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Al igual que las mejores novelas, cuentos, poemas y ensayos literarios vistos de forma individual, la existencia de buenas antologías y compilaciones literarias siempre ha tenido gran importancia, no sólo cultural sino, sobre todo, histórica, en la evolución de los países en los que leer y escribir han significado una positiva toma de conciencia y una positiva evolución vivencial para sus habitantes.
Aunque poco se habla de esto, lo cierto es que en las mejores antologías de textos literarios valiosos, es en donde suelen rescatarse muestrarios selectos de creatividad literaria que habrán de sobrevivir a los autores, siempre y cuando los antologadores hayan realizado bien su nada fácil labor de relectura, compilación y selección final de textos con la mayor objetividad posible.
Como es natural, algunas importantes antologías en diversas parte del mundo -no todas-, han sobrevivido a quienes se empeñaron en su momento en la ardua tarea de rescatar y divulgar, con exigentes ojos críticos, una selecta pluralidad de, a su juicio, los mejores textos del presente o, a veces, también del pasado de un país o de una región que merecían una mayor difusión.
En el Siglo XX, pienso en la que prepararon los escritores argentinos Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, titulada: “Antología de la literatura fantástica”, publicada por primera vez en 1940, por Editorial Sudamericana, en Buenos Aires. Se trata de una obra extraordinariamente vasta y diversa, tanto en cantidad de textos y autores incluidos, como en diversidad temática y de épocas, respaldada con importantes argumentos sustentados en el extenso prólogo de Adolfo Bioy Casares.
En la primera línea de dicho prólogo, el autor de la excelente novela fantástica “La invención de Morel” (1940), sin duda su obra más famosa, señala: “viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras”. Me permito añadir que, pasando el tiempo, difícilmente encontraremos después de aquélla una antología tan voluminosa, diversa y bien sustentada, modelo de modelos en su género. Por otra parte, sin duda la antología sobre el cuento centroamericano actual más importante es la del escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado (1942): “Puertos abierto: Antología del cuento centroamericano” (Fondo de Cultura Económica, 2011), que contiene ficciones de 48 autores vivos del área.
En lo personal, como escritor, docente y editor, entre 1981 y 2021 he tenido el gusto de confeccionar y publicar, generalmente por mi cuenta, más de dos docenas de antologías en torno a diversos aspectos del cuento como género literario, y de la poesía de nuestro país, pero también de México y Centroamérica. La primera fue: “Antología crítica de joven narrativa panameña” (en un lejano 1971, mientras residía en la ciudad de México), libro muy bien recibido en ese país de numerosos buenos escritores, en donde di a conocer por primera vez en forma colectiva a los nuevos cuentistas panameños del momento: Pedro Rivera, Moravia Ochoa López, Dimas Lidio Pitty, Griselda López, Benjamín Ramón, Bertalicia Peralta, Arysteides Turpana, Luis Carlos Jiménez, Roberto McKay, y yo mismo.
Después, también en México (en donde aprendí mi oficio de editor), habrían de seguir: “El cuento erótico en México” (en dos ediciones: 1975; 1978) y “Poesía panameña contemporánea:1929-1972” (1980), con una segunda edición ampliada en 1982; y “Poesía erótica mexicana” (en dos tomos), en 1982. Y también ese mismo año: “Poesía erótica de Panamá: 1921-1980” y “Homenaje a Rogelio Sinán: Poesía y cuento”. Es decir, seis antologías mientras duró mi estancia de aquella época en México.
Otras antologías a las que confiero particular importancia son: “Hasta el sol de mañana (50 cuentistas panameños nacidos a partir de 1949)” (1998); “Panamá cuenta -Cuentistas del Centenario (1951-2003)” (2003); “Pequeñas resistencias 2 (Antología del cuento centroamericano contemporáneo) (Páginas de espuma, Madrid, 2003). También fui orgullosamente responsable de tres antologías de aparición gradual, que fueron dando a conocer lo mejor de la producción cuentística femenina panameña: “Flor y nata (Mujeres cuentistas de Panamá)” (2004); “Puesta en escena. Compilación de mujeres cuentistas de Panamá: 2005-2018” (2018); y “Ofertorio: Secuencias y Consecuencias (Mujeres cuentistas de Panamá: Siglo XXI)” (2021). Y fue porque la aparición de talentosas mujeres en el panorama cuentístico nacional es numerosa y muy variada, y abarca cinco generaciones.
Dos más me parecen novedosas en el ámbito panameño: “Minificcionario: Compilación histórica selecta de minicuentos en Panamá (1967-2018)” (2019) y “Consumación de Eros (Antología del cuento erótico en Panamá)” (2021)... Y termino comentando que la versátil escritora y docente universitaria Ela Urriola, hace algún tiempo me sorprendió con un lúcido ensayo en que da fe, por primera vez en Panamá, de mi ardua labor como antólogo, empezando por comentar la existencia de aquella primera antología aquí señalada, aludiendo positivamente a su publicación en aquel México de 1971. Trabajo recogido en la más reciente compilación crítica sobre mi obra, preparada con esmero por el estudioso santeño Fredy Villarreal: “Trama y urdimbre: abordajes a la nueva narrativa de Enrique Jaramillo Levi”, obra que esperamos encuentre pronto un editor en Panamá; la UTP, por ejemplo, en donde laboré durante 25 años consecutivos.