• 22/07/2024 00:00

Vivir con degeneración articular, un desafío invisible

El estigma asociado a las condiciones crónicas y degenerativas puede tener un impacto devastador en la salud mental y el bienestar emocional

El diagnóstico de coxartrosis (M16) y trastornos intervertebrales (M51.8) revela una cruda realidad: la degeneración progresiva del cartílago articular y de los discos intervertebrales, causando dolor constante, rigidez y una marcada pérdida de funcionalidad. Estas condiciones crónicas y degenerativas no solo afectan las estructuras óseas y articulares, sino también las funciones neuromusculoesqueléticas, limitando gravemente la movilidad y la calidad de vida de quienes la padecen.

El dolor asociado a la coxartrosis y los trastornos intervertebrales es una presencia constante y desgastante. Este dolor no es solo una molestia física; es un recordatorio perpetuo de la degeneración continua del cuerpo. Las actividades cotidianas, como caminar, levantarse de una silla o incluso dormir, se convierten en desafíos monumentales. El dolor es a menudo tan intenso que interfiere con el sueño, lo que a su vez contribuye a una fatiga constante y debilitante.

Los pacientes con estas condiciones desarrollan una alta tolerancia al dolor, no por elección, sino por necesidad. Aprenden a ocultar su sufrimiento para evitar la lástima o el estigma social. Esta ocultación del dolor es una estrategia de supervivencia en un mundo que no siempre comprende ni acepta las realidades de la discapacidad crónica. La expresión de dolor es frecuentemente minimizada para evitar ser percibidos como débiles o dependientes.

A pesar de la gravedad de sus condiciones, muchas personas con coxartrosis y trastornos intervertebrales enfrentan un escepticismo constante sobre sus necesidades y derechos. El uso de dispositivos de asistencia como bastones, muletas o sillas de ruedas, aunque esencial para su movilidad, es a menudo visto con críticas o falta de comprensión. La sociedad puede ser rápida en juzgar a las personas que utilizan estos dispositivos, cuestionando la legitimidad de sus necesidades y los beneficios que reciben.

Estos dispositivos, aunque imprescindibles, no son una solución mágica. Usar un bastón o una muleta puede aliviar parte del dolor, pero también implica una carga adicional. La constante adaptación del cuerpo a estos dispositivos puede causar dolor en otras áreas, como las manos, los brazos y los hombros. La silla de ruedas, aunque vital para la movilidad, limita la independencia y la capacidad de acceder a muchos espacios y actividades.

El estigma asociado a las condiciones crónicas y degenerativas puede tener un impacto devastador en la salud mental y el bienestar emocional. La percepción de ser una carga para los demás, combinada con la experiencia de dolor constante, puede conducir a sentimientos de aislamiento, ansiedad y depresión. La lucha diaria para mantener una apariencia de normalidad y funcionalidad es agotadora, tanto física como emocionalmente.

El reconocimiento y la adaptación a las necesidades de las personas con discapacidades crónicas son esenciales para su bienestar y dignidad. Sin embargo, este reconocimiento a menudo se enfrenta a barreras significativas. Las adaptaciones en el lugar de trabajo, como mobiliario ergonómico, horarios flexibles y pausas frecuentes, son esenciales para mantener la productividad y la salud de los empleados con estas condiciones. Sin embargo, obtener estas adaptaciones puede ser un desafío debido a la falta de comprensión y apoyo.

El acceso a los beneficios y derechos, como la seguridad social y los servicios de transporte adaptado, es fundamental. Estos servicios no son lujos, sino necesidades básicas que permiten a las personas con discapacidades vivir con dignidad y participar plenamente en la sociedad. Sin embargo, la percepción pública a menudo está teñida de prejuicios, y las críticas hacia quienes reciben estos beneficios son comunes.

Para abordar verdaderamente las necesidades de las personas con coxartrosis y trastornos intervertebrales, se requiere un cambio fundamental en la percepción social. Es crucial que la sociedad desarrolle una mayor empatía y comprensión hacia las realidades de vivir con dolor crónico y degeneración articular. Reconocer el valor de las adaptaciones y los dispositivos de asistencia no como ventajas injustas, sino como herramientas esenciales para la igualdad y la inclusión.

Cada persona con una discapacidad tiene una historia única de lucha y resistencia. En lugar de juzgar o cuestionar, es vital escuchar y aprender de estas experiencias. La inclusión y el respeto hacia las personas con discapacidades no solo mejoran sus vidas, sino que enriquecen la sociedad en su conjunto.

Las personas con discapacidades también anhelan bailar, correr, reír y saltar, pero a menudo se encuentran limitadas. Aquellos valientes que se atreven a intentarlo se vuelven resilientes ante el dolor que les provoca ir más allá de sus límites. Sin embargo, en esos momentos de superación, experimentan una plenitud indescriptible, una satisfacción que aquellos sin discapacidad disfrutan sin esfuerzo ni sacrificio. Para nosotros, cada actividad implica un esfuerzo descomunal, el doble de dedicación, pero nos recompensa con una alegría que ilumina el alma y nos recuerda que estamos vivos. Y sí, somos dignos. Dignos de sentir, de vivir, de soñar y de ser tratados con el respeto y la admiración que merecemos por nuestra incansable lucha y determinación.

Las condiciones crónicas y degenerativas como la coxartrosis y los trastornos intervertebrales presentan desafíos significativos que afectan cada aspecto de la vida de una persona. El dolor constante, la rigidez y la limitación del movimiento son solo una parte de esta realidad. La lucha por el reconocimiento, los derechos y la dignidad es continua y esencial. Al fomentar una mayor empatía y comprensión, podemos trabajar juntos para crear una sociedad más inclusiva y justa para todos.

El autor es abogado, politólogo, locutor
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