Futuro con seguridad alimentaria

El desarrollo de la economía nacional ha priorizado la zona de tránsito -Ciudad de Panamá y Colón-, cuyos caminos, ferrocarril y el Canal, moldearon de manera decisiva la forma como se ha construido nuestra sociedad. Una realidad que algunos autores panameños han conceptualizado bajo la idea del “transitismo”, desde la que se ve al país, exclusivamente, como una “nación de tránsito” destinado por la Divina Providencia a la actividad puramente comercial. Una narrativa oficial que ha marginado históricamente al Panamá indígena y rural. Pero esas desigualdades entre el área metropolitana y el interior del país, cobran factura al momento de hablar de seguridad alimentaria. Durante la pandemia del covid-19 el sector agropecuario y productor tuvo un rol fundamental en abastecer de alimentos al país, fue una de esas actividades que nunca se detuvo por su carácter vital. Esa producción, mayoritariamente, tiene lugar en el interior del país. Así las cosas, cuando el mundo se cerró bajo duras cuarentenas, Panamá se vio obligado a enfrentar el hecho de que debía atender su seguridad alimentaria, un viejo problema en un país cuyos gobiernos dieron siempre la espalda al agro. El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés), publicado este año, reveló una disminución de la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. Panamá también ha mejorado sus registros ante ese problema, sin embargo, sin una política de Estado que ubique la soberanía alimentaria como un objetivo de primer orden, será difícil planificar un futuro en momentos que el cambio climático amenaza los accesos a alimentos. Aún estamos a tiempo de avanzar hacia una estrategia que evite escenarios de inseguridad alimentaria. Un trabajo que no solo le corresponde al Ejecutivo, sino también a la Asamblea Nacional, empresarios, campesinos y ciudadanos. El costo de no actuar a tiempo, será caro más adelante.