• 07/05/2024 23:00

Gobernanza de minorías y el sistema electoral panameño

Mientras el sistema actual permita que minorías decidan el destino de la mayoría, el descontento y la desconexión entre los ciudadanos y sus representantes solo se acentuarán

Las recientes elecciones en Panamá han revelado, una vez más, una faceta recurrente y preocupante de la democracia representativa en el país. Según los datos electorales, Raúl Mulino ha obtenido 3 de cada 10 votos, seguido por Ricardo Lombana con 2 de cada 10 votos, y Martín Torrijos y Rómulo Roux, cada uno con 1 de cada 10 votos. Este patrón de votación evidencia una fragmentación significativa en la preferencia del electorado, reflejando una diversidad de opciones que, aunque amplias, parecen confundir al electorado, exacerbado por demagogos y una invasiva propaganda en medios y redes sociales que altera la psiquis de los votantes.

En un sistema ideal de democracia representativa, los líderes elegidos deberían reflejar las preferencias de la mayoría de los votantes. Sin embargo, en Panamá, el escenario es distinto. Con solo el 34% de los votantes eligiendo al candidato más popular, es evidente que más del 70% del electorado prefirió otras opciones. Esto nos lleva a un escenario donde las figuras electas no necesariamente representan la voluntad de la mayoría, sino que son producto de una minoría, en un momento coyuntural lleno de pasiones efímeras. Este fenómeno sugiere que el sistema actual puede estar fomentando lo que se denomina “gobierno de las minorías”, donde el “ganador” no necesita consolidar un amplio consenso para asumir el poder, abriendo la puerta a la arbitrariedad. Esto también está ocurriendo en las elecciones de los gobiernos locales.

El sistema de cociente electoral, medio cociente y residuos utilizado para asignar curules en la Asamblea Nacional ha sido otro foco de crítica durante varios lustros. Este método puede resultar en que políticos con menor aceptación popular obtengan un escaño debido a la matemática electoral y no por un verdadero mandato de los votantes. A menudo, los escaños se asignan más a los partidos que a las virtudes individuales de los candidatos, lo que puede llevar a que se desatienda la calidad de la representación.

Este sistema de asignación basado en cocientes, medio cocientes y residuos puede provocar una acumulación de “puntaje ficticio” para los partidos, permitiendo que estos ganen representación adicional que no necesariamente corresponde a un apoyo directo de los votantes hacia sus candidatos. Tal distorsión puede alejar aún más al sistema político de la voluntad popular, concentrando poder en estructuras partidistas en lugar de en individuos que representen fielmente las preferencias de sus electores.

La desconexión entre la voluntad popular y los resultados electorales tiene profundas implicaciones para la legitimidad democrática en Panamá. Un sistema en el que las mayorías no deciden de verdad sobre sus líderes puede erosionar la confianza en las instituciones políticas y fomentar la apatía electoral, que esta vez alcanzó un 20%. Además, la efectividad de un gobierno que no refleja el amplio espectro de la sociedad puede ser cuestionable, lo que puede llevar a políticas que no satisfagan las necesidades ni los deseos de la mayoría de los ciudadanos.

Frente a estos desafíos, se hace cada vez más evidente la necesidad de reformas electorales que promuevan una mayor equidad y representación en el proceso democrático. Tal reforma debe buscar minimizar las distorsiones producidas por el sistema de cocientes y optimizar la correspondencia entre la voluntad popular y la composición del gobierno y del legislativo.

Además, sería prudente considerar sistemas alternativos de votación, como la segunda vuelta para elecciones presidenciales o el voto preferencial, que podrían ayudar a asegurar que los líderes electos disfruten del respaldo de una mayoría más significativa del electorado, fortaleciendo así la legitimidad y estabilidad de las instituciones democráticas de Panamá.

Los resultados de las elecciones en Panamá subrayan un problema central en su democracia representativa. Mientras el sistema actual permita que minorías decidan el destino de la mayoría, el descontento y la desconexión entre los ciudadanos y sus representantes solo se acentuarán. Una revisión crítica y una reforma profunda del sistema electoral son esenciales para reconstruir la confianza en el proceso democrático y asegurar que Panamá pueda avanzar hacia un futuro donde la representación popular electa realmente refleje la voluntad del pueblo.

El autor es biólogo y académico

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