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Una pandemia que exacerbó la desnutrición en Panamá y la región
- 07/07/2021 00:00

Tras año y medio de pandemia, las vulnerabilidades en el sistema de salud se han expandido, siendo el ojo de un huracán lento, pero desastroso a nivel global. En medio de este periodo turbulento, la seguridad alimentaria para la infancia y la juventud se ha visto comprometida, llevando al 8,7% de Centroamérica a padecer hambre por falta de accesibilidad a alimentos básicos y saludables; así mismo, el 14% de la niñez panameña no tiene seguridad alimentaria y sufre de desnutrición, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Debido a la crisis económica que enfrentan los países en Centroamérica, el 37,4% de los centroamericanos (65,7 millones de personas) vive en condiciones de “inseguridad alimentaria y nutricional moderada o grave”, debido a falta de ingresos monetarios u otros recursos que les presentan el “desafío de llevar alimentos suficientes y de calidad a sus hogares”, según datos proporcionados por la FAO.
En un reporte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicado en 2020, antes de la pandemia el 35% de los niños menores de diez años en Panamá “vivía en situación de pobreza multidimensional”. Con el rápido crecimiento de la inseguridad alimentaria, las brechas en el acceso a servicios educativos y de salud “se han profundizado” debido a la emergencia sanitaria del nuevo coronavirus. El estudio también arrojó proyecciones de “pérdida de capital humano”, y señaló que se debe “mitigar el impacto desproporcionado” sobre los niños panameños, que deben ser el “centro de las políticas de recuperación”.
Así mismo, el reporte de la Secretaría Nacional para el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional apuntó que antes de la pandemia, Panamá presentaba el 17,7% de niños menores de 5 años con desnutrición crónica (baja talla para la edad) y el 6% de los niños menores de 3 años no estaba activo en programas de educación inicial.

Dentro del estudio 'El alto costo de la covid-19 para los niños: Estrategias para mitigar su impacto en América Latina y el Caribe', realizado por el BID, se aportan recomendaciones para el regreso seguro a centros educativos y de cuidado infantil, tales como: “Monitorear la salud y bienestar de los niños con regularidad a través de llamadas telefónicas y servicios de mensajería digital, o movilizando personal comunitario en contextos con limitaciones de conectividad. Además de recoger información sobre el estado de salud y nutrición de los niños en casos que presenten signos de alarma, incluyendo situaciones de vulneración de derechos”.
Según información estadística arrojada por el Ministerio de Salud (Minsa) en 2020, en su encuesta nutricional de salud nacional, el 15,8% (1 de cada 10 niños) se mantiene en condición de desnutrición grave y el grupo de edad más vulnerable se mantiene entre los menores de 2 años. Así mismo, las áreas comarcales han sido las más afectadas, entre ellas la comarca Ngäbe-Buglé y la Emberá donde uno de cada dos niños presenta baja talla para su edad, y la desnutrición prevalece un 39%.
Para el oficial de Nutrición de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Israel Ríos, la emaciación (adelgazamiento patológico) se relaciona con mayor riesgo de morbilidad y mortalidad infantil, haciendo que los niños sean susceptibles a infecciones, parásitos, diarrea, entre otras condiciones que incluye la muerte. Por lo tanto, considera importante “implementar programas de ayuda alimentaria en contexto de mayor pobreza, en las áreas indígenas y en donde la desnutrición infantil ya era un problema serio antes de la pandemia”.

“Además de las consecuencias económicas y de salud, el cierre de los colegios en países centroamericanos y el cierre de los Programas de Alimentación Escolar (PAE), cerca de 9 millones de niños y adolescentes dejaron de recibir lo que, para muchos de ellos, era la única comida o la más nutritiva del día”, explicó Ríos a La Estrella de Panamá, “las escuelas son espacios idóneos para promover mejores prácticas alimentarias y de estilos de vida saludables a través de intervenciones de educación alimentaria y nutricional”.
David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), apuntó en un comunicado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su página web oficial que “no tener acceso a los almuerzos escolares pone en peligro el futuro de millones de niños pobres en el mundo y corremos el riesgo de perder a una generación completa”. De igual forma, advirtió que se debe apoyar a los gobiernos para que “reabran las escuelas de manera segura y comiencen a alimentar a estos niños nuevamente”.
En este contexto tan complejo y desafiante, es necesario resaltar que los PAE juegan un papel importante en la ambición de los países con sus compromisos por cumplir las metas de Desarrollo Sostenible a 2030, contribuyendo a garantizar el derecho humano a la alimentación adecuada para los escolares. Según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2020, firmado por las Naciones Unidas, la población subalimentada en Mesoamérica alcanza a 15,2 millones durante el periodo 2017-2019.
Asimismo, el sobrepeso y la obesidad son hoy uno de los mayores y crecientes retos en la subregión. “Por cada persona que sufre hambre existen más de seis que sufren sobrepeso u obesidad. El sobrepeso afecta a todos los grupos etarios, en tanto que en escolares y adolescentes afecta entre el 20% y 40%”, comentó Ríos.

Para Ríos, Panamá presenta un panorama de recuperación crudo, que requiere de mayores programas de alimentación infantil efectivos tanto en las provincias como en las comarcas indígenas. “Integrar la nutrición de manera transversal es fundamental en la respuesta alimentaria a la crisis que vivimos”, señaló el oficial, “por ejemplo, incluir alimentos saludables en las bolsas con comida, sobre todo provenientes de la agricultura familiar local y campesina, pudiera cumplir doble propósito. Por una parte se mejora el valor nutricional de la ayuda alimentaria y por otra parte se dinamiza la economía en los territorios si son comprados a pequeños agricultores familiares”.
Una de las mayores consecuencias de la falta de una alimentación saludable en medio de la pandemia es la lactancia materna, ya que los niños afectados por desnutrición crónica son registrados menores de 2 años. “Esto se debe a que no se cuenta con una estructura de apoyo comunitario para asegurar la lactancia materna de manera exclusiva durante los primeros meses de vida; tampoco existen programas en el contexto de pandemia que refuercen la práctica segura de la lactancia materna”, apuntó Ríos, “además, la emergencia puede traer consigo la violación del código de sucedáneos de leche materna de Panamá, a través de la promoción y distribución de sustitutos de la leche materna durante la emergencia”.
Desde la FAO se señala la importancia de incentivar y fomentar programas gubernamentales como el programa 'Estudiar sin Hambre' de Panamá como un ejemplo de intervención sensible con la nutrición. Ríos también puntualizó que se debe trabajar como Estado en la elaboración de instrumentos de políticas que “contribuyan a promover cambios de comportamiento en favor de dietas más saludables”, no solo en el espacio escolar, sino a nivel individual, familiar y comunitario (centros de salud, hospitales, centros de trabajo, etc.); fomentar la educación alimentaria y nutricional (EAN) incidiendo en espacios educativos, mediante actividades coherentes y progresivas, que incluyan apoyos ambientales, para ayudar a los escolares (junto con el personal docente y las familias) a lograr mejoras duraderas en su alimentación; e incidir en las políticas educativas para lograr la inclusión de la EAN en la malla curricular, tanto de formación docente, como en la enseñanza en las escuelas; de esta forma tenemos la posibilidad de trabajar desde la educación inicial, en fomentar los cambios positivos de las generaciones presentes y futuras.
Es importante recordar que Panamá se comprometió en 2015 a cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, entre ellos el ODS2 que plantea la posibilidad de erradicar el hambre y combatir todas las formas de malnutrición, incluso antes de 2030.
“Será importante traducir todos los compromisos políticos, la estrategia de gobierno, las políticas y programas en acciones concretas que permitan el logro de las metas propuestas en los ODS”, enfatizó Ríos, “es por ello que resulta importante que los Estados continúen profundizando sus esfuerzos en fortalecer sus sistemas alimentarios sostenibles, para garantizar a todos, pero especialmente a los más vulnerables, dietas saludables”.