestible que rodea la casa principal.
La finca regenerativa Coquira Soil Project está ubicada en la vía Coquira, en el distrito de Chepo, al este de la provincia de Panamá. Justo antes de llegar, el visitante se encuentra con el río Mamoní. En la granja, el verde de las plantas recibe a las personas. Un árbol de marañón –que nunca enfermó– detiene a quienes deciden admirarlo y a los que prefieren tomarle fotos.
“Mostramos la realidad de cómo producimos la comida. Damos una oportunidad de apreciar, entender y reconectar”.
Desde una casa de madera que fue construida desde el año 1919 –y recién renovada– comienza el día de finca. Pero primero el desayuno, café y jugo de papaya acompañan un emparedado con huevos revueltos. Empieza el recorrido a bordo de una carreta en la que antes transportaban cerdos –la limpiaron y adaptaron para que las personas se puedan sentar–, un tractor la hala desde el frente.
Los guías explican todo lo que se observa a medida que se avanza por el camino de tierra rodeado de verde. “Año tras año teníamos que sacrificar caballos porque sufrían de anemia equina. Comenzamos a reducir hasta eliminar el alimento procesado, cuando lo quitamos por completo, disminuimos la cantidad de anemia. No soy científica para poder probarlo, pero en la práctica lo estoy viendo, el animal está sano”, relata Roquer.
Eliminaron el uso de medicamentos en sus animales, evitando que estén más de 24 horas en su excremento. “La idea del pastoreo regenerativo es que el animal permanezca el menor tiempo posible haciendo el impacto necesario en la tierra y cambiándolo todos los días de sitio”. Sus animales no están en los establos, sino en potreros, libres, y comiendo pasto a libre demanda.
“Antes de mover a los animales a un potrero, colocamos gallinas para que limpien. En vez de gastar en insumos, utilizamos a los animales en el rol que ellos nos pueden permitir. El ganado es una máquina podadora, si mandamos a limpiar un potrero con machete, deben hacerlo entre seis y ocho personas, demoran mucho tiempo e incrementan los costos. Pero si uno tiene la cantidad correcta de animales, en el espacio correcto, esa poda es gratis”, dice Patton.
En Coquira Soil Project no utilizan pesticidas ni fertilizantes químicos. En Panamá, cada año se consumen unos 2,2 kg de plaguicidas per cápita, cantidad que supera a la de Centroamérica, donde la medida es de 2 kg. En el país se comercializan unos 64 plaguicidas altamente peligrosos que cuentan con su respectivo registro sanitario vigente, a pesar de que están prohibidos en otras naciones. Así lo detalla un estudio realizado en 2020 por el biólogo entomólogo Raúl Carranza y la bióloga-ornitóloga Ana María Jiménez.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés), toda la capa superior del suelo del planeta habrá desaparecido en 60 años, a menos que se adopten nuevas prácticas orgánicas, “tal vez no sea la única solución, pero es la mejor opción”, expresó Volkert Engelsman, activista de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica, durante un foro.
Las causas de la destrucción incluyen técnicas agrícolas con químicos, la deforestación que aumenta la erosión y el calentamiento global. Los suelos tienen un papel importante en la absorción del carbono y la filtración de agua, dice la FAO. “La destrucción de los suelos crea un círculo vicioso, en el que se captura menos carbono, sube la temperatura y la tierra se degrada aún más”.
Sin embargo, en todo el mundo las personas están usando prácticas de regeneración para sanar la tierra y estabilizar el clima. El documental Besa el suelo, disponible en Netflix, reseña algunos de los lugares, donde se están aplicando dichos métodos como en EE.UU., Haití y China.
El ecologista Jhon D. Liu cuenta en el documental que la meseta de Loess, cuna de la civilización china, fue regenerada completamente. “No había vegetación, hubo una destrucción ecológica total, se le consideraba el lugar más erosionado de la Tierra, sus habitantes vivían en la miseria”.
Desde 1994 hasta 2009, durante 14 años, en un área de 35.000 km2, trabajaron los mejores científicos del Banco Mundial. “Regeneraron el territorio, 20 millones de personas salieron de la pobreza, conocimos gente que era analfabeta y ahora sus hijos estudian en las mejores universidades del país”, expresa el ecologista.
“Este movimiento se utiliza en la descentralización. No voy a suplir ni al 50% de la población de Panamá, pero contribuyo con mi comunidad”, explica el dueño de Coquira Soil, quien emplea a unos 25 trabajadores que viven en Chepo.
¿Qué pasaría si todos hicieran agricultura regenerativa? “Salvaríamos al planeta. Habría más empleo, más personas de la comunidad trabajando en la finca, porque ya no dependeríamos de los productos químicos sino del manejo humano. Si las fincas vendieran localmente, las comunidades estuvieran más prósperas y la gente no emigraría tanto a la ciudad”, asegura.
La azolla es un tipo de planta acuática flotante que fija nitrógeno atmosférico. Es conocida por su capacidad para reproducirse rápidamente. En la finca la utilizan como fertilizante natural y como alimento para los animales.
En asociación con AlBios Panamá, Coquira Soil Project está desarrollando productos de alto valor nutricional (proteína de insecto para animales) y biofertilizantes orgánicos (frass). Gestionan y procesan los desechos orgánicos, evitando el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global.
Israel Ruiz, CEO de AlBios, comenzó el proyecto de la mosca soldado negro cuando estaba estudiando un diplomado de acuaponia.
“Procesamos desde embutidos, carnes, frutas y vegetales. Los trituramos para que sea la comida de la larva de la mosca soldado negro y los transforme en abono y proteína para animales (...) Convertimos alrededor de tres toneladas de materia orgánica al mes, que no es mucho para la cantidad de material orgánico que se desecha en Panamá”.