Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 21/12/2014 01:00
- 21/12/2014 01:00
El ser humano es un ente de épocas. Se dice que no se debe esperar una fecha especial para decir lo que se siente, ni para dar un regalo, ni para hacer sentir únicas a nuestras madres, pero el ser humano es así. Esperamos verano o los fines de semana puente, para ir al interior y la Navidad para hacerle regalos a medio mundo, incluyendo gente que en el fondo ni sabemos qué día cumple años.
Estoy consciente que a todos no nos llena de la misma forma el compartir lo que tenemos, ni el hacer feliz a otra persona, aunque sea sólo con una sonrisa, un ‘buenos días’ oportuno, o hasta a veces ayudarle a esa vecina mayor cuando la veamos llegar con sus compras del supermercado. Sin embargo, esta columna es una exhortación a que lo practiquen.
El dar no es exclusivo para los que tienen más recursos, ni estoy hablando de regalos costosos ni de grandes sacrificios. Señoras y señores, si miran a su alrededor, se darán cuanta de cómo lo que nuestros ojos pasa por alto por la cotidianeidad, es un tesoro valioso para alguien más, que incluso podría darle una vida renovada dentro de su realidad.
¿Saben a qué me refiero? A esas cortinas que cambiaron y tiraron a la basura, a la cantidad de ropa y zapatos que deben tener en este momento en su armario y que ni siquiera recuerdan que existen, pero el apego material les hace no querer desprenderse de simples artículos, que en realidad no llenan su vida de nada relevante, ni importante, ni trascendente.
Si nos abocamos más a la fecha y lo que sabemos que nos viene ya en apenas 3 días, ¡Cuánto desperdicio de comida hay en el mes de diciembre! Piensen en toda la comida que preparan para Nochebuena… ¿cuánto tiempo les dura en la nevera?, ¿cuánta de esa comida en realidad disfrutan en familia en su totalidad?
Qué tal si este año hacemos un trato: no esperen hasta el 28 de diciembre, cuando necesitan el espacio porque viene otra vez la cena familiar de fin de año, y empiezan entonces a tirar las sobras de la cena de Nochebuena.
Esa comida, el 26, 27, 28 de diciembre, y siempre y cuando esté en buenas condiciones de salud y seguridad de los alimentos, regálenla a alguien más. Compren unos envases desechables y llévenle a esa señora que vive en su cuadra y saben que nadie la visita, a ese vecino o compañero joven que está lejos del calor (o el frío) de su ciudad, de su país, de su familia… Repartan la comida con ese malabarista que está en el extranjero bajo sol o lluvia, entreteniendo los tranques a cambio de una moneda, al niño que le llevó sus bolsas con más comida, desde la caja del supermercado hasta su auto, a los indigentes, a todo aquel que no tenga la prosperidad que tiene usted, ni el abrigo ni la comodidad de estar leyendo este periódico en su sillón favorito o en su laptop.
Junten en una pequeña bolsa algo de la ropa que no van a utilizar más, agreguen un poco de comida, luego una sonrisa sincera, deje reposar esto en las manos de una persona que les aseguro lo verá como el momento más especial de su año. Hagan la prueba, pero de corazón y háganse la misma pregunta con la que iniciamos la co lumna: ¿Con cuánto te quedas?
¡Feliz Navidad!