• 26/06/2022 00:00

Salvarse

Ojalá les entrase, además de salud, un poco de compasión en sus corazones y al regresar pusieran las bases para tener una salud pública, de calidad, de verdad, para todos, de verdad

Nuestro presidente está enfermo. Pobrecito. Dicho esto, procederé a plasmar en las restantes 582 palabras mi opinión al respecto: el señor presidente es un ser humano. Los seres humanos somos mortales y por ende estamos sujetos a las veleidades de la diosa Fortuna que, como todo el mundo sabe, es una perra sin corazón.

¿El señor presidente está enfermo? Y se va a ir a tratar a los Estados Unidos de América, tal y como hizo, (fíjense ustedes la ironía), hace unos meses el Ministro de Salud.

Espero que le vaya muy bien por aquellos lares y logre regresar a los brazos de sus deudos con el escudo y no sobre este. Y espero que le espere una larga vida llena de tiempo para poder reflexionar acerca de lo canalla que ha sido, él, el Ministro de Salud y todos los que hasta ahora han sido.

Sí, porque es una canallada escupir en la cara de todos los enfermos que no se pueden permitir el irse a otros lares a aprovechar las últimas tecnologías y los últimos descubrimientos, es una canallada irse sabiendo que por tu puesto y tu dinero tienes la posibilidad de disfrutar de una habitación privada, climatizada, con baño limpio, con un trato exquisito y comiendo como debe ser tres veces al día. Es una canallada irse sabiendo que la cita la has hecho sin tener que estar a pie firme desde horas intempestivas de la madrugada haciendo fila, sintiéndote como el mismísimo culo de Satanás y rogando a San Apapurcio que cuando llegues aún queden cupos. Ventajas todas ellas que no tienen aquellos de sus compatriotas que tampoco poseen los posibles económicos que tienen usted o su señor ministro.

Los hospitales de la Caja del Seguro Social son un moridero. Ojo, que salvo en esta frase a todos aquellos, (que los hay y a muchos los conozco), hombres y mujeres que trabajando con las uñas tratan de hacer lo mejor con lo que tienen, pero al igual que la enfermera de “El Niágara en bicicleta” de Juan Luis Guerra poco podía hacer si la insulina se la habían echado en el café, los de aquí poco pueden hacer si los desgraciados que deben velar por el bienestar de los enfermos se pasan su mandato por el arco del triunfo y dilapidan los recursos a manos llenas, como si no fueran suyos, como si las cuotas que todos pagamos no salieran de nuestro sudor, sino que creciera el dinero en los árboles.

Se irá el señor presidente a Gringolandia con la esperanza intacta y esperando el mejor trato mientras en el país cuyos destinos rige los que no tienen su dicha deben rogar por morirse de un solo tanganazo y evitar la agonía de recorrer las farmacias del Seguro Social buscando medicinas y que no haya, la desdicha de tener que llegar a medianoche a urgencias con tu bebé en brazos y que la señora que masca chicle en una ventanilla te diga que sin la ficha en papel no te atiende. Ustedes dos no tienen ni repajolera idea de lo que es eso.

No se equivoquen, a mí me parece estupendo y si Dios se lo dio que San Pedro se lo bendiga, pero ojalá, (law šá lláh, si Dios quiere), les entrase, además de salud, un poco de compasión en sus corazones y al regresar pusieran las bases para tener una salud pública, de calidad, de verdad, para todos, de verdad. Una salud pública en la que los políticos no tuvieran que irse del país a tratarse, dejando atrás a cientos de miles de enfermos muriéndose.

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