• 24/07/2024 23:00

Decodificando valores: juicio y verdad (II parte)

Es difícil vivir con una duda constante, pero con una claridad mental y algo de investigación, es posible descubrir la verdad y tomar mejores decisiones

Continuando con el artículo publicado el 26 de junio, podríamos considerar que los avances tecnológicos y civiles facilitarían comprobar la verdad, pero irónicamente, la han complicado. Por ejemplo: un sospechoso es juzgado de un delito gracias a un video incriminante y una confesión firmada. Ya hace unos 30 años que videos se falsifican (fácilmente hace menos de una década) como también es posible que la confesión misma haya sido forzada y el problema es que no consideramos las razones que llevan a una persona a confesar a un delito como el riesgo de pagar un precio más alto que el encarcelamiento (como exponiendo su secreta vida digital). En la distópica película “Luther” se muestra cómo personas “normales” están dispuestas a matar o suicidarse con tal de que no se descubran sus perversiones cibernéticas.

La “inteligencia artificial” podrá avanzar nuestro entendimiento, pero desgraciadamente no se ha inventado una máquina que identifique la verdad. En la mayoría de los países ni siquiera el polígrafo es aceptado legalmente. En esta época de la “posverdad”, nuestra mejor herramienta sigue siendo nuestro juicio, que significa determinar una verdad basándonos en la probabilidad.

Pero nuestro juicio es problemático pues entre sus ingredientes están el ánimo, el prejuicio y las emociones, limitaciones que describe detalladamente el investigador, psicólogo y premio Nobel en economía, Dr. Daniel Kahneman en su libro Ruido, un fallo en el juicio humano. Este largo ensayo (escrito con Sibony y Sunstein) describe cómo consideraciones no profesionales (lo que él apoda “ruido”) influyen negativamente en el juicio. Ellos ejemplarizan a quienes consideramos como los más importantes juzgadores: jueces y médicos. Aunque sus decisiones sean de “vida o muerte”, estas son influidas por consideraciones no profesionales: desde el cansancio ante las largas horas de trabajo hasta presiones laborales y personales. Así existen inocentes en la cárcel y criminales en la calle, así como enfermos en la casa y muertos originalmente sanos.

A la hora del juicio debe tomarse en cuenta todos los puntos de vista, nuestra distancia de lo juzgado, o sea, nuestra objetividad, y entender el contexto, las razones por las que damos un juicio. ¿Será posible que algún día la inteligencia artificial pueda resolver este gran problema, lo conocido como la compatibilidad o “alineación” entre la máquina y el humano?

Brian Christian, en su libro El problema de la alineación (traducción del inglés por ChatGPT), advierte que la inteligencia artificial pudiera agravar el prejuicio que ya existe con algoritmos prejuiciosos que rechazan crédito, filtran contenidos, rechazan seguros o aplicaciones de trabajo. Si esta “inteligencia” es alimentada por humanos prejuiciosos, su resultado lo será también.

Nosotros juzgamos diariamente: desde extraños en la calle, colegas y amigos hasta a nosotros mismos, probablemente también de forma errónea. Un arrogante cree todas sus decisiones son correctas, ignorando datos empíricos, así como aquel con una baja autoestima dudará de todo, aunque tenga la razón.

Aun así, esta sigue siendo nuestra mejor herramienta para tomar decisiones y lo mejor que podemos hacer es reducir el margen de error, el “ruido”, en nuestro juicio. Primero que todo, debemos de informarnos mejor. Para realmente saber no es suficiente escuchar a un colega o dos o leer un artículo o noticia. El colega puede pensar que está en lo correcto desconociendo haber recibido información errónea. El reportero puede ser prejuicioso así como una noticia puede haber sido manipulada por sus editores con pretensiones políticas para luego, si tienen algún gramo de integridad, retractarse. Una forma de reconocer la verdad es “intersecando informaciones”. Hacemos un mejor juicio al recibir conocimiento de diferentes fuentes, filtrando y refinando los detalles hasta quedar con el elíxir de la verdad. Aunque nunca he visitado a China, la evidencia de que ese país existe es tan abrumadora que no tengo la menor duda que existe.

No pretendo tener una solución definitiva de cómo descubrir la verdad escondida o tener un mejor juicio, sobre todo. Descubrir la verdad es una labor ardua. Por lo tanto, invierta sus limitados recursos en lo que le es más importante. Investigue la verdad, aunque le cueste aceptarla o le sea dolorosa y estudie sobre casos similares (en el internet se encuentra todo, por más específico que sea). Consulte con las personas que mejor lo conozcan y desconfíe de consejos de quienes desconocen los detalles del caso (muchas personas aconsejan de buen corazón sin conocer el panorama completo). No desista (aunque sea lo más fácil) cuidándose emocionalmente (apóyese en amigos cercanos y, si es necesario, en un psicólogo). Haga actividades que le dan felicidad (esto aclara la mente). No juzgue o tome decisiones importantes ligeramente (a veces unos días después se ven las cosas diferente). Es difícil vivir con una duda constante, pero con una claridad mental y algo de investigación, es posible descubrir la verdad y tomar mejores decisiones. Y si al final de todo este esfuerzo descubre que erró, no se sienta mal pues de errores se aprende y recuerde todavía hay quienes creen el planeta es plano.

El autor es arquitecto
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