Falsario: según la Real Academia Española: “que suele hacer falsedades o decir mentiras”. En estos tiempos hemos presenciado lo que se califica como mentir a gran escala. Ejemplo 1: Trump, presidente de EE.UU., negó reiteradamente haber perdido las elecciones presidenciales del año 2020 -nos hizo recordar el lema atribuido al tenebroso jefe de propaganda de la Alemania nazi, J. Goebbels: “una mentira repetida mil veces, se vuelve verdad”, pero a la inversa: una verdad negada mil veces, se vuelve mentira (!). Sus fanáticos siguen convencidos de que hubo trampa, pero la dura realidad fue que todas y cada una de las más de 60 demandas presentadas sobre la legitimidad de los votos emitidos, en casi todos los estados del país, fueron desestimadas por las autoridades electorales al carecer de sustento, evidencias reales, etc. Ahora, después de reelegido, ha decidido enfrentar -en nostalgia enfermiza de la Doctrina Monroe del Destino Manifiesto- e intenta sojuzgar a Canadá, Groenlandia y a nuestra amada Panamá, a base de abiertas falsedades.

Ejemplo 2: Seguimos viendo hoy día la despiadada masacre perpetrada por el gran oso ruso en contra de Ucrania, país que decidió por votación popular abrumadora ser independiente y acercarse a la Europa de nuestro tiempo, en vez de vivir como apéndice de la hoy Federación Rusa, antes Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -título eufemístico adoptado por el régimen totalitario nacido de la Revolución Bolchevique, en realidad eran territorios anexados a la fuerza, so pena de exilio a las regiones árticas de la Siberia, territorio extremo usado para castigo desde los tiempos de los poderosos zares, soberanos inmisericordes del gigantesco y muy variado pueblo ruso. Los tártaros, pobladores originales de Crimea, nos pueden contar su gran sufrimiento al ser enviados por el dictador Stalin a las estepas siberianas, ahora están nuevamente dominados por la fuerza del tirano Putin. Vemos terroríficas escenas de destrucción masiva de ciudades, desde 2022 al iniciar esta supuesta “operación especial”, nombre engañoso: no es otra cosa que una guerra total contra una nación que vivía en paz. El agresor usual, los militares guerreristas; sus generales declaran, con avilantez, descaro, desparpajo: “nosotros no estamos atacando objetivos civiles” (!!). Descomunal falacia -solo es posible entenderla al ver que se trata de “consumo interno”, es decir, para la población rusa, que no puede conocer la verdad internacional, pues las noticias están severamente limitadas por el Estado poderoso que domina los medios de comunicación.

Recordemos que en 2003, la guerra contra Irak desatada por Estados Unidos fue justificada por el engaño de la presencia de “armas de destrucción masiva” que nunca fueron encontradas (!) y los “medios libres” nos ocultaron la enormidad de la destrucción y gran mortandad de civiles inocentes -ya estaban en Afganistán a raíz de los ataques suicidas del 11 septiembre 2001-. Hoy, en Gaza, decenas de miles de civiles desarmados mueren, incluyendo mujeres, niños y ancianos, en feroz represalia, venganza de Israel por el horrendo ataque de los terroristas de Hamás a asentamientos israelíes, donde asesinaron cruelmente a un millar de víctimas y tomaron centenar de rehenes. Las naciones o grupos insurgentes que practican el militarismo feroz, quedan grabados para la historia como lo que son: asesinos de poblaciones enteras, incluyendo sus propios soldados -que denominan carne de cañón, bajas, víctimas de la fiebre guerrerista que domina el orbe. El verdadero villano: las industrias armamentistas de todo el mundo, que medran, lucran y se aprovechan de los conflictos armados- cuidado que en realidad son los promotores subrepticios de los mismos. Oremos por la paz.

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