Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 31/07/2024 00:00
¿Por qué matar a Omar Torrijos?
Los primeros días o a unos meses del misterioso “accidente aéreo” que hizo volar los cuerpos calcinados de Omar, su tripulación y acompañantes, ese fatídico 31 de julio de 1981, también creí en “el accidente”, ello a pesar de algunas interrogantes y dudas que me asaltaron un tiempecito después. Por ejemplo, si el FAP 205 despegó en horas del mediodía de Penonomé con un plan de vuelo y cálculo de llegada de menos de media hora a su destino acostumbrado, el capitán Azael “Cholito” Adames a esa travesía con muchas horas de vuelo capeando con cierta frecuencia los rigores y comunes tormentas lluviosas en invierno de esa área montañosa que divide Coclé de Colón, y habiéndose escuchado en torres de control aéreo con su voz indicar “FAP 205 suspendido el plan de vuelo”, (indicación que tenía la pista de Coclesito frente y cerca de su nave, por lo cual no seguiría usando la radio), ¿cuáles razones habían hecho subir el avión inesperadamente en pocos minutos a un nivel de aproximadamente 3,000 pies de altitud y que extrañamente se estrellara contra el Cerro Marta?
Esa misma pregunta la formuló el difunto y expertísimo piloto capitán Hermes Carrizo -según uno de sus hijos que desde adolescente acompañó a Omar en sus patrullajes aéreos - al coronel Alberto Purcell al encontrarse con el militar en las puertas de un banco.
¿Había razones para querer matar al comandante y el líder más grande que ha tenido Panamá? Es obvio. ¿De qué naturaleza? De varias.
A nivel geopónicas - las principales - al no obtener James Carter su reelección, por su fracaso de salvar a los rehenes estadounidenses de Irán, bajo la amenaza de los sublevados revolucionarios que derrocaron al Sha finalmente en Panamá, a petición del propio Carter a Omar, luego que no encontraban otro país que lo asilara, y también en buena parte por “entregar el Canal a Panamá”, llega a la Casa Blanca el dúo Republicano Reagan Bush, el último el real poder y controlador de todo el aparato complejo de los servicios de espionajes e inteligencia contaminado de sangre por décadas.
Bush había dicho literalmente “comunismo igual cáncer y hay que extirparlo”.
Para ese hombre - súper experto en ordenar muertes - “Omar Torrijos era comunista”. Punto. ¿Por qué? Había contribuido a derrocar al último heredero de la dinastía Somoza y ayudado a los comandantes sandinistas, además de apoyado a los dirigentes salvadoreños del FMNL incluso enviándoles su avión a México para reunirse con la cúpula política en Farallón más de una vez (a pesar de que por vía de allegados a Carter, Omar le informaba al presidente gringo de sus ideas y planes para la paz en Centroamérica).
Carter comprendía que dicha paz y fin de combates y muertes masivas de insurgentes y militares pasaba por buscar cambios profundos en las castas militares y terratenientes codiciosos que tenían a Centroamérica con pueblos hambrientos. Carter llegó incluso a enviar a su subsecretario para Latinoamérica, Vacky, a pedir la renuncia como presidente de El Salvador, general Romero y dar paso a una Junta Provisional de Gobierno.
Caído Carter, Reagan, inspirado por George W. Bush, giraron su timón 180 grados. Y Omar en Panamá “era un estorbo grande”.
Se revivió el plan abortado de Richard Nixon para asesinar a Omar.
Documentos desclasificados de la CIA fueron publicados con notas como estas: “Un grupo de matones se encontraba ya en México camino a Panamá para acabar con la vida del líder militar, pero el plan fue abortado en medio del creciente escándalo político que involucraba al entonces presidente Richard Nixon, revela un reportaje de siete páginas de la revista Inquiry , recientemente publicado en la página web de la CIA.” . Y Nixon frente a Bush era un niño de pecho.
Muy tarde, ya reo en Miami, Noriega llega a decir: “al general Torrijos lo mata un grupo de tarea encabezado por la CIA”. Solo que asoleó ese macabro magnicidio muy tarde disgustado por su larga condena.
¿Hubo manos nacionales, de uniformes, en ese complot? Hoy no tengo dudas; poquitas, de tres o cuatro, pero las tenía que haber para completar el complot. ¿Causas? El anuncio del “repliegue a los cuarteles y vuelta a la dinámica política participativa”, fue de mal gusto para al menos un par de altos jefes militares, que deseaban poder y no jubilaciones.
¿Algo más? La codicia es antiquísima e inmortal en humanos.