- 06/04/2025 00:00
Vamos duro con la reducción de sal
El Ministerio de Salud nuevamente ha iniciado un esfuerzo por ayudar a la población a consumir menos sodio y prevenir miles de muertes cardiovasculares cada año. La idea es apuntar a las más de 150 categorías de alimentos (piense en embutidos, encurtidos, pan, sopas, etc.) que son los principales vehículos de ingestión de sal en Panamá.
Los esfuerzos anteriores para presionar a los fabricantes de alimentos para eliminar el sodio de sus productos han sido extremadamente lentos. Han pasado más de dos décadas desde que el Minsa se embarcó por primera vez en este camino de reducción voluntaria de sodio, y este esfuerzo finalmente se produjo años después de que los expertos y asociaciones de consumidores pidieran a las autoridades que lo hicieran.
Si se hubieran cumplido los objetivos de la primera fase, habrían disminuido la ingesta promedio de sodio de 3.400 a 3.000 miligramos por día. Esta fase estaba programada para entrar en vigor en 2020, pero la pandemia fue una buena excusa para postergar todo. Una segunda fase de reducción apuntaría a una reducción adicional: hasta 2.750 miligramos de sodio por día. En particular, esto sigue siendo más alto que los 2.300 miligramos por día recomendados por las Guías Alimentarias. Reducir el sodio en el suministro de alimentos tiene el potencial de ser una de las iniciativas de salud pública más importantes en nuestra generación. La reducción de sodio y otras iniciativas de nutrición son fundamentales para un enfoque más amplio del Minsa para ayudar a reducir la carga de las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta y promover la equidad en salud.
La autorregulación de la industria no ha sido lo que esperábamos. Más de la mitad de las categorías de alimentos siguen teniendo exceso de sal. De allí la importancia que el Minsa retome el tema y comience a monitorear los productos. Una evaluación preliminar consistiría en comparar datos actuales con una base de referencia del año 2010 (cuando el Minsa comenzó todo este proceso) y dividir las casi 150 categorías de alimentos con objetivos de sodio en dos grandes grupos: categorías de alimentos envasados y categorías de alimentos de restaurantes. Entre la comida envasada y la comida de restaurante, ambas se dan la mano en la cantidad excesiva de sodio que contienen.
Según investigaciones y estimaciones, más del 60 % de las categorías de alimentos envasados han mantenido su nivel de sodio, incluyendo alimentos envasados para niños pequeños y bebés. Igualmente, las categorías de alimentos lácteos y cereales requieren reducir más el sodio. Con respecto a los restaurantes, no es ningún secreto que esconder el salero no ha resuelto el problema, más bien lo ha agravado. No es secreto que los alimentos cuando salen de las cocinas de los restaurantes contienen un alto porcentaje de sal. A ningún cocinero le gusta que le devuelvan un plato por falta de sal. Los mayores infractores son los platos con ingredientes mixtos, llámese pasteles, arroz frito, pastas con salsas, pizzas, sopas de carne y ensaladas.
Deja mucho que decir el adoptar un enfoque voluntario al ver la cantidad de categorías de alimentos que no han logrado reducir el sodio e incluso han avanzado en la dirección opuesta. Claramente, bastantes fabricantes de alimentos han determinado que hay pocas o ninguna ventaja en reducir el sodio, especialmente si estos objetivos no están respaldados por decretos, normas o leyes de estricto cumplimiento. Debido a que el Minsa no ha centrado su estrategia en el monitoreo ni en las verificaciones, es difícil precisar qué progreso se ha logrado. Por eso es fundamental que el Minsa conozca las categorías y aprenda cuáles son las que impulsan el consumo de sodio mayormente. Por ejemplo, las salchichas y el tocino aportan más que las pizzas y los encurtidos, etc.
Sabemos que en el Minsa hay funcionarios con voluntad y disponibilidad para hacer las cosas y es por eso que debemos como país dar el paso en la dirección correcta y tratar de ser más ambiciosos en los resultados. Aquí hay vidas que salvar y punto. Un enfoque no agresivo da como resultado el relajamiento y eso no salva vidas.
El Minsa debe reunirse urgente con la industria y dar un ultimátum de 120 días. Y advertir algo muy simple: cumplen o tendrán que vérselas con una ley que defina un etiquetado frontal, vía octágonos o semáforos, y que al final los consumidores decidan qué comprar. Obviamente, lo ideal hubiera sido una autorregulación de la industria alimentaria, pero pareciera que a los industriales y comerciantes les está costando entender la realidad y aceptar su responsabilidad. Por ahora, mantengo esperanza y espero que el Minsa dé su ultimátum.