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- 16/02/2024 00:00
Presencia de nuestras editoriales marginales
Existe una importante labor editorial que poco a poco y con gran esfuerzo se realiza, a veces demasiado calladamente, en países pequeños como el nuestro, ausente de grandes editoriales y promotores dedicados buena parte de su tiempo a anunciar la salida de libros de nuevos cuentistas, novelistas y poetas, una vez que alguno de los pocos talleres literarios que existen desde hace años en nuestro país considera que un nuevo artífice de las letras se encuentra ya en condiciones de lanzarse al ruedo al publicar su primer libro.
Sin duda, esta paciente labor de escrutinio constante a los textos que preparan algunos de los nuevos autores que participan de forma activa en los varios talleres literarios que desde finales de los años ochentas del siglo pasado existen en nuestro país, es labor de los maestros de taller que además tienen también a flor de piel una vocación de editores que mejora con las críticas recibidas en cada nueva sesión.
Por supuesto, un autor que apenas empieza suele demorar bastante en volverse ducho en técnicas y estilo en la creación de poemas y cuentos, entre otras cosas que se escriben en dichos talleres. Y solo cuando repite esa demostración de conocimientos y recibe no solo la aprobación sino elogios de sus compañeros y del profesor, es cuando se puede decir que va alcanzando la meta de convertirse en un escritor bien capacitado para su oficio, además de eventualmente publicable cuando ya tenga suficientes textos disponibles. En lo personal, estuve todo un año en México becado bajo la fascinante guía de dos prestigiosos autores de ese país: Juan Rulfo y Salvador Elizondo en un lejano 1971.
Serán precisamente las críticas que se le hagan al tallerista cuando lea en voz alta sus textos las que le irán indicando logros y fallas de la escritura que se hace necesario enmendar y terminar dominando, antes de soñar con atreverse a publicar. Por supuesto, esto genera discusiones muy interesantes entre el conjunto de talleristas y el profesor. Y toma tiempo y paciencia de parte y parte.
Los talleres a los que me refiero suelen tener también implícito un aspecto editorial a fin de estimular a los nuevos autores a mejorar lo suficiente sus textos como para llegar a ordenarlos formando un libro completo de calidad bajo la asesoría del director del taller y dueño del pequeño sello editorial. Al respecto, pienso en los talleres con sus pequeñas “editoriales marginales” que desde hace años manejamos en Panamá unos pocos escritores de reconocida trayectoria: Carlos O. Wynter Melo, Enrique Jaramillo Levi, Carlos Fong, Silvia Fernández-Risco (de cuentos los cuatro primeros) y Salvador Medina Barahona (poesía), a mi juicio los principales en conocimientos y trayectoria, tanto en la calidad de su magisterio como por la de los libros destacados de nuevos autores que ellos han ido dando a conocer.
Empiezo con lo que tengo más a mano: mis propias experiencias en este terreno doble de dar clases de creatividad literaria y publicar libros que como resultado de lo anterior me han parecido valiosos (con el apoyo económico del autor; la cantidad de ejemplares acordado se le entrega casi por completo.). Siento orgullo de haber publicado el primer libro de cuentos de Ariel Barría Alvarado (q.e.p.d.), Héctor Collado, Salvador Medina Barahona, Melanie Taylor, Rogelio Guerra Ávila, Félix Armando Quirós Tejeira, Porfirio Salazar, Gilza Córdoba, Zary Alleyne,Yolanda Hackshaw, Danae Brugiati, Pedro Crenes Castro, Isabel Herrera de Taylor, Eduardo Jaspe Lescure, entre otros muchos autores hoy respetados. Algunos habían tomado antes el hoy prestigioso “Diplomado en Creación Literaria” que fundé en la UTP en 2000, y que se sigue ofreciendo anualmente.
Para esa actividad me han servido en diversos momentos los sellos: Editorial Signos; Fundación Cultural Signos; 9 Signos Grupo Editorial y Foro/taller Sagitario Signos. También desde el antiguo INAC y como editor de la Editorial de la Universidad de Panamá y en los inicios de la actual Editorial Tecnológica de la UTP. Pero debo confesar que aprendí el oficio editorial en México hacia 1982, habiendo publicado allí libros de varios autores panameños: Rogelio Sinán (“El candelabro de los malos ofidios y otros cuentos”) el poemario de la exiliada Diana Morán (“Reflexiones junto a tu piel”); así como una voluminosa antología de “Poesía erótica panameña”, que tuvo una segunda edición aumentada.
Así, desde hace más de treinta años mi oficio de editor también contribuye a enriquecer el panorama literario nacional apoyando a los nuevos talentos.