Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
Es claro, y así lo señalan innumerables estudios de opinión pública. Para los ciudadanos las instituciones han fracasado en su obligación de proveer seguridad y justicia, y esto los lleva a pensar que se vayan todos, y entonces buscan soluciones extremas.
Estas soluciones extremas rompen el simplismo de derechas e izquierdas y nos llevan a la teoría de la herradura del escritor francés Jean-Pierre Faye, la cual asevera que la extrema derecha y la extrema izquierda en realidad se parecen la una a la otra en diversos aspectos, más de lo que sus radicales miembros llegan a admitir, y por lo tanto de forma muy similar a los extremos de una herradura, estos llegan a tocarse. Veamos cuatro casos recientes que no dejan lugar a dudas. Donald Trump, López Obrador, Nayib Bukele y Hugo Chávez. Todos llegaron al poder por vía de elecciones libres y democráticas, y con las supuestas diferencias ideológicas, pero inmediatamente comenzaron a debilitar las democracias y sus instituciones con el fin de acumular mayor poder.
El primer paso que dan es atacar a los medios de comunicación social, con la narrativa de que la prensa es “la mafia del poder”, “son unos mercenarios vendidos”, “son los lacayos del imperio”, o como ahora lo dice el presidente Trump, “son los enemigos del pueblo”. No hay diferencias. Para estos líderes la descripción de sus epítetos es la misma, pues para ellos, las críticas de los medios los consideran ataques personales, que buscan entorpecer su labor y engañar al pueblo.
La otra acción común de estos cuatro presidentes ha sido y es el ataque al Poder Judicial, pues cada vez que este poder toma una decisión que busca preservar el imperio de la ley, y se oponen a las acciones de los mandatarios por ilegales o inconstitucionales, estos gobernantes atacan con toda su furia al sistema judicial y a los jueces de forma personal. La división de poderes en la democracia, busca generar los contrapesos necesarios para que haya equilibrio y respetos entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sin que ninguno prevalezca sobre otro, con lo cual hay garantías de que la democracia es sólida. Los cuatro mandatarios han tomado acciones para controlar el sistema judicial cada vez que estos toman decisiones que no les convienen. Recuérdese el caso de Bukele irrumpiendo en la Asamblea Nacional con militares para presionar al Legislativo y luego sustituyó a la Corte Suprema de Justicia.
Chávez, por su parte, reformó la Constitución de su país, y por esa vía tomó control de ese poder; también se recuerda el caso de jueza Afiuni, a quien Chávez, en cadena nacional de TV mando a detener; AMLO, con la reforma judicial que impulsó buscaba también desarticular el Poder Judicial y crear uno a la medida.
El más reciente caso es el del presidente Trump, junto a su vicepresidente Vance, y al señor Musk, los tres con retóricas similares declarando públicamente que el Poder Judicial no puede interponerse en las decisiones del Ejecutivo. Es claro que todos ellos tenían objetivos claros, personalísimos que apuntaban a sus intereses y a la acumulación de poder, y para ello deben desmantelar el Estado, borrar los contrapesos y allanar el camino para un ejercicio del poder autocrático, donde su voluntad sea la que se cumpla.
Los Estados existen para organizar la sociedad, garantizar el orden, la justicia y la protección de los derechos de los ciudadanos, lo cual implica, como ya se mencionó, un equilibrio y contrapesos entre los poderes a fin de que prevalezca la democracia, las libertades y los derechos fundamentales.
Sin embargo, estos mandatarios, han actuado y actúan en función de desmembrar el Estado para poder ejercer el control total y las preguntas que surge son, ¿dónde está la indignación de los ciudadanos en esos países?, ¿dónde están los millones de personas que marchan en masa reclamando sus derechos?, ¿dónde están los verdaderos patriotas, los verdaderos demócratas? Pareciera que la gran mayoría de los ciudadanos está en silencio, voltean a verse el ombligo, solo piensan en sus propios intereses, sin darse cuenta que lo colectivos pertenece a todos, que los derechos los hacen libres, y que los Estados están para salvaguardar la vida, la integridad de todos.
Es innegable que muchos gobiernos han tenido pobres ejecuciones, que sus incapacidades para resolver problemas van en aumento, pero también es irrefutable que esos gobernantes son elegidos por los ciudadanos que les votaron y por los que se abstuvieron. Desmantelar el Estado no es la solución. Participar activamente, hacer contraloría social, involucrarse en la discusión de lo público, y defender los derechos fundamentales, tiene que ser el objetivo, si se quiere democracias fuertes y vivir en libertad.