Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
Esta historia comienza a finales del siglo quince, cuando un intrépido navegante se lanzó en una expedición mar afuera, sustentado en la creencia de que la tierra era redonda. Si seguía en una misma dirección, daría la vuelta y llegaría nuevamente al lugar donde zarpó.
En aquellos tiempos había muchos mitos y supersticiones. Se decía que quien se atreviera alejarse de las costas, un ave gigante lo atraparía. También que había un gran precipicio. Colón y su tripulación vencieron el miedo. Buscaban encontrar una nueva ruta para llegar a las Indias orientales. Encontraron un nuevo continente. Ya establecidos, sugirieron al Rey Carlos V, construir un Canal por Panamá, a fin de que en poco tiempo, ir del océano Atlántico al océano Pacífico. El sabio monarca dijo ¡no¡, todos se van a querer adueñar de él.
Pasaron más de tres siglos, cuando el ingeniero francés Fernando de Lesseps, quien había construido el Canal de Suez, después de muchas vicisitudes inicio la construcción de un Canal por Panamá. Sin embargo, los bosques de esta zona eran muy espesos. Encontró plagas, desolación y muerte. Desistieron del proyecto. Se habían enterado que los Estados Unidos de Norteamérica pretendía hacer un Canal que uniera los dos océanos. Ellos querían construirlo por Nicaragua. Comisionaron al audaz abogado Felipe Bunau Varilla, para vender las inversiones que habían realizado. Se había estudiado la posibilidad de construirlo por Nicaragua. Felipe Bunau Varilla envió una carta a cada miembro del Senado con una estampilla de los volcanes. Para mejor suerte acababa de ocurrir un terremoto. Desistieron de hacerlo por Nicaragua. Intentaron negociar con el Senado colombiano y encontraron oposición. Manuel Amador Guerrero, miembro de la Junta Revolucionaria que luchaba por la separación de Panamá de Colombia, estaba en esos momentos en Washington. ¡Que hizo Bunau Varilla para lograr redactar y firmar un tratado para hacer un Canal por Panamá. El tratado Hay- Bunau Varilla concedió los derechos sobre la franja canalera a perpetuidad, además de cobrar Panamá tan solo doscientos cincuenta mil dólares de anualidad.
Los presidentes Harmodio Arias, 1936, y José Remón Cantera, 1954, lograron buenas cosas.
Inmortal la frase del coronel José Remón Cantera: “Ni millones, ni limosnas, queremos justicia”.
Laboraba este servidor en la escuela de Cambutal, cuando se hizo la invitación a todos los panameños, en todo el país para asistir a la gran concentración en la Plaza 5 de Mayo el 11 de octubre de 1973. Una elevada tarima preconizaba un gran evento. Salimos del Valle de Tonosí, en la tardecita. Pasamos toda la noche en el camino, entre risas, chistes y tragos. Las jocosidades del maestro Robustiano Vergara hacían reír hasta un “cuerpo sin alma”. Amaneciendo llegamos a la ciudad de Panamá. Nos alojaron en la Escuela República de Venezuela. Inolvidables recuerdos. Una maestra gritó entre risas: “Estos macarrones están más pálidos que mito Pao”.
Ya en la Plaza 5 de Mayo, Torrijos, que estaba impecablemente vestido de blanco, comenzó afamando el Nuevo Código de Trabajo. Dijo: “Es preferible seis días bien paga’os que siete mal paga’os”.
Lo más impresionante fue cuando abordó la causa canalera. “Los seis mil hombres armados de la Guardia Nacional están a disposición de la patria. Si tenemos que ir a la batalla, yo iré al frente. No quiero ser héroe con sangre ajena”, dijo.
Antes, en 1968, estaba en sexto año de bachillerato en letras, en el Manuel María Tejada Roca de Las Tablas. Se estaba discutiendo en el país, un proyecto de un nuevo tratado del Canal que llamaban “Tres en uno”. Según Jorge Enrique Berbey, profesor de Gobierno, no era tan ventajoso.
En el país se sentía un entusiamo por la causa canalera. El respaldo popular crecía cada día más.
Realizar el “Consejo de Seguridad de la Naciones” en Panamá fue determinante. Por motivo de dicho evento, volvió a Panamá, después de haberse ido en un barco a “rodar mundo”, Sócrates Jaén Castillo, doctor en Leyes, con especialidad en tratados. Hijo de mi tía Cástula Castillo.
Con esa confianza que da el ser familia, le comenté: “Aquí en Panamá dicen que Torrijos es un cholo”. Su comentario fue seco y cortante: “Aténganse que es un cholo y se lo van a mamar 20 años más. Yo me reuní con ese tipo durante quince minutos y en todo momento él dominó la conversación”. Supongo yo que ese encuentro fue en Alemania.
La familia es tan ingrata que cuando derribaron “el muro de Berlín”, dicen que el único que lloró fue Sócrates, pues se le acabó el negocio de pasar personas de contrabando de Alemania Oriental a la democrática.
Como agregado de la embajada de Alemania, poseía inmunidad diplomática.
Recuerdo que en las clases en la Facultad de Derecho, el profesor César Quintero estaba muy preocupado. Había muy pocos votos para la ratificación de los Tratados Torrijos Carter. En esas clases, el doctor Quintero también contó una amarga experiencia. Dice que para los sucesos sangrientos del 9 de enero de 1964, él estaba como embajador en las Naciones Unidas. Rodolfo Chiari, presidente de Panamá, quizás producto de la presión popular, según mi entrañable amigo y maestro en política, profesor Alberto Quirós Guardia, rompió relaciones con EE.UU. Dice que el embajador de Rusia llegó alarmado a sus oficinas. !Oiga, Panamá rompió relaciones con EE.UU., le dijo sorprendido. Dice que el pueblo panameño a esa decisión ¡no le dio la menor importancia!
El último bombazo que recibió Panamá por razón de los tratados fue la Enmienda De Concini. Después de ratificados los tratados, el senador Concini introdujo unas enmiendas. Dicen más o menos que: “Ante la posibilidad del Canal sentirse amenazado, Estados Unidos puede intervenir Panamá”.
Los negociadores de los tratados le preguntaron a Torrijos qué hacer. Respondió el jefe de la diplomacia panameña. “Esto puede ser una cáscara de guineo para ver si resbalamos, caemos en la provocación para entonces abolir lo acordado. Es preferible no hacer nada”.
El tres de agosto de 1981 era el sepelio del fallecimiento del general Torrijos. En una hoja de papel garrapateé, lo que consideré logros del estadista que titulé: “El mejor elogio que se le puede hacer”. El director del periódico “La República” muy disgustado me dijo que no me podía atender. Que estaban muy ocupados con lo del Sepelio. Yo callado, no me movía del asiento. Sabía que en mis manos tenía algo de valía. Entonces, me pidió el escrito. Esa misma tarde lo publicaron. Constituye uno de mis mayores orgullos literarios. A más de 40 años de su muerte, sigo convencido de que fue un político excepcional.