


- 13/04/2025 01:00
Hace tiempo que no encontraba razones para ir a una sala de cine. Con una cartelera dominada por las historias fáciles y los efectos especiales, resulta mejor quedarse en casa e imaginar formas en las nubes. Sin embargo, cuando supe que Hijo de tigre y mula era parte de la oferta, enseguida reservé día y hora, y me entregué a los 105 minutos de proyección.
De la directora Annie Canavaggio, Hijo de tigre y mula es la historia del “complejo juego de diplomacia e intrigas internacionales” que rodearon las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter. En la pantalla aparecen fotografías y videos históricos que remiten a la historia reciente panameña, particularmente de los hechos de enero de 1964 y el llamado Día de la Lealtad, en 1969. Así se va introduciendo la figura de Omar Torrijos, protagonista principal de esta historia, y a las personas que hicieron parte del proceso negociador que culminó con el nuevo acuerdo que reemplazó los tratados de 1903.
No puedo sino estar de acuerdo con el colega Raúl Altamar Arias, quien en su blog www.altamarescribe.com alabó el pietaje del documental: la organización y ubicación del material recabado permite que la historia transcurra de forma fluida, mientras que voces de fondo complementan lo audiovisual en una virtuosa sucesión narrativa.
Tal como cuenta su directora, la película tomó unos siete años en concretarse, no solo porque implicó mucho tiempo de investigación bibliográfica, sino porque se atravesó la pandemia y los fondos obtenidos en 2017 resultaron insuficientes para costear el proyecto. “Hubo documentos que fueron decisivos, como los de la mesa de negociación que encontramos en Washington cuando estaban allá Arístides Royo, el embajador Bunker, Rómulo Escobar Bethancourt y Sol Linowitz. Son archivos bien difíciles de conseguir, y los conseguimos. También encontramos archivos de cuando llegaban los negociadores a Contadora, y sobre todo material del GECU, sobre la vida de Omar Torrijos en Coclesito”.
Además de documentos de archivo impreso y audiovisual, el documental requirió la lectura de varios libros y textos sueltos, entre ellos el que le dio nombre. Fue el escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) quien, en agosto de 1977 y a pocas semanas de la firma de los Torrijos-Carter, escribió en la revista Alternativa No.126 un texto que tituló “Torrijos, cruce de mula y tigre”.
En él, García Márquez dio a conocer algunos detalles sobre las jornadas “tensas, intensas y extensas” que supusieron las negociaciones, y mencionó que el principal defecto de Torrijos era su naturalidad. “Si hubiera que comparar al general Torrijos con los prototipos del reino animal, debería decirse que es una mezcla de tigre con mula. De aquél tiene el instinto sobrenatural y la astucia certera. De la mula tiene la terquedad infinita. Esas son sus virtudes mayores y creo que ambas podrían servir lo mismo para el bien que para el mal. Su principal defecto, en cambio, es lo que casi todo el mundo considera erróneamente como su mayor virtud: la naturalidad absoluta”.
Hace poco conocí Coclesito. Hasta el 2018 fue parte del distrito de Donoso, en la provincia de Colón, pero a partir de ese año se creó el distrito especial de Omar Torrijos Herrera, y Coclesito se convirtió en su cabecera. Tal como se muestra en el documental, Torrijos frecuentaba esta comunidad cuando era apenas un puñado de casas habitadas por almas olvidadas por la historia. Allí empezó un proyecto agrícola que ganó cierta fama y proyección; y sólo allí lograba sentirse cómodo, según García Márquez: “la verdadera personalidad de Torrijos no se expresa a cabalidad sino entre los campesinos (...). Tal vez por eso, cada vez que puede, Torrijos se escapa en su helicóptero personal y se va a esconder entre los campesinos. No lo hace (...) huyendo de los problemas. Al contrario: allí sus grandes problemas son más grandes”.
En la película se le ve conversando con los lugareños, trabajando, caminando por esas tierras húmedas de la cordillera. Aquí se escuchan voces de fondo de habitantes de la comunidad que llegaron a conocerlo y que lo recuerdan como un “abuelo”. Y aparece el gran mural que se encuentra en la iglesia católica del lugar, construida sobre una colina, que muestra a Torrijos como parte de la “iglesia que es pueblo y el pueblo que es iglesia”. Dicen algunos habitantes de Coclesito que el mural permanece cubierto con unas grandes cortinas blancas casi todo el año, y que solo se muestra cuando, cada 31 de julio, se conmemora allí un año más de la muerte de Torrijos, producida en “circunstancias que no me parecen del todo accidentales”, como también escribió García Márquez un 12 de agosto de 1981, en un texto que tituló “Torrijos”.
Resulta interesante observar cómo la historia de Canavaggio se enlaza con lo que vivimos hoy, es decir, cómo un documental no solo sirve para recordarnos cómo fue el proceso de recuperación del Canal y de las tierras de la antigua Zona, sino para resentir el hecho de que el país entero se encuentra actualmente en una especie de deriva política, padeciendo los delirios e imposiciones del gobierno de Estados Unidos, y la actitud pusilánime de “El rofión de Las Garzas”, tal como el escritor Pedro Crenes Castro se refirió al presidente José Raúl Mulino, en un artículo de opinión recientemente publicado.
Para Canavaggio, el principal aporte del documental es precisamente este: rescatar la memoria, pensar sobre lo que significa soberanía, patria, el hecho mismo de que el Canal esté en manos de los panameños. La película también permite pensar en ese Coclesito que tanto quiso Torrijos, y que hoy es una de las comunidades amenazadas por la minería a cielo abierto. Bien lo señaló Gabo en su texto de 1977 cuando, ante la inminencia de la firma, comprendió que lo más difícil vendría después: “El tema del canal ha sido tan enorme y absorbente, que va a dejar en la vida de los panameños un vacío casi sin fondo que ya no podrá llenarse con esperanzas, sino con hechos concretos. El pacto de clase que hizo posible la unidad nacional para el éxito de las negociaciones llega ahora a su fin. La oligarquía panameña (...) ha contribuido con sus mejores cuadros y con sus buenos oficios, y ahora se prepara sin duda para pasar la cuenta”.
Un par de cosas más quiero decir sobre Hijo de tigre y mula. Si bien es notable como trabajo documental y pieza de recuperación de la memoria histórica, también cabe decir que la imagen que se proyecta de Torrijos es la del hombre carismático que se sumerge en ríos y embalses como consecuencia directa de su propia naturalidad. El propio final del documental, aunque bien logrado, resulta incómodo para quienes sabemos que la historia alrededor de Torrijos tiene importantes matices grises. De hecho, la aparición de Manuel Antonio Noriega como contraposición tampoco es ingenua, cuando se le piensa políticamente.
Lo último que diré será más amable, porque realmente vale la pena ver el documental: los 105 minutos de proyección están bien acompañados musicalmente, pero los temas que más me conmovieron fueron los del gran Pille Collado, tal vez porque nos remiten a los años de infancia, a un tiempo histórico determinado y a la dignidad que, como pueblo, hemos sabido demostrar en los momentos que se han requerido.