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¿Sabías que tenemos una mina de carbono orgánico en Panamá?
- 29/07/2023 00:00
- 29/07/2023 00:00
Lodo al menos hasta los tobillos, lindas zapatillas y botines enfangados con sustancias que sepa Dios cuánto tiempo tienen yendo y viniendo al manglar, estábamos un pelotón de periodistas siguiendo a pie juntillas las explicaciones de los expertos sobre la exploración con fines benéficos de una potencial mina de carbono orgánico, todo sea por ayudar al planeta.
En vísperas del Día Mundial de los Manglares (26 de julio), una veintena de informadores nos citamos en el moderno recinto del monumental sitio histórico de Panamá Viejo “ciudad destruida por crueles piratas que un día soñaron con tus tesoros…” dice Ricardo Fábrega en su popular y emblemática canción, para aprender que es el bien que le hace a la humanidad conservar su riqueza natural, parte de la bahía de Panamá que se extiende hasta Chimán.
Y valió la pena escuchar las explicaciones técnicas, algunas genuinamente complicadas, para entender que estábamos parados sobre una riqueza natural conocida como Carbono Azul en medio del manglar, rodeados de mosquitos, miles de cangrejos observándonos, posiblemente enojados por perturbar su rutina.
Esos “palos de mangle”, como popularmente se les llama en Panamá, que se resisten a ser depredados y fueron testigos de los combates en 1989 cuando decenas de paracaidistas de la potencia del norte invadieron territorio nacional y dejaron allí sus primeras bajas, tienen su historia propia.
Crecen aproximadamente a un ritmo de metro y medio por año –depende de la especie y las condiciones terrenas y climáticas- para cumplir, entre otras misiones, con dar refugio y alimentos a miles de aves migrantes y además capturar carbono (CO2) para conservarlo bajo tierra o en su estructura, lo que contribuye a atenuar el salvaje calor que nos agobia.
Convocados por Audubon Américas –cuyo interés es la conservación de este hábitat- expertos del Ministerio de Ambiente desplegaron todo su conocimiento en las casi cuatro horas que tomó “raspar” los conceptos e importancia de estos manglares, que en Panamá ocupan poco más de 183.000 hectáreas, la mayoría en la vertiente del Pacífico.
¿Qué ocurre?, la falta de data suficiente llevó alministerio de Ambiente, en colaboración de la Sociedad Audubon y Audubon Panamá, a emprender una investigación en la bahía de Parita y en la bahía de Panamá para conocer a ciencia cierta cuánto carbono se retiene, sus diferentes características y potencial para atenuar los efectos del cambio climático, para lo cual han contado con un apoyo financiero de 2,3 millones de dólares del Reino Unido, administrados por el Banco Interamericano de Desarrollo.
El carbón “secuestrado” (porque una vez capturado la planta y la tierra bajo ella no lo dejan escapar a la atmósfera), al menos en los dos casos que se están terminando de estudiar, significa 155 millones de dólares por año, y este es solo uno de los 33 “servicios ambientales” que prestan los manglares, marismas y pastos marinos.
Pero, salta a la vista en medio del lodazal donde observamos cómo los ingenieros y técnicos especialistas recogían muestras de suelo y enseñaban cómo se realizan las mediciones por parcelas y subparcelas –en lo que ya van para el segundo y último año- la inmensa cantidad de basura y plásticos que recalan en su superficie, traídos de quien sabe donde por las aguas.
Una ingeniera del ministerio panameño de Ambiente, Verónica González, con su peculiar manera de enseñar, entre muecas, bromas y metáforas, se esmeró en mostrar cómo lo que ocurrió en el Pleistoceno (se inició hace dos millones de años y se extendió hasta hace unos 10.000 años) de emisiones de efecto invernadero de 400 partes por millón se dieron, porque eran necesarias para preservar la vida en el planeta, se repite ahora.
El problema es que ahora es más frecuente la emisión de gases de efecto invernadero y no hay capacidad en el planeta para eliminarlas tan rápido como antes, y que a esta era le han denominado “Antropoceno” para designar las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad tanto la rápida acumulación de esos gases como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales, según lo define la UNESCO.
Por ello González enfatizó que, más que considerar el mercado de bonos de carbono –que es especulativo-, hay que centrarse en la atenuación de las emisiones para lograr un punto de equilibrio, y por ello hay que conocer qué plantas tienen los manglares panameños, para poder tomar decisiones debidamente informadas.
Efectivamente, las mayores emisiones las produce el transporte, la ganadería y los fertilizantes, pero Panamá “no es un generador importantes de gases de efecto invernadero, sin embargo, no puede escapar a los efectos” que este causa a la vida en el planeta, como los picos de altas temperaturas, sequía y anomalías que perjudican la salud de los humanos “como las alergias”.
También la matriz eléctrica de Panamá es 70 por ciento generada por energías renovables, lo cual contribuye a atenuar los efectos de los gases, aunque esto no se vea reflejado en los precios que pagan los usuarios por la electricidad, pero eso es otra historia.
Mientras observábamos los altos mangles, de unos 5 metros, y otras plantas que los acompañan, saltó a relucir otro dato valioso, el manglar de la Bahía de Panamá, específicamente en Panamá Viejo, alberga 12 de las 65 especies de esta especie identificadas en el mundo.
Además, Panamá tiene en su territorio nacional –hasta ahora- dos de los bosques “intactos” en el mundo, apuntó, uno es el Darién y el segundo el Parque Nacional la Amistad, que comparte con sus vecinos Colombia y Costa Rica, respectivamente.
La expositora clamó por un cambio en los hábitos de alimentación, respetando la “soberanía alimentaria” de la población, a través de la concienciación sobre los beneficios que generará, porque “sobre la ganadería, no se sabe a nivel mundial cómo bajarle la fermentación estomacal al ganado” para que emitan menos pedos y eructos. También es posible contribuir regulando el uso de fertilizantes, favoreciendo los orgánicos, acotó.
Por ello, el contar con un potencial de Carbono Azul retenido es factible para entrar al mercado de carbono, en donde se compran los créditos de carbono y los permisos de emisión, aunque, por lo que explicó la representante del Ministerio de Ambiente, no resulta tan fácil generar ingresos atractivos si el horizonte de estos instrumentos financieros debe ser cien años y su valoración es de centavos de dólar por cada uno.
Habría que tener al menos 5.000 hectáreas dedicadas a la captura de carbono azul para considerarlo rentable, detalló.
Los ingenieros Carlos Guerra y Karen Victoria explicaron la realidad de los flujos de carbono en el mundo y mostraron un mapa en el que se ubican los manglares en el planeta, precisando que solo el 20 por ciento aplican para financiamiento por los mercados y se localizan en el Sureste de Asia, parte de África y la costa del Pacífico colombiano, pero no hay documentación suficiente sobre los de Panamá y eso es lo que se investiga.
En Panamá el Mercado Nacional de Carbono, en formación desde 2020, “será de participación voluntaria, pero estará regulado por lineamientos establecidos por el Ministerio de Ambiente”, especificó Audubon Panamá en su guía sobre el tema.
“El Mercado Nacional de Carbono de Panamá continúa en desarrollo, liderado por la Dirección de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente de Panamá. En enero 2023 se lanzó la Hoja de Ruta de este Mercado, estableciendo el 2023 como año piloto, en el cual se espera completar la compra y venta de los primeros créditos de carbono nacionales”, añade.
La meta es lograr la neutralidad de carbono al año 2050 ¿lo logrará Panamá?
“Panamá Viejo, tus ruinas sagradas en noches calladas murmuran frases como plegarias…” cantaba Fábrega, habrá que incluir que sus manglares albergan riquezas que ningún pirata se podrá llevar…al menos.