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- 10/10/2018 02:03
James Allison y Tasuku Honjo
En el mundo entero la palabra ‘cáncer' es la más temida, la que nadie quiere recibir como diagnóstico fatal, irremediable; oírla del médico de cabecera o del especialista, equivale a una sentencia de muerte. Mientras tanto, la humanidad ha abrigado la esperanza de que los científicos puedan encontrar el remedio eficaz que resuelva los temores que todos, en una forma u otra, abrigamos. Precisamente este año marca un hito en la lucha contra esos tumores malignos y la Academia del Nobel del Instituto Karoliska ha reconocido el esfuerzo de dos investigadores científicos que han dado luces y esperanzas de que el mal es vencible. Falta todavía mucho, pero existen legítimas esperanzas, gracias a una revitalizada inmunoterapia y a sus resultados revolucionarios.
El mérito corresponde a los doctores James P. Allison y Tasuku Honjo, quienes, en esfuerzos de investigación paralelos a miles de kilómetros de distancia en Estados Unidos y en Japón, arribaron a resultados impresionantes, gracias a los nuevos tratamientos para combatir la enfermedad. El doctor Allison es un investigador científico, mientras que el doctor Honjo es doctor en medicina; ambos investigadores son profesores universitarios.
Es difícil precisar detalles que ilustren elementos científicos del método descubierto; son términos y conceptos comprensibles a los expertos en esa ciencia. Pero podemos entender la estrategia del método. A diferencia de otras técnicas seguidas hasta ahora —la quimioterapia y la radioterapia, que son herramientas extrañas al cuerpo humano—, la inmunoterapia aprovecha los propios recursos del cuerpo humano para combatir las células cancerosas. Inclusive es también aplicable al esfuerzo por combatir el HIV.
El principio es simple: nuestro cuerpo, nuestra sangre, contiene Células B y T, células madre que se encuentran en la médula ósea; aunque ambas se colaboran en la lucha contra infecciones, bacterias y virus, las células T son las encargadas de destruir los tumores malignos que hayan descubierto y marcado las células B. Son diferentes linfocitos, popularmente conocidos como los ‘soldados del sistema inmunológico' o ‘asesinas naturales,' cuya función consiste en combatir infecciones para extender considerablemente la expectativa de vida de las personas afectadas.
Pero resulta que las células cancerígenas se saben proteger contra esos ataques mediante cerrojos o frenos que impiden la penetración de las células T cuando intentan introducirse para destruirlas desde sus propias entrañas. Allí es donde el resultado de las investigaciones de los galardonados con el Premio Nobel de Medicina 2018 cobra un significado tan especial. En efecto, descubrieron una nueva clase de drogas que desatan y empoderan las células T para romper esas trabas con muchos resultados beneficiosos comprobados; son, entre otras, conocidas comercialmente como Yervoy, Opdivo y Keytruda.
La buena noticia es que ayudan a revertir el mal en diversos órganos del cuerpo, como se ha comprobado con muchos pacientes tratados, incluyendo linfoma, melanoma, sarcoma. Una persona que es ejemplo de los resultados de estos tratamientos es el presidente Jimmy Carter, cuyo melanoma en el cerebro e hígado ha sido totalmente curado.
Aunque nada comparables con los males de la enfermedad principal, se han producido efectos secundarios indeseables, como erisipela y otros, mientras que quedan todavía por solucionar el costo anual prohibitivo de cada tratamiento, el hecho de que los resultados no son seguros para todos, y las batallas legales entre empresas farmacéuticas que se disputan la explotación exclusiva de las investigaciones que patrocinan.
Ya se ha logrado un dramático avance en la lucha por acabar con el flagelo de los tumores cancerígenos que amenazan nuestra existencia. Pero es necesario que Gobiernos y entidades filantrópicas perseveren aportando recursos para poder continuar profundizando en investigaciones como las de los galardonados.
EXDIPUTADA