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- 10/03/2024 00:00
- 09/03/2024 16:31
Agazapado en medio de la espesura del bosque, un par de ojos grandes, semejante al color café claro, los nervios oculares observando en todas las direcciones, mirada aguda y penetrante, fino y desarrollado olfato, unos músculos arquitectónicamente bien diseñados y desarrollados por la naturaleza, cuerpo robusto y fuerte, piel de pálido amarillo a rojizo, manchas negras, unas garras retractiles, filosas y mortales.
Las fibras contráctiles de su estructura ósea están en máxima tensión. Las extremidades traseras y delanteras, semejando amortiguadores y a la vez impulsores, se articulan en potenciales resortes y pértigas, de manera silenciosa y sigilosa, las patas tales tensores o cojines esponjosos acolchonados, pisando la hojarasca, evitando cualquier ruido, esperando el instante oportuno y zas, allí volando cual ráfaga de viento, de manera ágil, y directa, lanzándose, de un zarpazo, clava los garfios y aprisionando su presa en un salto mortífero de manera contundente.
Es el Yaguará que, en lengua indígena tupi guaraní, significa el título del articulo arriba señalado. O sea, nos referimos al Jaguar, (Panthera onca) es uno de los felinos o “gatos” en lenguaje popular, el más grande y poderoso de la selva tropical americana, que es un elemento en la cadena trófica que cumple con el balance ecológico del entorno natural.
Según los antepasados, en la cultura maya prehispánica, se vinculaba al jaguar con distintos aspectos, ya sea el poder, la muerte, rituales chamánicos, el firmamento nocturno, fuerzas sobrenaturales, poderes del inframundo y temas como la fertilidad y la producción en la tierra.
El jaguar está presente en Panamá en toda la pendiente, ladera o vertiente que comprende el sector atlántico desde Bocas del Toro hasta Darién y en la Cordillera Central, al igual que en la Cuenca del Canal de Panamá y en la región de la península de Azuero.
Dichos animales requieren de amplias extensiones de territorio, pues es necesario su interconexión de grandes áreas terrestres para su movilización y supervivencia. Recientemente y de un par de años hacia atrás, han ocurrido una serie de acontecimientos que atentan contra su existencia y la capacidad de sobrevivencia. Se ha perdido extensas regiones de coberturas boscosas y su hábitat esta terriblemente amenazado. Lo anterior obedece a la deforestación indiscriminada, nuevas tierras para cultivos agrícolas, extracción de madera, avance de la frontera ganadera, fragmentación de la jungla tropical. Se ha producido una ruptura del bosque y existen numerosos parches a lo largo y ancho de esa franja selvática.
Nuestro país como parte fundamental del corredor migratorio de las Américas para el jaguar, y el interés nacional e internacional es aspirar a la máxima conservación de una especie en peligro de extinción, y para ello participa del Proyecto “Conservación de felinos silvestres de presas a través de alianzas publicas privadas y la gestión de conflictos entre humanos y jaguares en Panamá”.
Dicho esfuerzo e iniciativa concita la participación de varios actores internos y externos liderizados por el Ministerio de Ambiente, la Fundación Yaguará Panamá y organismos internacionales como ONU Ambiente.
Ya se han iniciado ingentes labores de campo para asegurar su protección y defensa, porque todo lo anterior señalado—situación en la que atraviesa el animal, bosque y hombre—implica una nueva relación ser humano, animal, naturaleza--, pues ante el dilema socioeconómico y biológico pues el jaguar esta “acorralado” en los parches de los bosques, generando un conflicto con las personas y que casi siempre finaliza con la vida del felino, pues se acercan a las fincas y matan al ganado.
Un tema importante es la participación de las mujeres (género) en los proyectos de las fincas ganaderas y la vida silvestre, estructura de gobernanza y organización. Son mujeres empoderadas y activas, sensibilizadas en la conservación del jaguar.
Se ha realizado un inventario y monitoreo de los animales en todo el país, adecuando las fincas ganaderas con planes de manejo sostenible y medidas anti-depredación, división de potreros con cercas eléctricas, luces y alarmas sonoras, áreas seguras para nacimiento y crianza de terneros, gestiones sanitarias, pastos mejorados y reforestación.
Larga vida al Yaguará, y a toda la vida animal y humana, en el planeta Tierra. Un reconocimiento a muchos seres anónimos, a Ricardo Moreno y la Fundación por sus aportes a la creación.
El Autor es Ingeniero Agrónomo.