La visita y controles aplicados por la Contraloría General de la República a las instalaciones de la Asamblea Nacional ha abierto una especie de caja de Pandora relacionada con la administración del personal y los excesos en cuanto a la política de recursos humanos. Los noticieros dieron cuenta de que la entrega de los salarios esta quincena produjo una afluencia de “funcionarios” que normalmente no concurren a ejercer tareas.

Lo curioso de tal experiencia fue los casos encontrados por las autoridades fiscales en cuanto a la relación de los que allí trabajan, determinada por las asimetrías entre quienes mayor poder económico tienen con quienes menos detentan. Al parecer, esto representa un tipo de patología en las políticas de la administración pública, que los entendidos consideran como un ejercicio de corrupción.

Pese a todos los esfuerzos que algunas instituciones, entre ellas, la Contraloría, han puesto en marcha para hacer más ético el desempeño de las responsabilidades en la esfera gubernamental, subsisten prácticas que son consideradas como criticables y que desdicen de los objetivos de las labores que se desempeñan en el ámbito público. De aquí surge una tipificación de comportamientos, ya tradicionales en ese campo. Veamos algunas.

Bañarse en regadera. Es una forma de actuación en que la persona se hace espléndida con el reparto de bienes, sobre todo dinero. Se recuerda a un presidente de la República que hace varias décadas, al entrar a los clubes nocturnos, repartía billetes de diferente denominación a las damas que se desenvolvían en el lugar y que hacían amena la visita de los clientes.

Fifty fifty. Práctica de favorecer el nombramiento de determinadas personas en una posición dentro de las instituciones a cambio de repartirse el salario del nuevo empleado mitad y mitad. Cuando el beneficiado acepta el acuerdo, debe devolver el 50% de su paga y proceder a entregar o poner lo correspondiente en una cuenta bancaria de su ‘padrino’.

Cash back. Aunque es un concepto utilizado en las relaciones comerciales, en que se devuelve parte del pago de un bien, acá, se promueve el nombramiento de una persona, que por lo general no es eficiente, quien debe devolver un porcentaje (por lo general del 40 % al 70 %) del salario a quien lo postuló o al partido. Un viceministro nombró a una persona en la institución y ella debía, quincenalmente, devolverle a él 40 % del dinero recibido.

Salve. Es un regalo que algún alto funcionario hace a diferentes personas que se desenvuelven a su alrededor, que pueden o no ser empleados. Por lo general, es a quienes merodean la entidad y cuando ven al oferente le suelen decir “¿Qué pasó, chief? Pase algo”. El aludido se mete la mano en el bolsillo, saca algunos billetes y los entrega. “Gracias tío, no se pierda”, recibe por contestación a la entrega de su donación.

Apoyo. En algunas entidades se beneficia a ciertos funcionarios que tienen un bajo salario y cada cierto tiempo se les ofrecen montos de dinero en forma de pago de viáticos o de gastos de subsistencia. Estos procesos son normales en las instituciones para apoyar a empleados que se desplazan a cumplir tareas, pero en esos paquetes se juntan otras unidades que no salen ni desempeñan ninguna función.

En algunos lugares se ven filas de beneficiados, sobre todo los viernes. Esos gastos deben ser recargados a las planillas respectivas y uno encuentra nombres de gente que se habitúa a aparecer en los documentos, pero que no viajan a ninguna parte. En algunos de esos casos, los aludidos deben devolver parte de los fondos entregados a ciertos individuos.

El gran reto de la Contraloría será analizar los diferentes casos que ahora se perciben en determinadas entidades y eliminar esos males que ponen en entredicho la eficiencia y compromiso de la mayoría del personal que labora en el sector gubernamental y que debe mirar de soslayo estos males que una minoría cumple con desfachatez.

*El autor es periodista
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