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El señor de los jaguares
- 27/05/2022 00:00
- 27/05/2022 00:00
“¿Usted es el señor de los tigres? Lo vi en la televisión. Venga, que quieren matar a uno”.
Mensajes como este no son extraños para Ricardo Moreno. “Algunas personas aún le dicen 'tigre' al jaguar, es un error que data de la época colonial”, dice el biólogo panameño, que ha dedicado 24 años al estudio del felino más grande de América.
“¿Por qué no se llevan a los jaguares?”, le cuestionan algunos pobladores de comunidades aledañas a los bosques. Otros lanzan amenazas: “Si el jaguar se mete en mi finca, lo mato”. Aunque la frustración le invade en estos casos, también le da fuerzas para seguir con su propósito de salvar a los felinos.
Desde 1989 hasta la fecha, 378 jaguares han dejado de rugir en Panamá. Se estima que un 95% de estos felinos fueron abatidos debido a conflictos con ganaderos.
La pérdida de su hábitat, la depredación por el ser humano de sus presas y el conflicto con los humanos, sobre todo en las fincas, son las principales amenazas que enfrenta el jaguar. En esta competencia por recursos, ¿es posible coexistir con los jaguares? Moreno dice que sí, pero se necesita educación y un cambio cultural.
El investigador de la Fundación Yaguará Panamá, asociado al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y explorador de National Geographic, se ocupa en proyectos de conservación de los felinos silvestres, sus presas y hábitat natural a través de la ciencia, la educación y el trabajo con las comunidades locales. Ni la pandemia de covid-19 detuvo el monitoreo biológico del jaguar en el Parque Nacional Darién (PND) en el que ha trabajado desde 1998.
La Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) le otorgó fondos para el proyecto “Monitoreo científico del jaguar en Darién, una herramienta para conservar, educar y sensibilizar en Panamá”.
También contó con apoyo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, del Instituto Médico Howard Hughes y la colaboración del Ministerio de Ambiente (MiAmbiente) y del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida).
“Hacer investigación debe tener un fin para las personas, quienes tienen la última palabra sobre la conservación de la biodiversidad. La ciencia aplicada ayuda a minimizar el conflicto con los ganaderos”, expresa Moreno.
Por años, ha estudiado al jaguar en parques nacionales, zonas de amortiguamiento y áreas donde concurren potreros y bosques, usando cámaras trampa y collares GPS. Con el tiempo se dio cuenta de que necesitaba un enfoque más amplio para reducir las amenazas a la fauna silvestre.
Junto con otros colegas, fundó en 2015 la Fundación Yaguará Panamá. Dos años después firmó un convenio con MiAmbiente para minimizar el conflicto humano-jaguar. Hoy trabaja con un equipo multidisciplinario para promover adecuaciones en las fincas y evitar la depredación por carnívoros.
Con fondos del Programa de Pequeñas Donaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Yaguará asesoró a siete organizaciones comunitarias en diferentes partes del país en educación ambiental, turismo ecológico y en adecuar las fincas para coexistir en armonía con los felinos.
“La conservación del jaguar no es solo un tema de los biólogos, involucra a los veterinarios, agrónomos, productores, las comunidades, empresa privada, ministerios, fiscalías, y otras instituciones. Tratamos de buscar alternativas reales para lo que se vive en Panamá, y que se puedan potenciar a la región”.
En el PND, un área rica en biodiversidad que conecta con Colombia, alrededor de un centenar de cámaras trampa documentan la presencia del jaguar y otras especies. “Casi todos los años fotografiamos al perro de monte, que es súper raro. Por primera vez fotografiamos un coyote”, dice Moreno.
En la serranía de Pirre, en el PND, se ha realizado el monitoreo biológico más extenso con cámaras trampas para jaguares en Panamá, desde 2014. “Pirre es un logro nacional”, añade con entusiasmo.
Las giras duran entre 10 y 15 días. Las cámaras trampa son costosas y delicadas, se deterioran con la humedad y algunas son hurtadas.
“Cuando vamos a instalarlas, nos quedamos en la estación de Rancho Frío de MiAmbiente. También acampamos en otras partes para que el estudio sea representativo. Hay que abarcar al menos 100km2-110km2 y la geografía no es plana, así que es físicamente demandante”, indica Moreno.
Diez personas de la comunidad de Pijibasal, en la zona de amortiguamiento del PND, los ayudan a levantar los campamentos, y algunos, como guías.
“Ver una manada de 80-150 puercos de monte mientras buscas huellas de puma y jaguar, es de las cosas más cool que me ha pasado. Escuchar ese zumbido, a 200m o 300m de distancia y los gritos de las crías, es impresionante”.
Anualmente son fotografiados de cuatro a seis jaguares en el PND. Pero hay algo que le intriga al científico.
“La densidad de jaguares desde 2014 hasta ahora se mantiene entre 1.3 a 3.4 individuos por 100 km2, pero cuando tomas en cuenta los diferentes individuos que han aparecido cada año, hay una diferencia. Desaparecen los jaguares vistos y llegan otros. Una pregunta de investigación es: ¿por qué hay un recambio tan rápido de individuos en esa zona de Pirre, si los jaguares pueden vivir de 15 a 18 años en estado silvestre?”.
En la cuenca media del río Chucunaque se ven más jaguares hembras que machos. Tres hembras llevan collares con GPS.
Ricardo Moreno muestra en su móvil los datos satelitales de los recorridos de dos hembras en las últimas semanas. Ambas tienen tres meses con el collar transmisor. Una camina con su cachorro. Otra, a la que llama “Corazones” por las dos manchas que exhibe con esa forma, se adentra más en el bosque, pero también usa las fincas.
“Este es un proyecto piloto, queremos saber si estas hembras están emparentadas. Esperamos llegar a 11 o hasta 14 fincas, tener 4 o 5 jaguares con collares para ver su dinámica en la zona”.
Las adecuaciones que propone Yaguará para las fincas incluyen la optimización del potrero, pasto mejorado, corrales nocturnos para vacas y terneros, y cercas eléctricas con paneles solares. Se reestructuran con la participación del dueño. Un ingeniero agrónomo prepara el plan de manejo y Moreno añade el componente de biodiversidad. Si hay bosque al lado de los potreros, colocan cámaras trampa para medir la riqueza y abundancia de biodiversidad en el bosque y cuántos jaguares (o pumas) caminan por el perímetro.
La primera finca en aplicar estas medidas está en Agua Buena de Chucunaque. En 2019 le colocaron un collar GPS a “Chucunaque”, hembra que tenía dos cachorros.
“Buscamos un lugar que pudiéramos replicar en todo el país donde hay fincas y depredación. Hemos hecho nueve planes de manejo y se han implementado en cinco fincas para manejar el ganado de manera diferente, porque el ganado no se cuida solo”.
El investigador espera poder colocarles collares a más jaguares para combinar los datos con los de las cámaras. “Se necesitan monitoreos a largo plazo y generar información científica con la gente de las comunidades para que se vea un cambio”, concluye el “señor de los jaguares”.