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- 27/04/2022 17:25
Poeta de utilidad
La poesía ayuda a vivir. Su alma es la palabra inmaculada para cantarle a la vida. Compañía leal de los patriotas que en su heroicidad no se dejan arrebatar la patria.
Es la bandera en su mástil. El viento arrodillado a sus pies.
El arte de la poética es un rito. Una salutación. La soledad acompañada donde se talla lo que el corazón dicta. Es la música que surge del imponente altar del amor. El abrazo que conmociona. La lágrima vencida por la ausencia. La impotencia por los que mueren. La muda voz del dolor.
La poesía es gratitud para quienes nos dieron aliento, país y cielo.
La escritura es un oficio de luz, orfebrería y misterio. Es una maravilla. Siempre plasmando, inventariando, denunciando y profetizando.
Amigos todos
Recibo el honor inmenso de la Condecoración Nacional Rogelio Sinán.
Mi agradecimiento al Gobierno Nacional que preside el Señor Presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen; al Consejo de Escritoras y Escritores de Panamá quien decidió y valoró mi obra poética. Al Ministerio de Cultura y al Ministerio de Educación, quienes convocan y otorgan cada dos años esta Condecoración.
Este honor lo atesoraré entre las cosas más queridas. Es un regalo inigualable y conmovedor.
Son 52 años sin pausas desde el primer cuaderno poético de 1970. He podido pintar con las palabras y tomar fotogramas verídicos del tiempo histórico que me tocó vivir.
Mi familia -Helena, esposa, Ethielt, Jihan, hijos, y los nietos, Ethielín e Ivana, el porvenir encarnado- están aquí acompañándome; la vida ha sido buena y generosa por tenerles. La casa es el lugar donde escribo y cada día les agradezco el espacio y el tiempo que me dan, y, sobre todo el aliento amoroso para insistir en la escritura solitaria.
Yo estaba en aquella acera con Domingo López Chang, marido de mi tía abuela, frente a las cariátides de bronce del Instituto Nacional, en la puerta del colegio heroico. Allí está mi infancia y allí crecí, en calle Estudiante, en Santa Ana, bajo el aguacero. Siempre olía a lluvia.
Domingo tuvo la delicadeza de poner en mis manos los primeros libros de literatura panameña que leí. Estábamos allí y por la otra acera venía caminando sin prisa este hombre impecable.
-Mira, ese que es Rogelio Sinán. Ese es el poeta, Sinán-
Lo vi, saludando y conversando con los estudiantes institutores. Fue toda una revelación ese día singular: un niño en la pobreza de un barrio pobre de la ciudad de Panamá, se asombró por ver por vez primera al escritor vivo, a la estela luminosa cuyo nombre es Bernardo Domínguez Alba. Al poeta predestinado que cambió el curso de la literatura de nuestro país.
Sinán trajo las novedades y noticias del otro lado del mar Atlántico. Él y Roque Javier Laurenza, desataron un impulso de la poesía panameña: el vanguardismo irrumpió con vigor en Panamá y su poemario Onda, de 1929, es la pieza clave de ese salto.
El Maestro Rogelio Sinán es el escritor más completo e importante que ha producido la nación panameña.
Con medio siglo que mediaba entre ambos, fui su amigo en la poesía y en vida.
Señoras y señores:
Nuestra literatura está hecha de eslabones que brillan en un hilo de plata que une a todos los escritores de Panamá, desde sus orígenes, en generaciones sucesivas, hasta hoy.
Allí está la hermosa legión, elegida y digna que ha escrito los versos inmortales, los libros que nunca morirán, las páginas con sus plumas, sus máquinas, sus computadoras. Creadores de mundos. Manuel María Ayala, José María Alemán, Gil Colunge, Tomás Martín Feuillet, Amelia Denis, Ricardo Miró, Demetrio Korsi, Demetrio Herrera Sevillano, Gaspar Octavio Hernández, Esther María Osses, Elsie Alvarado de Ricord, José de Jesús Martínez, Pedro Rivera, y los jóvenes de hoy.
La poesía es una comunión de múltiples seres, nacimientos y resurrecciones, es la suma de hechos ardientes de la vida misma.
En 1990 publiqué Poeta de utilidad pública. Es un verso prestado del Premio Nobel chileno de literatura Pablo Neruda.
La utilidad pública de la poesía se basa en la fuerza y la ternura, para servir a otros, curar heridas, dar aliento y no perder la esperanza. Sin esas calidades, la poesía suena pero no canta.
Escribo obsesionado sobre un tema recurrente: la memoria que anida en nuestro ser y los pigmentos centelleantes de nuestra identidad nacional.
Para escribir han sido inspiradores los hechos que ocurrieron, las sangres que se mezclaron, la sagrada de la matriz que nos formó.
Ello es, la placenta de la panameñeidad. Es un intento que no cesa: saber quiénes somos y cómo nos atrevimos a vivir. Cómo se gestó, de qué sentimientos está hecha la nación panameña
Escribirle a la patria, sobre sus años duros y los de su esplendor, sobre su vértigo geográfico, sobre el abuso por quienes le ocuparon, ha sido una motivación poética, incluyendo la transustanciación poética con aquellos seres anónimos, invisibles, sencillos, que han hecho este país, que lo han amado y que han muerto por él.
En suma, es la poética de la memoria. Ese registro de lo que vieron las pupilas de nuestros ancestros, la marcha de una caravana humana y cuya historia está escrita en la piel y las espumas de los mares que nos circundan.
El mar es nuestro infalible testigo. El deslumbrante mar que nos hizo.
El borde de los océanos es nuestro hogar. Los panameños somos el caracol y su laberinto sonoro. Aquí oramos y blasfemamos, con los ojos inyectados de esperas, soledades y alegrías encendidas.
Panamá es una tierra dulce y de agua salada, es nuestro alero. Panamá es el estrecho, las aguas que estaban unidas y se separaron al emerger un muñón de tierra con costras, piedras y huesos; el puente del continente americano y que volvería a abrirse excavándolo con máquinas y colosales trabajadores. Cruzar entre los mares fue un milagro de imaginación y persistencia. La proeza titánica. Hacer aquí en la angostura el Canal, el lago y el portentoso río que lo alimenta de agua dulce.
La epopeya que nos legó la interoceanidad como un supra valor geográfico, que conecta pueblos y acorta distancias.
En el tercio selvático -El Darién- está el cuerpo inerte del conquistador como Vasco Núñez de Balboa, sigue allí de pie ante un mar desconocido. Pero por paradojas de la historia allí lo decapitaron.
Fueron siglos sin libertad y sin independencia. Los estandartes ajenos fueron los de las consecutivas colonias.
La nación, titánica, se fue armando y emergió pese a todo. Se ha ido forjando contra todo pronóstico, multicolor, pluriétnica, diversa, entremezclada, politonal, danzarina veloz, fusión de rostros, manos y pisadas. Fue aquí, ante el agua, el sol oblicuo y el sopor ambarino de estas costas, nacimos crujiendo como langostas y cangrejos en el dolor de nuestro parto.
Señoras y señores
Escribir en un país fracturado en su geografía, no fue fácil. No fue fácil crecer y vivir junto a los ocupantes, consciente del sesgo físico, en la herida quemada de la tierra dividida, en la confusa cotidianeidad de no tener lo que te pertenece.
La posesión foránea del Canal y sus bases militares. Un pabellón extranjero enclavado en nuestro suelo que laceró nuestros ojos. Este es otro de los núcleos donde ha bebido mi poética: La ausente y la anhelada soberanía sobre nuestra tierra.
En esa curva del tiempo y la historia escribí con tristezas y rabias, pero ocurrió que las costillas telúricas de la patria fueron recuperadas.
Y también pude cantar al maravilloso día del siglo XX en que la multitud entró a tomar posesión del Canal, cuando toda la tierra de la patria fue una y nuestra y ellos se fueron de aquí para siempre.
Señor Presidente y amigos todos:
La poesía es también ciudadana y tiene cédula de identidad. Pero hay algo desconocido sobre el oficio. Tenemos horizontes luminosos y mucho sabemos del interior de nuestra sociedad. Pero a veces una humareda se cierne sobre nosotros.
Por ello permítanme expresar lo siguiente:
La nación panameña ha llegado hasta aquí, con esfuerzos enormes y exclusiones, no murió en el intento. Pero no todos llegamos de la misma manera ni del mismo tamaño. Somos uno de los países más desiguales del mundo. Esa brecha lacera y daña vidas. Unos mueren de gula y otros de hambre. No creo que ese sea un ideal de país para nadie. Ni para la conciencia de nadie.
Es con la educación con la que se hace una sociedad. Ese es el secreto más público de todos los secretos. ¿Cuál educación? Aquella que pueda revolucionar nuestras vidas. Aquella que sea herramienta transformadora. Aquella que sea semilla, plancton, que crea conocimiento e inteligencias. La que tiene como prioridad el desarrollo humano de Panamá.
Un sistema educativo con acceso es lo que dignifica a la persona. Una educación integral, solidaria, humanista, en el aula, en la ciudad, en la cordillera y en tierras remotas. Este es el camino. Por allí la inequidad puede ser extirpada y ser un país más humano.
En ese proceso, quiero subrayar el valor que tiene el libro -porque a través de él se educa; es el que transporta nuestra literatura; el libro impreso y el libro digital, el audiolibro y los libros infantiles con su poderosa magia- para el estudiante, los ciudadanos y para quienes los escribimos.
Se que no estamos en el kilómetro cero. La Ley General de Cultura contiene las herramientas para dar un salto cultural y ello incluye a la lectura desde la niñez. Tener un Plan Nacional para el Fomento del Libro y la Lectura, generará frutos asombrosos. Debe procurarse su expansión por todo el país.
Hacer literatura es un privilegio. Y también implica un deber con la sociedad donde ha nacido.
Es todo lo contrario al estigma de que los artistas y escritores se inventan mundos imaginarios. No puede ser que hoy en las aulas, los estudiantes desconozcan quiénes son sus escritores. Si no somos leídos es igual a que no existiéramos. Mientras no lleguemos al aula no existiremos.
El libro leído es la constancia de la función útil de la literatura. Ser un país casi sin editoriales no es nada agradable. Dejar atrás los libros de los autores que ya no están y no se vuelven a publicar nunca, es muy incómodo.
La edición contemporánea de libros de autor tiene recursos técnicos para que Panamá tenga una bibliografía abundante, ya sea en papel, en digital, bajo demanda, en alta calidad y belleza.
La cultura, las artes y la literatura, son esencias de esta nación y ellas tienen que construir orgullo, estima y respeto en nuestro pueblo. Nacen en ese pueblo y funcionan como la sangre en el corazón.
Yo les pido mirarnos en la historia de esta tierra llamada Panamá con gallardía.
Escribamos las páginas que testifiquen que somos la nación que ha sabido vencer adversidades, altiva y con una historia de dignidad que los panameños del futuro agradecerán.
Vendrá un tiempo para arribar a los puertos que hemos anhelado, a la casa merecida, a los mares sin heridas, a una sociedad más fraterna y sin fratricidas. Para ello hay que remar con fuerza.
Vendrán los tiempos de las emancipaciones y las anfictionías. Como una capital del universo.
Por derecho propio, ístmico, telúrico y porque estamos aquí, en este lugar que es techo y morada permanente, y no la fugacidad efímera.
Panamá es una decantación histórica, llamada a tomar su papel en este epicentro, en este eje terráqueo.
Llegarán otros hijos y vendrán las madres de otras madres. En los ojos de las aves marinas vendrá el tiempo de lo justo.
Pude hacer la poesía. Pude tocar la intensidad humana. Insistí e insisto en la palabra, cumpliendo sus leyes infinitas, con amor al país y a los que conmigo viven.
Gracias. Muchísimas gracias por este día. Por todo el afecto que recibo y por cada palabra pronunciada aquí, que es aliento vital.
Panamá. Ésta fue, es y será por siempre nuestra patria sagrada.
MUCHAS GRACIAS.