• 27/11/2024 00:00

Coaliciones ‘anti’

... estamos ante un cambio de era que está provocando una transición del sistema político y económico actual,... cada vez más incapaces de satisfacer las necesidades de los ciudadanos

El nominado a secretario de Estado de EE.UU. el senador Marcos Rubio, tiene entre sus planes la creación de una coalición de presidentes conservadores de América Latina para contrarrestar la ola izquierdista en la región, es decir, formar un bloque latinoamericano opuesto a las dictaduras y los populismos de izquierda que estaría compuesto por Argentina, El Salvador, Ecuador, Paraguay, República Dominicana, Perú, Costa Rica y Guyana.

Según el autor de la idea de la coalición antiizquierdista “...debemos inspirarnos en la nueva generación de líderes potencialmente proamericanos en el hemisferio occidental”. Adicionalmente, el presidente Javier Milei es quien ha manifestado más entusiasmo con la idea y, de hecho, en la reciente visita que realizó la presidente de Italia, Giorgia Meloni, le propuso crear una alianza de naciones unidas contra la tiranía y la miseria, encabezada por esos dos países e integrada por otros que “compartan sus valores” y agregó: “Hoy Occidente está bajo un manto de tinieblas y exige que quienes defendemos la libertad, aunque todavía seamos pocos, echemos luz y marquemos el camino. Porque como siempre digo: la victoria de la guerra no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo”.

Por cierto, apenas días después de esa declaración del presidente Milei, se constituyó en Argentina un grupo que se autodenominó “Las fuerzas del cielo”, y que se definieron como el “brazo armado” y “guardia pretoriana” del presidente Javier Milei.

Así que, por un lado, tenemos la idea de la creación de una coalición antiizquierdista conformada por líder proamericano, y por otra parte, entonces nos encontramos una alianza de naciones unidas contra la tiranía y la miseria, y en paralelo, un brazo armado y guardia pretoriana del líder de este último movimiento.

Adicionalmente, en los últimos años, se ha observado un ascenso de fuerzas políticas y sociales que critican a los partidos tradicionales, proponiendo un retorno a valores conservadores y atacando derechos de minorías sexuales y grupos étnicos. Este fenómeno se manifiesta en el crecimiento de partidos de ultraderecha en Europa y en la popularidad de líderes autoritarios en América Latina, señalando una resiliencia de ideologías reaccionarias que han sobrevivido a procesos de secularización y democratización.

Pareciera entonces que se está ante la posible existencia de un ciclo de nuevas derechas. A nivel global, se destacan factores como el descontento social, la politización de los jóvenes y el uso del miedo asociado a cambios culturales como estrategias electorales exitosas para estos movimientos. Este contexto resalta la complejidad y heterogeneidad de la ultraderecha actual, así como su capacidad para movilizar descontento y crear un nuevo bloque hegemónico en contra de los acuerdos liberales. Todo lo anterior nos deja ver que estas nuevas ideas y movimientos pudieran contribuir en hiperpolarizar las narrativas, en generar más fricciones sociales, ante lo cual habría que preguntarse qué tanto pudieran estas posiciones políticas contribuir a solucionar los problemas reales de los ciudadanos.

Cuando más de 700 millones de personas en el mundo padecen hambre, no tienen acceso a servicios básicos de agua potable, y otro tanto carece de electricidad, y 3.500 millones no tienen saneamiento gestionado de manera segura, la pregunta que entonces surge es si esas ligas “anti” lo que sea, son más importantes que una alianza global en pro de resolver problemas básicos del ser humano, y que si vemos todos los avances tecnológicos y científicos que tiene el mundo hoy día, pues resultan una vergüenza para la sociedad que no se hayan resuelto y que tantas personas sigan sufriendo semejantes calamidades.

El expresidente de Chile Eduardo Frei, en los años ochenta, lo advertía con claridad meridiana cuando decía: “Parece indudable que no puede haber una acción política profunda y creadora sin un pensamiento que la alimente. Cuando los hombres o los partidos pierden la claridad en las ideas y carecen de una interpretación coherente y racional de sus actos, corren rápidamente hacia la esterilidad. Disfrazan su desnudo en formas pragmáticas, que no pueden reemplazar su vacío interior, y derivan pronto a las peores formas del oportunismo”.

Indudablemente, estamos ante un cambio de era que está provocando una transición del sistema político y económico actual, que son cada vez más incapaces de satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

Pero, en todo caso, ¿será que estas alianzas definidas como “anti” lo que sea, son una solución viable, duradera, que genere inclusión social y protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos, generando mayor florecimiento económico?

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