Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
Muchas veces confundimos la celebración de un día mundial con un solo día designado, lo cual es un error. La designación de un día conmemorativo, especialmente en temas socioambientales, marca el inicio de un ciclo anual donde los diversos actores involucrados tienen la oportunidad de invocar el lema y los objetivos adecuados para ayudar a resolver el reto planteado. Los grandes problemas del mundo se pueden solucionar con el aporte e ingenio de varias generaciones.
Es por ello que en este momento es oportuno invocar el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra cada año el 17 de junio. Este día fue proclamado por la ONU para sensibilizar a la comunidad mundial sobre los retos ineludibles de cooperación internacional necesarios para combatir la desertificación, más allá de las fronteras de este bioma natural, y los efectos de la sequía en las diferentes regiones del planeta.
El tema para el año 2024, “Avanzando juntos: De la escasez a la prosperidad”, busca abrir esperanzas, visión y acciones colectivas que enfrenten el desafío de este problema ambiental con acciones que garanticen la sostenibilidad en el uso de los recursos suelo, agua y bosques, que están intrínsecamente correlacionados. Sin suelos fértiles, agua y cobertura verde, se alimenta la desertificación. No menos importantes son las políticas públicas, que deben enfocarse en resolver el problema. Para los países más pobres se requiere cooperación internacional y formación de capital humano capacitado para manejar el problema. Debe haber una amplia conciencia ambiental entre los tomadores de decisiones y la sociedad, que debe entender que la desertificación debe ser combatida con estrategias sostenibles, otras rutas solo aumentan el problema.
Es vital que todos trabajemos a favor de la naturaleza, de la cual el suelo y el agua son la base. Sin ellos, no tenemos seguridad alimentaria ni agua, ese recurso vital para la vida. Este problema es más severo en algunos lugares del planeta que en otros. En nuestros países, siempre hay puntos que pueden estar al inicio de procesos de desertificación o pérdida excesiva de las aguas del suelo. Un segundo aspecto importante es que la desertificación afecta severamente la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, diezma la economía y el desarrollo de los pueblos, especialmente los rurales, y si un país depende de estas áreas, afecta a toda la nación o región, como ocurre en los países subsaharianos. Cuando los ecosistemas están degradados en exceso, surgen problemas aún mayores que terminan destruyendo las esperanzas de desarrollo sostenible de una nación.
Si bien la desertificación es un problema global, también tiene casos locales significativos en Panamá, a pesar de su clima húmedo y lluvioso. Regiones como el oriente de Azuero, Cerro Punta y el Arco Seco enfrentan este desafío ambiental. Por ejemplo, Cerro Punta, ubicada en la región montañosa de la provincia de Chiriquí, enfrenta problemas significativos de pérdida de suelo desde hace varias décadas, debido a prácticas agrícolas no sostenibles y a condiciones naturales adversas como la lluvia y la inclinación del terreno. La agricultura intensiva no regulada y la deforestación han disminuido la cobertura vegetal, aumentado la erosión del suelo, la lixiviación de plaguicidas hacia uno de los ríos más importantes de la provincia, y riesgos de desastres naturales.
Por tanto, el mundo y Panamá deben implementar prácticas sostenibles y fomentar la colaboración entre las comunidades locales, los gobiernos y las organizaciones internacionales para combatir la desertificación y asegurar un futuro sostenible. No hacerlo es perpetuar la irresponsabilidad generacional que tanto nos afecta.