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Antología sobre la independencia de Hispanoamérica y la Constitución de Cádiz (1812)
- 28/03/2022 00:00
- 28/03/2022 00:00
En el presente artículo reseñaré los aportes de siete historiadores de la Universidad de Panamá (UP) quienes investigaron la independencia hispanoamericana y su vinculación con la Constitución de Cádiz de 1812, desde distintas perspectivas y abordajes. Para reseñarlos, me he permitido su clasificación en tres grupos, basándome en sus distintos énfasis temáticos, aunque estén interconectados en el contexto de la independencia hispanoamericana. El primer grupo de artículos está formado por los autores que focalizan su análisis en las instituciones y antagonismos políticos que conducen a la independencia hispanoamericana, su abordaje es principalmente funcionalista. El segundo grupo está formado por los autores que se sumergen en las identidades de clase, étnicas y nacionales que intervienen o coexisten durante la independencia y posterior formación de Estados nacionales, en Panamá e Hispanoamérica. Este segundo grupo enfoca su estudio en las identidades como fenómeno cultural y, excepcionalmente, se adopta el análisis semiótico. El tercer grupo está formado por una sola autora, porque incorpora la crítica epistemológica al análisis sociopolítico y cultural de las identidades de género, en el contexto de la historiografía de la independencia hispanoamericana.
El Dr. Mario Molina Castillo, en su artículo 'La Constitución de Cádiz en la transformación política y administrativa en el istmo de Panamá', destaca algunos de los impactos que, en su opinión, la Constitución de Cádiz ejerció en el istmo: negativos para el desempeño del comercio, por mantener restricciones comerciales y generar el contrabando; positivos, en la construcción de un ideario liberal que adopta el principio de la igualdad, elimina la esclavitud y apoya a la monarquía española desplazada por José Bonaparte. No obstante, el autor señala que, si bien los istmeños liberales se declararon fieles a la monarquía española, su ideario se orientaba hacia una monarquía constitucional, nutrida por el modelo político estadounidense, francés e inglés.
Entre los antecedentes de la independencia de Panamá de España, el Dr. Molina señala al escenario político de los años 1808-1820, caracterizado por una enorme inestabilidad política generadora de una angustiante anarquía administrativa: en la península, la revolución de Riego y Quiroga había dado un viraje a las riendas monárquicas españolas. El istmo se encontraba frente a los triunfos de Bolívar, la muerte del virrey Sámano y la desintegración de la Real Audiencia de Santa Fe, con sede en la ciudad de Panamá. A estos eventos se sumó la toma de Portobelo por McGregor, lo que llevó a Panamá hacia un caos administrativo. En este caldo de “río revuelto” el gatillo que disparó a los istmeños en favor de la independencia, a juicio del autor, fue la campaña del general Murgeon a Quito, para defender las tropas realistas contra los revolucionarios, por la grave crisis económica que generó con la descapitalización de la clase dominante. El Dr. Molina explica que el general Murgeon exigió altísimas contribuciones de guerra entre los istmeños que no podían tomar las armas, onerosos impuestos a los comerciantes, tomó tesoros sagrados de las iglesias y mandó expedicionarios al interior para acaparar todos los recursos que pudieran obtener, causando un gran descontento generalizado.
Por último, el autor defiende la tesis de que el prócer de la independencia de Panamá de España no es el conservador general José de Fábrega, como afirma la historia convencional, sino el escribano liberal y masón Francisco Gómez Miró, conjuntamente con el comandante Segundo Villarreal quienes, apoyados por el cabildo de La Villa de Los Santos, promulgaron el grito independentista de La Villa de Los Santos.
Por su parte, el Dr. Rafael Ruiz de Lira en su artículo 'La Constitución de Cádiz de 1812 y su incidencia sobre la independencia de América', explica que el objetivo de esta Constitución, en buena medida, era el de contener los antagonismos entre españoles, peninsulares y criollos por una parte, generados por la desigualdad de fueros y privilegios del antiguo régimen, mientras también daba un desahogo a la presión de las reivindicaciones indígenas y africanas, con respecto al trabajo forzado y la esclavitud, en el contexto americano. El autor identifica como antecedentes políticos de la Constitución de Cádiz de 1812 a la independencia de Estados Unidos de Inglaterra en 1776 y a la Revolución Francesa de 1789, como también reconoce como antecedentes de esta Constitución las revoluciones en América como la de José de Antequera en Paraguay en 1721, la revolución de los comuneros paraguayos en 1733, el gran levantamiento de Tupac Amaru en el Perú y la sublevación de los criollos en Colombia en 1782.
En su opinión, la Constitución de Cádiz en 1812 trajo decepción a las expectativas de libertad comercial de parte de los criollos, como también a las expectativas respecto de imposiciones tributarias para indígenas, negros, campesinos y siervos. La idea de supremacía e indivisible unidad de España sobre los territorios americanos, según el autor, abonó el terreno para la independencia criolla. Por otra parte, la abolición de los virreinatos y la consolidación de la autonomía para los Cabildos y Juntas de Defensa fueron esenciales para el surgimiento de los nuevos Estados nacionales independientes. La posterior abolición de la Constitución con la reinstauración de la intransigente monarquía de Fernando VII, junto a la represión contra los constitucionalistas de Cádiz, en España y América, fueron los detonantes de la guerra y de la independencia hispanoamericana.
A juicio del autor, la preocupación de la Constitución de 1812 era armonizar el poder absolutista con el constitucionalismo liberal; la monarquía con la democracia. Sin embargo, inesperadamente, la Constitución de Cádiz aceleró la emancipación criolla y acabó por apoyar la independencia de los pueblos y países de América, mientras propició avances constitucionales en América.
Por último, el Dr. Ruiz de Lira hace una evaluación de los aspectos negativos de la independencia de Hispanoamérica, entre los que destaca: el alto costo en muertes, daños, destrucción, corrupción política, fragmentación entre los nuevos países originados, divergencias económicas y sociales, la aparición del caudillismo y por mantener la exclusión de los indígenas.
Mientras el Dr. Molina visualiza la independencia de Panamá como el resultado de una convergencia de circunstancias políticas, y como una solución a problemas coyunturales, en un proceso dialéctico, el Dr. Ruiz de Lira evalúa las independencias hispanoamericanas, en su conjunto como una pérdida de oportunidades: la pérdida de oportunidades para la inclusión indígena, en el caso de América y la pérdida de oportunidades para la unificación democrática de las regiones de España.
Al incorporar el análisis institucional y político al proceso que configura identidades, el Prof. Pantaleón García ofrece un artículo de transición entre el tema de la independencia hispanoamericana desde la perspectiva institucional y política y la configuración de identidades hispanoamericanas y nacionales.
En efecto, el Prof. Pantaleón García entra al debate sobre 'La Constitución de Cádiz y su influencia en la independencia de Hispanoamérica' identificando, en las reformas borbónicas del siglo XVIII, en su intención por fortalecer el control administrativo en España y América y en el rechazo generalizado que ellas produjeron en América, las principales causas de conflicto entre España y América que, finalmente, producen la independencia hispanoamericana. A estos eventos, el autor suma la invasión de Napoleón Bonaparte a la península ibérica en 1808, que generó resistencia tanto en España como en América, en apoyo al rey Fernando. Explica el Prof. García cómo en el proceso de resistencia contra la invasión francesa de España, se crearon las juntas de gobierno locales, las cuales, con el tiempo, se convirtieron en juntas independentistas de España con relación a Francia y, más tarde, de América con respecto a España.
Explica el autor la manera en que estos conflictos fueron generando nuevas instituciones con sus ideologías las cuales, finalmente, moldearon una identidad liberal que ya no era criolla-española, sino criolla-hispanoamericana, y antagónica a la identidad peninsular, monárquica. En este sentido, la supremacía de España en relación con América y la desigualdad en la representación de diputados entre España y América, en la Constitución de Cádiz, transformaron definitivamente la resistencia americana contra la ocupación francesa en revolución independentista hispanoamericana. En este proceso, las juntas locales de gobierno instauradas por los liberales constitucionalistas, en opinión del autor, se convirtieron, primero, en agentes de resistencia contra la monarquía absolutista y más tarde, en América, ellas mismas se transformaron en células revolucionarias por la independencia de Hispanoamérica. Es así como el profesor García concluye que la Constitución de Cádiz puede pensarse como inspiración revolucionaria ella misma, debido a que generó conflictos por la desigualdad conceptual entre España y América, que alimentaron la identidad criolla hispanoamericana, que se independizará de España, configurando nuevos Estados nacionales en Hispanoamérica.
El Prof. Olmedo Beluche se sumerge en el análisis de la construcción de las identidades nacionales en los procesos de independencia en Hispanoamérica en su artículo titulado: 'La revolución hispanoamericana 1808-1810. De las abdicaciones de Bayona a las Cortes de Cádiz'. Para hacerlo, comenta la lectura del historiador François-Xavier Guerra y su libro Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas.
En primera instancia, destaca que las colonias americanas declararon su fidelidad al rey Fernando VII, como resistencia a la ocupación bonapartista en España, durante 1808 a 1810 con una posición tradicionalista muy fuerte. Señala el Prof. Beluche que, en este periodo, el concepto de nación que se adopta en América es todavía tradicional y no moderno como una sola nación con dos cuerpos: los españoles peninsulares y los españoles americanos.
Destaca dos causas mayores de conflicto entre peninsulares y criollos durante las deliberaciones de las Cortes en Cádiz. La primera fue el concepto de Las Indias como “dominios de España” que echaba por tierra las expectativas criollas de una igualdad entre los reinos de España y los de América. La segunda causa de conflicto resultó ser la desigualdad en la representación de vocales para España y para América, donde se adjudicaban 36 vocales para España y solo 9 para América, siendo que América era mayor en tamaño territorial y demográfico. Esto resultó en que las Cortes revolucionarias de Cádiz no tuvieran una genuina representación americana, desigualdad y agravios que los criollos antagonizaron en la instalación formal de las Cortes en Cádiz, fortaleciendo su identidad diferenciada frente a España.
Entre tanto, las cosas en América se polarizaron por la confrontación entre el viejo régimen, representado por los virreyes y el ejército, controlados por los peninsulares y el nuevo régimen representado por las nuevas autoridades de las juntas controladas por los criollos. Las juntas americanas desconocieron el nuevo Consejo de Regencia, al que acusaban de usurpador al haber disuelto la Junta Central sin consultarles. Pronto estas diferencias llevarían a la guerra civil en América en 1811.
En este escenario, el Prof. Beluche concuerda con el historiador francés en que las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 no pudieron impedir el proceso de resquebrajamiento del reino español, debido, entre otras cosas, al principio “modernizante” liberal de mantener un Estado unitario, obviando a las identidades regionales cuya raigambre popular era desde entonces muy fuerte, en la representación del Estado. Peor resultó la restauración de Fernando VII en 1814 y su abolición de libertades consagradas en la Constitución de Cádiz, aunada a una contraofensiva guerrerista que separó definitivamente a la antigua nación con dos cuerpos.
Durante este proceso político y administrativo se fueron construyendo y reinventando identidades regionales y nacionales tanto en España como en Hispanoamérica. En el caso de América, concluye el profesor Beluche con una citación del historiador Guerra: los reinos y las ciudades precedieron tanto al Estado como a la nación hispanoamericana. Y la tarea de los libertadores fue crear primero un Estado como punto de partida para la construcción de la nación moderna.
Por su parte, el Mgtr. Fernando Aparicio plantea poderosos argumentos respecto de la formación histórica de la identidad nacional panameña en su artículo 'Contribución de Panamá al proyecto bolivariano: 1821-1826', con base en las tesis elaboradas por autores como Justo Arosemena y Alberto McKay. Inicia su análisis el Mgter. Aparicio con la afirmación de que Panamá construyó identidad nacional diferenciada de las naciones de Centroamérica y Colombia debido a su estratégica posición geográfica y a su especialización económica, dedicada al comercio desde la época colonial. Defiende la tesis de que los intentos de separación de Colombia en 1830, 1831, 1840 y 1860, a pesar de sus diferentes propuestas respectivas, las une la iniciativa de líderes panameños de separar el istmo del gobierno de la Nueva Granada y la República de Colombia con proyectos antagónicos del Estado colombiano, en su momento. Que la independencia de Panamá de España fue realizada de manera autónoma, sin apoyo de los libertadores de Hispanoamérica y que contrariamente fue Panamá quien aportó recursos militares, pecuniarios y su ruta transístmica al Libertador Simón Bolívar; que la unión de Panamá a la Nueva Granada fue una decisión de las élites panameñas por adherirse al proyecto bolivariano con la esperanza de convertirse en la capital de esa confederación sudamericana y que el fracaso del proyecto de la Gran Colombia determinó la incompatibilidad de Panamá con los sucesivos proyectos de Colombia. En suma, el autor destaca entre los más importantes aportes de Panamá a las independencias de Hispanoamérica: la participación de dos generales panameños en las batallas independentistas de Junín y Ayacucho, el general Tomás Herrera y el coronel José Domingo Espinar, considerables aportes pecuniarios de la sociedad panameña, la participación de cientos de soldados a las revoluciones independentistas en Perú, el acceso expedito al paso interoceánico de Panamá para los revolucionarios y la realización del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, al cual asigna importantes logros políticos y diplomáticos.
Al final de su artículo, el Mgter. Fernando Aparicio plantea que la independencia de Panamá de España ha sido menospreciada en la narrativa historiográfica de Panamá, en buena medida por la pérdida de documentación respectiva. Recomienda enérgicamente emprender una campaña académica de revisión y rescate de la gesta independentista en el marco de su bicentenario, y de nuestro siglo XIX, para poner en valor sus procesos históricos, profundizando la narrativa de los movimientos políticos con un examen de sus estructuras socioculturales y económicas, para adentrarnos en el proceso cultural de la configuración de la identidad nacional de los panameños.
Mientras que el Mgter. Fernando Aparicio defiende la tesis de que la identidad nacional preexiste al Estado moderno, el profesor Olmedo Beluche afirma lo contrario: que es el Estado que construye a la nación moderna y las conclusiones del Prof. Pantaleón García sugieren que las contradicciones entre peninsulares y criollos, intensificadas en las discusiones de la Constitución de Cádiz, configuraron una identidad criolla hispanoamericana que desencadenó en guerras independentistas en Hispanoamérica. En este sentido, cabe preguntarnos: ¿es el criollismo preexistente que construye a los Estados hispanoamericanos? Siendo este una formación social colonial; ¿sería entonces la nación colonial en conflicto que construye el Estado moderno?
La Prof. Patricia Pizzurno entra en este apartado desafiando la narrativa sistémica subyacente en los autores que conciben el mundo colonial como un “sistema” fundamentalmente económico, con instituciones administrativas y orden social como sus instrumentos estructurales e integradores. Incluso desafía a quienes hoy consideran analíticamente correcto repensar las ciudades y poblados como entidades abiertas, fluidas y comunicadas con otras, quienes rompen con el hermetismo conceptual de la antropología tradicional. Desde la perspectiva de las identidades, la autora explora categorías tales como la mosaiquización, campanillismo y local centrismo (que evocan el concepto de aldea y provincianismo que conocemos), para sugerir que el istmo de Panamá en 1821 era un espacio fragmentado, sin comunicación, y habitado por comunidades más o menos aisladas que se excluían entre sí. Según la autora, la capital era un espacio separado y diferenciado, habitado por los criollos de San Felipe, pensados como la élite civilizada, en su ciudad amurallada. Su contraparte: el arrabal santanero, habitado por una comunidad africanizada y popular. El interior, a su vez, se construía con un caciquismo latifundista de origen familiar y su contraparte era una masa enorme de indígenas, concebidos como siervos analfabetos, empobrecidos y degenerados en proceso de conversión al campesinado, por medio de aculturación y mestizaje. Adopta el análisis semiótico para el análisis de la nacionalidad configurada por los criollos urbanos, y de la valoración compartida del espacio geográfico, imaginado destino manifiesto del puente del mundo. El carácter multirracial y multicultural del Panamá colonial, estructurado por España bajo un sistema de castas, es concebido por la autora como un problema para la construcción del nuevo Estado independiente, por parte de las élites criollas, que finalmente lo resuelven por la vía de la invisibilidad del “otro”, sea africano o indígena o mestizo, combinado con la idealización del indio originario. Al final, dice la Prof. Pizzurno, la utopía liberal de blanquear y europeizar un territorio heterogéneo para unificar la comunidad fragmentada de Panamá resultó un fracaso, mientras que sí logró imponer su utopía de país hanseático del país feria, propio de las élites urbanas de la ciudad de Panamá como molde unificador para todo el territorio.
El abordaje teórico de esta autora nos refiere al análisis cultural asumido con anterioridad por autores nacionales como Rodrigo Miró, Hernán Porras, Ricaurte Soler, Alfredo Figueroa Navarro y Ana Elena Porras, entre otros, para explicar la historia, la ideología y la cultura de los distintos grupos humanos Panamá, especialmente en lo relacionado a los significados del espacio geográfico de Panamá en el imaginario colectivo de los panameños, como versión istmeña de su destino manifiesto y las estructuras étnicas y sociales de los istmeños. No obstante, mientras estos autores sugieren que los espacios de Panamá y sus comunidades, así como sus modos culturales, se relacionan y excluyen entre sí dentro de un sistema integrado, competitivo y colonizador, que es al mismo tiempo económico, político y cultural, la Prof. Pizzurno opone la hipótesis de que estos espacios y sus comunidades experimentaron una historia de aislamiento, falta de comunicación entre unos y otros, fragmentando al istmo en una especie de archipiélago geográfico, social y cultural, que lleva hasta las últimas consecuencias la tesis del Dr. Alfredo Castillero Calvo en su libro Conquista, evangelización y resistencia.
Ante la tesis de la Prof. Pizzurno cabría preguntarnos: ¿No fueron la aculturación y el mestizaje procesos antagónicos de la sociedad fragmentada? ¿Acaso el aislamiento del interior con la capital inhibió migraciones, matrimonios y alianzas entre terratenientes y comerciantes durante las crisis en la economía colonial del transitismo? ¿Podríamos, tal vez, reconocer que coexistieron ambos procesos, de aislacionismo e integración; de etnicidad y aculturación; simultánea y paralelamente, ¿sin eliminarse entre sí?
Dentro de la línea de investigación de las identidades, el análisis de género en la sociedad de la independencia hispanoamericana no podía faltar. Y de esto se encarga, la Prof. Yolanda Marco Serra con su tesis sobre el androcentrismo en la sociedad y en la historiografía de la independencia presentada en su artículo 'Participación de las mujeres en los movimientos de independencia hispanoamericanos'. Allí afirma la autora que la sociedad latinoamericana de la independencia era una sociedad que segregaba a las mujeres, a los indígenas, a los negros, mestizos y mulatos de los espacios del poder político y administrativo. Y que, de manera coherente con las prácticas sociopolíticas, el imaginario sobre género, clases y castas la segregación de las mujeres trasciende a la narrativa historiográfica de la independencia de España.
En la narrativa historiográfica de la independencia hispanoamericana, la profesora Marco identifica un presupuesto subyacente, que da por cierto que las luchas independentistas son cosa de hombres, en la cual las mujeres han tenido una participación simbólica solamente. Por tanto, concluye la autora, la narración de la historia afirma que los protagonistas de los movimientos independentistas fueron los varones de una élite latinoamericana.
En su esfuerzo por deconstruir la historia convencional sexista de la independencia, Yolanda Marco señala que las mujeres latinoamericanas han sido invisibilizadas en la narrativa histórica revolucionaria, porque las que participaron activamente y desde distintos roles en los movimientos revolucionarios rompían los estereotipos sexistas del imaginario sobre heroísmo y, por tanto, eran eliminadas o mitificadas. Y propone una tipología, como instrumento para el rescate de la memoria histórica de las mujeres y de su participación en los movimientos revolucionarios por la independencia de España que identifica tres tipos: (1) El de las heroínas míticas, o “viejas” heroínas, como mujeres excepcionales; (2) Las mujeres en lo cotidiano que luchan por su propia supervivencia, la de su familia y la de otros; (3) Las mujeres víctimas de la guerra y de la violencia sexual; (4) Las mujeres transgresoras, guerrilleras, guerreras, lideresas sociales, mujeres independientes que propicia la propia guerra.
También recomienda la autora como armas para la arqueología de la participación de la mujer en la historia, no limitarnos a los documentos escritos ni a las grandes historias tradicionales, sino que abordemos a la historia oral y que incluyamos las pequeñas historias narradas incluso en las artes como documentos históricos, como lo hace ella misma con la obra de Goya para ilustrar la participación de las mujeres en la guerra.
Por último, la historiadora concede que la narrativa de las luchas independentistas de América Latina inventó una virtud nueva, incorporándolo al imaginario de la femineidad del siglo XVIII. Se refiere a la virtud cívica para mujeres de todas las clases sociales, las nuevas “beneméritas ciudadanas”.
De esta forma, la profesora Yolanda Marco incorpora el análisis social y simbólico de la segregación de la mujer, en la sociedad revolucionaria hispanoamericana del siglo XIX, mientras incluye también el análisis epistemológico de género en la historiografía de la independencia, con recomendaciones metodológicas y conceptuales de gran valor.
En suma, los siete autores de la presente antología permiten al lector adentrarse en el tema de la independencia de España con nuevos bríos, a partir de miradas distintas e interconectadas: sociopolíticas, culturales y epistemológicas. Con afán de deconstruir narrativas tradicionales: de una sola historia, para descubrir y valorar la diversidad en las historias como en los actores, rompiendo con los paradigmas liberales del siglo XIX que presumen la universalidad y homogeneidad androcéntrica y burguesa de los sujetos, a través de una reflexión autocrítica del manejo de las fuentes y de la teoría histórica.