Aunque se ha registrado una leve disminución del flujo de migrantes irregulares por el Darién, esto no debe interpretarse como una señal de que el problema va a decrecer. Panamá es uno de los países que más dificultades ha tenido para enfrentar la crisis humanitaria desatada en la frontera colombiana y el trabajo de desplegar una política de seguridad firme junto a un irrestricto respeto a los derechos humanos. Las recientes amenazas de Donald Trump, cuyo país es uno de los más beneficiados de que a Panamá le vaya bien con la migración, plantea el reto de articular una estrategia fronteriza que no gire exclusivamente en los fondos de Washington. El Gobierno debe anticiparse y contemplar alianzas con otros países que impliquen el desembolso de dinero por parte de los Estados vecinos, incluyendo a las naciones que generan migrantes. No es correcto ni viable que nuestro país asuma toda la responsabilidad de una tragedia que es regional y mundial. Cualquier propuesta fronteriza ante la crisis migratoria tiene que tener como prioridad a Panamá y la defensa de los derechos humanos, no los intereses de otros Estados.

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