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Salud digna, la deuda pendiente de Panamá con las personas trans
- 26/10/2024 00:36
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Al igual que el resto de los panameños, los hombres y mujeres trans tienen que lidiar con la falta de medicamentos, falta de insumos, falta de especialistas y las demoras para conseguir citas en el sistema de salud público. Pero también tienen que atravesar la sala de espera con vestido y tacones mientras una enfermera les grita “¡Juan!”, y sentarse a escuchar cómo el médico les dice que su enfermedad es algo que se merecen, que se lo buscaron, que busquen a Dios.
“Cinco días antes de morirnos, vamos al hospital”. Lo cuenta Venus Tejada, de la Asociación Panameña de Personas Trans. “Vamos a buscar salud, no un sermón. Los funcionarios llevan su religión al trabajo, nos dicen que eso nos pasa por ser homosexuales, nos juzgan”, añadió Venus.
El derecho a la salud es de todos. El artículo 105 de la Constitución Nacional lo deja claro: “Es función esencial del Estado velar por la salud de la población de la República. El individuo, como parte de la comunidad, tiene derecho a la promoción , protección, conservación, restitución y rehabilitación de la salud y la obligación de conservarla, entendida esta como el completo bienestar físico, mental y social”.
El propio ministro de Salud, Fernando Boyd Galindo, habló sobre la necesidad de mejorar la atención a grupos vulnerables durante una entrevista con La Estrella de Panamá. “Estamos constantemente haciendo una implementación de docencia, de enseñanza a todos nuestros colaboradores para que vean cómo se debe llevar a cabo la atención de los pacientes. Queremos mejorar hacia el futuro. Que los funcionarios sepan que efectivamente uno depende y vive o funciona gracias a que el ciudadano tiene una necesidad y tenemos que atenderlo bien”, declaró.
Salma Abril es una mujer trans guna oriunda de Sasardi Mulatupu, en la comarca Guna Yala. “Si tú vas a un centro de salud, llevas expresión femenina y entonces de repente te llaman Juan. Al levantarte todo el mundo se queda mirando. ¿Quién es Juan?”, comparte Salma, durante una entrevista en el Centro San Juan Pablo II. “Si tú le dices, por ejemplo, soy una mujer trans, algunos no entienden. Como me pasó a mí en el Santo Tomás, el doctor me dice: ‘¿Qué tú eres?’ Y entonces yo digo: ‘soy mujer trans’. ¿Mujer trans?... Y empieza a buscar en Google qué es mujer trans”, añadió.
Salma forma parte de la asociación Wigudun Galu, un colectivo guna que busca exaltar la figura de Wigudun, personaje conocido en la sabiduría guna por tener un alma y dos espíritus, la encarnación de la dualidad en los roles masculinos y femeninos.
Wigudun Galu hace un talleres sobre prevención del VIH e infecciones de transmisión sexual (ITS). Realizan pruebas de VIH y en caso de salir positivo, brindan apoyo comunitario y enlace con los servicios médicos.
Los casos de VIH y de ITS son más comunes en las personas trans que en el resto de la población. El 13,1% de las personas trans tienen algún tipo de ITS, 29.5% de las mujeres trans padecen de VIH, 3,9% de sífilis y 2,3% de hepatitis B, de acuerdo a un informe del Ministerio de Salud (Minsa) publicado en 2018, una de las pocas publicaciones sobre el tema en Panamá.
“La gente dice que a las mujeres trans les encanta hacer trabajo sexual. No es cierto,” afirmó Salma. “Nadie, nadie quiere hacer trabajo sexual durante toda la noche. Hay muchos problemas y peligros. Pero todos necesitamos trabajo. ¿De qué van a vivir? ¿De qué van a comer? ¿Cómo van a pagar el cuarto?”, cuestionó.
Salma llegó a la Ciudad de Panamá desde la comarca Guna Yala con 18 años. Cumplió 36 años antes de poder conseguir un trabajo formal. Muchas mujeres trans provenientes de las comarcas no han terminado la escuela. Al buscar empleo, son rechazadas por no hablar español fluido, por su falta de estudios o por expresarse de forma femenina. La forma de sobrevivir de muchas es hacer trabajo doméstico no remunerado. Cocinar, lavar, planchar, limpiar la casa, cuidar a los niños a cambio de un plato de comida y un techo para dormir.
Sin dinero, no es fácil acceder a una buena atención de salud.
“Muchas de mis compañeras no tienen trabajo. Entonces el limitante es la economía, no pueden acercarse al centro de salud. Además, muchas de nosotras no hablamos bien el español. Entonces si uno comete un error, nos discriminan, nos hacen bullying, se echan a reír. Cada vez que vas a un centro de salud, si hablas con la enfermera, si no expresas bien el español, te miran mal, te tratan distinto. Con ese trato, uno no quiere volver.”, explicó Salma.
Actualmente, Salma trabaja en una Clínica Amigable del Minsa, un espacio dedicado a la atención de personas trans, trabajadores sexuales y hombres que se acuestan con hombres (HSH). Las Clínicas Amigables no son edificios exclusivos creados para este fin. Consisten básicamente en un espacio dentro de un centro de salud que atiende un día a la semana, por un par de horas a entre 10 y 12 pacientes. Existen 8 alrededor del país, 3 en Panamá, 2 en Chiriquí, 1 en Colón, 1 en Bocas del Toro y 1 en Panamá Oeste.
Operan bajo la Ley 40 del 14 de agosto de 2018 que garantiza atención integral, oportuna y gratuita para personas con VIH o ITS y prohíbe cualquier estigma o discriminación contra estas personas, sus familiares o allegados.
No es la única normativa vigente. El 10 de marzo de 2022, el Minsa aprobó una resolución aprobando la Norma de Atención Integral para Poblaciones Clave. Entre los puntos establecidos en esta normativa está que se debe respetar el nombre y el género elegido aunque difieran con su documento de identificación y preguntar cómo desean ser identificados.
Además, enumera distintos problemas específicos que enfrentan como altos niveles de exposición a violencia, incluyendo ataques fatales como crímenes de odio; alta frecuencia de problemas relacionados con salud mental, alto consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas; efectos negativos de hormonas autoadministradas, inyecciones de relleno y otras modificaciones corporales, incluyendo complicaciones por malas intervenciones de reasignaciones de sexo y problemas de salud reproductiva.
“Esta norma de salud para poblaciones clave tomó muchos años de trabajo por diferentes organizaciones y personas. Sin embargo, la salud de las personas trans va mucho más allá del VIH,” apuntó Pau González, activista trans masculino y cofundador de dos ONG. “Existen a nivel internacional guías y protocolos de salud como las guías de salud trans de la WPATH, y también el curso gratuito avalado por la Organización Mundial de la Salud,” añadió.
Pau señala que se necesita más docencia y capacitación, eliminar el estigma y la discriminación y garantizar el acceso a medicamentos, tratamientos hormonales y servicios de salud mental.
En su caso, la discriminación no fue solo en la calle y las instituciones. Uno de sus familiares le impidió ver a su abuela por años.
“Me queda el amor y la aceptación que mi abuela siempre me brindó pues cuando ella podía hablar siempre me defendió ante todas las personas, y su amor siempre fue incondicional. ¡Siempre me llamó ‘Pau’ y me trató como su nieto!” Pau finalmente logró ver a su abuela dos meses antes de que falleciera. “El acompañamiento de salud mental es crucial para poder sobrellevar tanto odio que aún existe. Las personas trans somos personas. El derecho a la salud también es un derecho humano nuestro. Lo que pedimos es poder acceder a él sin barreras y sin discriminación. Que existan profesionales de salud que reciban el entrenamiento para atendernos basándose en ciencia y en evidencia”.