- 30/11/2024 15:36
Celebraciones entre un progresivo deterioro social
Lo primero es reconocer que en todo hay excepciones, pero las observaciones en este artículo, algunas publicadas anteriormente, hoy se hacen en el marco de un progresivo deterioro en las conductas sociales que cada día se normaliza en nuestra sociedad. Lo que hagamos hoy, como nos comportamos y cómo lo corregimos hoy, si es que logramos corregirlo, definirá el sentido de sociedad y país del futuro.
Pasado el mes de la Patria con sus celebraciones este año en medio de desafíos climáticos en muchos sectores del país, iniciamos un mes en donde continúan las fiestas que de una u otra manera, unen más a las familias que en otras épocas del año. Es un mes en que para algunos, tiene un sentido religioso. Para otros, cierra un ciclo de 12 meses en que valoramos los eventos que nos han afectado, para bien o para mal y que abren nuevas esperanzas con miras a un futuro mejor. Sin lugar a duda, la mayoría deja a un lado los males colectivos y personales que nos han disminuido y abrazan la ilusión y la esperanza. Esperanza eterna para que la prosperidad llueva sobre todos y en especial sobre la familia.
En términos generales, iniciamos el próximo domingo 8 de diciembre, celebrando a las madres panameñas. En esta sociedad artificial del siglo XXI, la algarabía de estas y muchas celebraciones viene apoyada, irremediablemente, por el factor económico. Los bancos, las cooperativas y los gremios entregan los ahorros de Navidad de sus asociados. La economía panameña recibe una fuerte inyección de dinero proveniente del pago del XIII mes, bonos y demás. Los bancos ofrecen tarjetas de crédito sin intereses inmediatos. ¡Gaste ahora y pagué dentro de seis meses! Las ofertas en los comercios abundan. La población se entrega a un consumismo desmesurado. Comprar y gastar muchas veces en futilidades.
A través de los años, hay otro ingrediente que se ha ido tomando el espíritu de las fiestas: la inseguridad en las calles y ahora en el ciberespacio. Los anuncios de que circulan enormes sumas de dinero, producen una especie de condicionamiento psicológico que sirve de arma de doble filo: si ayuda a algunos a proteger sus bienes, también incita a los malandrines, los juega vivos y los estafadores a tratar de aprovechar la situación y hacerse del esfuerzo particular, con o sin violencia.
Si los comercios han contribuido a lo largo de los años a desvirtuar el sentido de las fiestas de fin de año, también la conducta consumista que han promulgado nos ha traído a este momento crucial en donde tememos por nuestra seguridad. Pero creo que las reflexiones como sociedad deben ser más profundas en tiempos de fin de año y fiestas familiares. Con la misma pasión con que les extiendo mis más profundas felicitaciones a todas las Madres, con igual ímpetu les pido que les echen un ojo a sus hijos e hijas, de todas las edades y pregúntese si caminan por las calles de este país con dignidad. Si su día a día está enraizado la honestidad y el respeto. O si lo que el resto de la sociedad percibe, es el reflejo de las enseñanzas que ustedes les brindaron.
Habrá serenatas, arreglos florales, desayunos y almuerzos suntuosos, caros regalos como muestras de amor y reconocimiento a las madres en tan especial día. Y ¿el resto del año? ¿Y el resto de los días? ¿El comportamiento público y privado de ese hijo o hija? ¿El nombre de la familia? ¿La vergüenza?
Este país pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia en materia de responsabilidad y decoro y, en tiempos de guerra contra la barbarie social, es poco pedir que la ciudadanía reflexione sobre el comportamiento que vemos a diario. Si la nobleza de esta fecha volviera a las raíces de la sociedad y prevalece con la fuerza del amor y el respeto que merece cada madre, no estaríamos viviendo con este sentido de miedo y desprotección que amenaza considerablemente nuestra paz. No sentiríamos la rabia y vergüenza que vivimos ante lo que hemos ido conociendo en materia de corrupción. Las madres de los maleantes, los de la calle y los llamados de “cuello blanco”, no tendrían que disimular su vergüenza o navegar sus días en la realidad del difícil deterioro social en la que vivimos.