Decálogos y distinción del Vaticano

Actualizado
  • 30/11/2024 00:22
Creado
  • 29/11/2024 18:42
El Dr. Carlos Bolívar Pedreschi ha recibido una carta del Vaticano que destaca dos escritos desarollados por él
Decálogo del abogado

El abogado debe ser ejemplo de rectitud y de integridad. ¡Nunca lo olvides!

El abogado vale lo que su palabra. ¡Hónrala y cúmplela!

El soborno no es un recurso procesal; es un delito y una vergüenza pública. No manches tu nombre ni tu oficio.

Nunca abuses de tu cliente. Cobra por lo que realmente ofreces. ¡Ni un centavo más!

El cliente no siempre tiene la razón. El derecho no es una tienda donde se vendan opiniones y, además, abogados.

Nunca asumas la representación de un cliente cuando no creas en su causa. El cliente estará mejor defendido por un abogado que realmente sí crea en ella.

El derecho de un reo a la asistencia de un abogado no impone a este la obligación de convertirse en un encubridor ni en un embustero.

La única defensa que un reo realmente culpable debe esperar de un abogado es la que descansa en su confesión y su arrepentimiento.

El abogado es un súbdito de la verdad. Los hechos en que funda su derecho no pueden ser alterados. La mentira y el engaño ensucian la toga del jurista.

Si no cuentas con el tiempo que reclama la atención de un caso, no lo tomes. No tienes ningún derecho a exponer los intereses de la persona que confió en tu capacidad e integridad. Tu nombre y el patrimonio del cliente son primero.

Carlos Bolívar Pedreschi

Quiénes no pueden administrar justicia
Decálogo
Quienes ignoran que es la justicia la que está por encima del proceso y nunca el proceso por encima de la justicia.

Quienes ignoran que la justicia tiene el valor y la importancia de un fin y el proceso la importancia y el valor de un simple medio.

Quienes ignoran el precepto constitucional que literalmente dice: “El objeto del proceso es el reconocimiento de los derechos consagrados en la ley sustantiva” y no a la inversa, esto es, “el objeto de la justicia es el reconocimiento de los derechos procesales”.

Quienes ignoran la importancia y el valor de la certeza del castigo.

Quienes ignoran que lo principal es siempre más importante que lo secundario y no adivinan en el litigio que dirimen dónde está lo principal y dónde lo secundario.

Quienes aceptan el cargo de magistrados o jueces y las obligaciones inherentes a los mismos y cuando confrontan un caso delicado se hacen reemplazar por sus suplentes, por razones que sólo ellos conocen, pero que toda la sociedad sospecha.

Quienes hacen del debido proceso una suerte de deidad, para usarlo como una cortina de humo y una excusa para omitir el cumplimiento de la obligación principal, que no es otra que la de decidir cada caso en el fondo y no precisamente en la forma.

Quienes realmente no entienden el oficio porque nunca tuvieron vocación ni disposición natural para el mismo.

Quienes no se respetan a sí mismos ni el nombre que legarán a sus descendientes.

Finalmente, los débiles, temerosos y sobornables, independientemente de que tengan vocación y gran cultura jurídica.

Carlos Bolívar Pedreschi

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