• 09/04/2025 00:00

¿Por qué problematizar la ciencia en y desde Panamá?

Hace aproximadamente un mes, Rella Rosenshain, comunicadora científica panameña con años de experiencia, recalcaba la importancia de la comunicación de la ciencia en Panamá, debido a la vertiginosa circulación de noticias falsas y la agobiante facilidad con la que se propagan. Concuerdo al 100 % con la forma en que expresó esta necesidad, así como con su análisis de las barreras que enfrenta el periodismo científico en América Latina. Pero es importante agregar que, para que esta labor se realice de forma exitosa, primero el ecosistema científico panameño debe conocerse a sí mismo y comprender cómo este y la sociedad panameña interactúan.

Los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) son un conjunto de disciplinas que generan debates y nuevo conocimiento sobre lo que entendemos como ciencia: sus procesos, resultados, quiénes participan, cómo se comunican y qué efectos tiene la popularización de ese conocimiento generado en la sociedad (Sismondo, 2010). Se institucionalizó como campo de estudio, primero en países del norte global (Norteamérica y Europa), y luego en el sur global (Latinoamérica y el Caribe, Asia, Medio Oriente, África y Oceanía), transformando así estereotipos sobre la ciencia que despojaban de agencia intelectual e innovadora a grupos específicos.

El ejercicio de hacernos algunas de estas preguntas nos puede ayudar a entender, por ejemplo, qué es la autoridad científica y cómo se construye. Para empezar, el conocimiento científico no es la única herramienta que utilizan los individuos o las sociedades para darle sentido a lo que ocurre a nuestro alrededor. No tener conciencia de que el conocimiento científico convive con otras formas (que llamaremos brevemente no científicas) puede conducirnos a la idea, histórica y sociológicamente desacertada, de que “la ciencia” posee esa autoridad casi de forma natural en una sociedad determinada.

Por ejemplo, en la encuesta de Ciudadanía y Derechos del CIEPS, se preguntó en 2021 y 2023 la valoración que tenían las personas sobre las instituciones y la comunidad científica en Panamá. Los resultados fueron positivos, con puntajes de 60,4 % y 62,3 %, respectivamente. Pero, por encima de esta valoración han estado las iglesias católicas y las iglesias evangélicas, cada una con más de cinco puntos porcentuales de diferencia. Cabe preguntarnos entonces: ¿qué hace que la gente confíe en las instituciones religiosas considerablemente más que en la comunidad científica? ¿Qué estamos haciendo bien o mal como comunidad científica para tener esta puntuación? ¿Y cómo logramos generar, tal vez, además de confianza, cercanía?

Las CTS nos ayudan a reflexionar también, histórica y filosóficamente, que la ciencia y la tecnología no han trabajado necesariamente siempre por el bienestar de la sociedad en general. De estos estudios han surgido políticas y protocolos sobre ética que (seamos sinceros) muchos hemos sentido alguna vez como un obstáculo burocrático más para desarrollar investigación científica, sin ser conscientes de que estos son de suprema importancia para proteger la dignidad humana y nuestra relación con la naturaleza; incluso sin ser conscientes de que nos protegen a nosotros mismos como científicos y científicas. Es un hecho que todas las disciplinas científicas tienen un oscuro pasado que ha costado la vida de grupos de personas y que ha generado desconfianza y temor en varias sociedades. Es importante entender que, al hablar de ciencia, estamos hablando no solo del conocimiento generado, sino también de las personas que la practican, que son tan seres humanos como quienes están fuera de ella; es hablar de instituciones que están, dependen y se mueven dentro de sistemas económicos y políticos tanto locales como internacionales. En mis próximos artículos de opinión, espero compartir con ustedes algunos de estos casos y lecciones aprendidas.

Pero, por ahora, finalizo con recalcar que problematizar la ciencia en y desde Panamá es una labor que requiere de un esfuerzo multidisciplinario para poder lograr íntegramente metas como la de atacar la desinformación. Y es que, por continuar con ese caso en particular, las redes sociales y las tecnologías de la información son un producto de la ciencia, una innovación tecnológica que se desarrolló en una región específica y que se diseminó de forma global sin tomar en cuenta, tal vez, ¿las realidades locales? Problematizar la desinformación en Panamá desde las CTS puede revelar relaciones de poder, fallas en el diseño, posibilidades de mejora, e incluso entrar en debate con el norte global, que tal vez no puede ver un sesgo que nosotros sí. En mis próximas entregas espero compartir con ustedes estudios panameños y de otras partes del mundo que entran dentro de esta categoría y abrir esa conversación.

Y, aprovechando que ya has llegado hasta aquí, ¿qué preguntas te surgen sobre ciencia y tecnología en Panamá?

*La autora es máster en sociología de la London School of Economics and Polítical Science e Investigadora Asociada del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales-AIP
Lo Nuevo