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- 23/03/2022 00:00
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La controversia académica en torno a la separación de Panamá de Colombia el 3 de noviembre de 1903 es una de las características más atractivas de nuestra historiografía, que no ha menguado a pesar de haber corrido más de 120 años, hasta nuestros días. En esta oportunidad dedicaré mi atención a este carácter polémico y contradictorio en la narrativa historiográfica sobre el 3 de noviembre de 1903.
Lo primero que llama la atención del estudioso del 3 de noviembre es que, por encima de su carácter controvertido, donde cada versión escribe un relato diferente y hasta contrario a otros, no obstante comparten la autoproclamación de ser veraces y apropiación de “la verdad” histórica.
Esta difícil y hasta dolorosa búsqueda y demostración de la verdad de parte de nuestros historiadores se ha convertido en el hilo que conecta las diferentes versiones historiográficas y en indicador de las inquietudes filosóficas de los panameños (sobre el criterio de verdad) y éticas (sobre lo correcto o incorrecto en las decisiones políticas de los líderes) respecto a su pasado, que se prolongan hasta nuestros días.
La polémica sobre el 3 de noviembre de 1903, con sus verdades contradictorias, genera discursos plurales polarizados, que han construido una tradición historiográfica de Panamá que es dicotómica: De un lado, la leyenda negra (que acusa de corruptos a los gestores de la separación de Panamá de Colombia, fueran panameños, franceses o estadounidenses, de vender o comprar la soberanía de Panamá) y del otro, la leyenda dorada o rosa (que asegura que los próceres fueron héroes y gestores de la República de Panamá).
Los expositores en ambos extremos de la controversia se atribuyen el monopolio de “la verdad”, como si la verdad fuera solo una, la suya, y ella fuera una realidad objetiva o ente exterior al pensamiento, una existencia en sí misma que trasciende al imaginario colectivo. En su concepción de “la verdad”, quienes dicen poseerla parecen entenderla como única, eterna y absoluta. Por otra parte, ha habido también, hay que reconocerlo, autores eclécticos, que intentan recuperar lo mejor de cada extremo, en una síntesis compleja.
Al final, la narrativa oficial sobre el 3 de noviembre de 1903 sugiere que la creación de la República de Panamá fue resultado de un proceso histórico, cuyos antecedentes se encuentran en la independencia de 1821 y las subsiguientes separaciones de Colombia. El 3 de noviembre, en esta narrativa, es la culminación de este proceso de la nacionalidad. Además, esta narrativa oficial generó su leyenda elitista y dorada que idealiza a los próceres, cuyo sujeto está representado por hombres blancos.
Su criterio de valor destaca las habilidades negociadoras de los próceres y lograr la separación sin derramamiento de sangre. Destaca un análisis pragmático de real politik. Esta narrativa historiográfica es producto del transitismo como hecho histórico, modelo económico y cultura. La narrativa crítica, por su parte, deconstruye y reacciona a la anterior, acusándola de falsedad y encubrimiento de la corrupción de los próceres y descubre nuevos sujetos históricos en las capas populares de la sociedad, todos hombres también, aunque incluye a mulatos y cholos.
Esta narrativa destaca la ética y el principio de justicia social como criterios de valor y genera la leyenda negra. Deconstruye y opone al transitismo, pero forma parte de él.
Un tercer grupo narrativo de la historiografía del 3 de noviembre realiza una síntesis entre la historia oficial (y la leyenda dorada) y la historia crítica (y la leyenda negra), afirmando que el 3 de noviembre logra la separación de Colombia en circunstancias muy complejas, crea la República de Panamá y garantiza la construcción del Canal. Reconoce que en el proceso hubo tanto héroes como villanos, intereses personales y de clase en conjunción con intereses internacionales entre los protagonistas de su relato. Destaca como logros de valor, la anhelada construcción del Canal de Panamá, la separación de Colombia sin derramamiento de sangre y la creación de la República de Panamá, reconociendo que el costo a pagar fue el leonino tratado del Canal Hay-Bunau Varilla y una colonia estadounidense en la Zona del Canal durante casi 100 años (1904-1999). Nuevas narrativas descubren a mujeres, indígenas, afrodescendientes, chinos, etc. como nuevos sujetos históricos, mientras incorpora nuevos cuerpos teóricos como la postmodernidad y la descolonialidad, y nuevos conceptos como la diversidad cultural y el imaginario colectivo. Este grupo narrativo oscila entre reinventar el transitismo y deconstruirlo.
El 3 de noviembre de 1903 como narrativa historiográfica del transitismo es predominantemente positivista, con una tendencia a pensar la historia de Panamá como un proceso de evolución unilineal hacia el progreso, donde se construye “la verdad histórica” como instrumento ideológico elitista, aunque lo niegue cuando define la verdad como realidad única, absoluta y universal, como un ente metafísico objetivo. La narrativa opuesta o historia crítica, contraria a la historia oficial transitista, difiere de la valoración de la separación de Panamá y censura a sus líderes, amparada en el materialismo dialéctico. No obstante, comparte con el transitismo un abordaje teórico que concibe la historia como un proceso evolutivo unilineal, de menos a más, con sabor a progreso.
A manera de reflexión final, sugiero en la investigación de nuestra historia mayor presencia de análisis teórico de la historia, desde la postmodernidad y descolonialidad, porque permitiría comprender mejor nuestra complejidad historiográfica y cultural, analizaría las distintas versiones de nuestra historia en su calidad de narrativas historiográficas, permitiendo identificar modelos de pensamiento, imaginarios e historia de las ideas. Evitaríamos las historias únicas de un bando y otro. Superaríamos dicotomías obsoletas y ontológicas entre lo verdadero y lo falso, la realidad y la ficción.
Es hora de que quienes escribimos y discutimos historia en Panamá, superemos el positivismo histórico, por elitista y excluyente, adoptando la historia crítica de la descolonialidad, con una pizca de escepticismo ofrecido por la posmodernidad donde la “verdad histórica” es repensada en términos de diversidad (las verdades) y se presume como temporal (histórica), finita (válida en una sociedad determinada), relativa (culturalmente definida), dinámica (un proceso y no una cosa fija, ni un monolito) y compleja (diversa y desigual). Sí, es cierto: la verdad histórica es asunto complicado, aun dentro del territorio de la honestidad intelectual del narrador y sin adentrarnos en las falsas noticias. Pero es ineludible en el oficio del historiador.
Así, por ejemplo, al estudiar el 3 de noviembre de 1903, con abordajes de posmodernidad y poscolonialidad, tendríamos que agrupar las distintas narrativas historiográficas y sus leyendas en un mismo conjunto narrativo. Al considerarse una totalidad narrativa adquirimos un concepto más amplio y diverso sobre “la verdad histórica” de los panameños de hoy. Este conjunto narrativo incluyente y contradictorio podrá construir nuestra verdad histórica nacional, interpretativa, política, múltiple, controvertida y cambiante, que no contiene ninguna de sus versiones por sí sola, individualmente.