El estallido popular del 9 de enero de 1964 fue el punto de no retorno que precipitó la recuperación de la soberanía, un cometido que arrancó el mismo día que se constituyó la República, truncada en su desarrollo por el enclave estadounidense en el corazón de Panamá. La identidad nacional, tal cual la entendemos hoy, se moldeó al calor de esas lucha durante el siglo XX. Aunque el país se fortaleció con el fin del enclave en 1999, sería un error pensar que la nación panameña es un proyecto terminado. Como toda forma ideológica que emana de la sociedad, la idea de nación está sujeta a las contradicciones sociales y a los cambios de época. Tras 61 años de esa gesta heroica, ¿cuál es el nuevo horizonte que unifica al país en la consolidación de la nación? Si bien la atención está sobre los graves problemas nacionales en democracia, corrupción, seguridad social, desigualdad, minería, y ahora la amenazas extranjeras, no podemos perder de vista el bosque para únicamente ver los árboles. Hasta ahora ningún sector del país ha propuesto un rumbo claro que unifique a las mayorías en ese renovado proyecto de nación, como ocurrió aquel verano de 1964. Honrar a los mártires no es solo un ejercicio nostálgico, es una tarea de construir el Panamá para las actuales y futuras generaciones.

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