Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 04/08/2024 00:00
Las palabras vuelan
Esta frase es parte de la cita latina del discurso de Cayo Tito, al senado romano y deja de manifiesto el carácter efímero de las palabras, pues, estas como algunos dicen se las lleva el viento; frente a la permanencia de la palabra escrita.
En estos tiempos, cuando la prisa está apurada hacemos uso de la tecnología para acortar distancias, instando a que nuestros mensajes sean atendidos con celeridad y el viaje de nuestros pensamientos sea rápido y a veces sin, compromisos emocionales, ni involucramientos personales.
En el pasado si deseábamos contactar una amistad que estaba lejana escribíamos con linda letra y buena tinta cartas largas, que se depositaban en el correo y viajaban hasta su destino para luego esperar ansiosamente las respuestas.
Hoy las respuestas o la falta de estas no conllevan tanta espera. Si alguien nos envía un mensaje, solemos responder con una nota de voz, un pulgar arriba, un corazón rojo, un “gift”, una cita en video de algún sabio, para demostrar nuestro sentir. Desde la perspectiva de alguien que prefiere otro tipo de interacción se despersonaliza la emoción. Tanta prontitud y destreza técnica desplaza la esencia de la comunicación que se pretende lograr.
Usamos estas “ayudas” para demostrar aceptación, alegría, dolor, desagrado y compasión; perdiendo el contacto real que debe existir entre los seres humanos. Lo que me lleva a pensar dónde queda el valor de la palabra manuscrita.
Nuestra sociedad exige casi que naveguemos en la internet permanentemente o estemos conectados al mundo con un dispositivo inteligente de forma ilimitada. No sugiero un retroceso tecnológico, sino un equilibrio entre ambos y una evocación a los escritos a mano.
Entendemos, que ni el presente ni futuro de la comunicación y sus herramientas educativas pueden estar ajena a ninguna de ellas.
Muy poco recordamos el arte de la escritura a mano y el acercamiento que este provoca en las personas, entre quien lo escribe y quien lo recibe. Por lo que el 9 de agosto, día mundial de la caligrafía, enfatizo la beldad de las letras. Grandes mensajes, discursos, fueron manuscritos y hoy la era digital ha sesgado su particular uso.
Recuerdas las cartas que hacíamos en nuestra juventud, como se mandaban mensajitos los enamorados, grandes declaraciones personales y hasta estatales eran hechas a mano. Esos valiosos documentos han sido hasta custodiados en cofres, bóvedas y museos. El valor del puño y letra tenía un calibre pesado. De hecho, muchos documentos son preservados con suma cautela por el valor que se otorga a su autor.
Recuerdas las clases de español donde las largas planas del tedioso libro de caligrafía garantizaban que procuraras una letra por lo menos legible, así como la belleza de caligrafía Palmer destacada en colegios de señoritas donde predominada la belleza integral de las damas y la elegancia de su escritura.
Me pregunto por qué nos causa tanta admiración recibir una invitación a una boda con el destinatario manuscrito a mano alzada, observar un japonés haciendo uso de los “kanji” de la caligrafía o los tatuajes con frases. La respuesta es: porque dan un sello especial.
Con tanto avance hemos descuidado el valor de ciertas cosas que han sido apreciados en otros momentos.
Amable lector te invito a reflexionar: Nadie te recordará por lo que no expresaste y estoy segura que menos se nos recordará por los “like” y emoticones, que enviamos expresando empatía, simpatía o ecpatía.
No podemos rechazar la tecnología, pues quedaríamos rezagados, pero recordemos el valor de los momentos y acciones que no tienen precio.