“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 17/10/2024 00:00
¡Para salvar a la Caja todos debemos sacrificarnos!
Esa declaración, que demanda que todos, sin excepciones de ninguna clase, aportemos para salvar la Caja, y más específicamente, para resolver la crisis financiera del sistema de pensiones, en principio, parece razonable, pero solo como declaración.
Cuando la hemos escuchado de los voceros gubernamentales y ha sido replicada por los representantes de la empresa privada, Conep, la Cámara de Comercio o los ejecutivos de empresas, ha venido precedida por la escalofriante advertencia de la inminente quiebra del sistema de pensiones. Además, siempre ha sido complementada con otras en las que las nuevas autoridades siguen denunciando los problemas existentes en la institución, entre los que destacan: a) las deficiencias en la atención pronta y cortés de los asegurados, producto de negligencia o del incumplimiento de sus deberes por muchos funcionarios b) la pérdida por caducidad de más de 2 millones de balboas en medicamentos, c) la crónica falta de medicinas, d) las interminables esperas y dificultades para conseguir las citas, e) las igualmente crónicas moras quirúrgicas, f) la retención y apropiación por empresas y patronos de la cuotas descontadas a los trabajadores, g) la evasión por muchos patronos de la cuota que a ellos les corresponde pagar, h) la ineficacia y la complicidad en la gestión de cobro de la cuotas que han permitido que muchas deudas prescriban, i) el deterioro, por falta de mantenimiento, de un sinnúmero de las instalaciones, etc.
Salvar a la Caja de Seguro Social básicamente significa dos cosas: 1) Que todos los servicios a que tienen derecho los asegurados se les presten oportuna y eficientemente y, 2) Asegurar la solidez financiera del sistema de pensiones, para garantizar que todos los jubilados y pensionados las sigan cobrando íntegras y puntualmente. En todos los temas arriba mencionados, sus causas y los responsables son perfectamente identificables. Y un hecho es rotundamente cierto: de ninguno de ellos puede culparse a los asegurados ni a los pensionados.
Para ponerlo en términos más claros, cabría preguntar: ¿son los asegurados los culpables de la atención deficiente que se ha vuelto crónica en el Seguro Social; de la pérdida por caducidad de medicamentos por un valor superior a los 2 millones; de la sempiterna falta de medicamentos; de las moras quirúrgicas; de que empresas y patronos inescrupulosos se hayan apropiado dolosamente de las cuotas descontadas a sus trabajadores y de que hayan dejado de pagar las suyas; de la ineficiencia y de la ineficacia, con matices de complicidad, en la gestión de cobros, con el resultado de que muchas deudas, por cuotas no pagadas, hayan prescrito; o del deterioro progresivo de muchas de las instalaciones por falta de los adecuados mantenimientos? La respuesta, por obvia, ni siquiera es necesaria.
Y se podría agregar: 1) ¿Son culpables los asegurados de que la historia de la Caja de Seguro Social sea una acumulación de direcciones incompetentes y muchas de ellas señaladas de corrupción, cuando han sido los gobernantes los que los nombraron o mantuvieron en los cargos? 2) ¿Son culpables los asegurados del fracasado “programa colectivo de viviendas”, que causó pérdidas millonarias a la institución? 3) ¿Son culpables los asegurados de que las reservas de la institución sigan depositadas a tasas de interés irrisorias? 4) ¿Son culpables los asegurados de que en el pasado se pagaran jubilaciones especiales desproporcionadas, cargándolas al Fondo de Pensiones? 5) ¿Son culpables los asegurados de que las reservas no se inviertan en activos seguros y más rentables? 6) ¿Son culpables los asegurados de que en la institución exista y se haya perpetuado una estructura burocrática excesiva, ineficiente y anquilosada? o 7) ¿Son culpables los asegurados de que, en una decisión política equivocada, pero patrocinada por intereses sectarios, se suspendieran y disminuyeran los programas de préstamos hipotecarios, para que ese negocio pasara a la banca privada? Igualmente, por obvia, huelga la respuesta.
Ante el inminente colapso de la seguridad social solo hay una opción: para salvarla habrá que hacer los sacrificios que sean necesarios. Pero si sus causas y los responsables de ese desbarajuste son identificados e identificables, ¿es justo que ahora a todos se nos pida sacrificarnos por igual?