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- 05/11/2023 00:00
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Cuando pensamos en Japón usualmente imaginamos un país futurista con la última tecnología en todo, desde el transporte público hasta los inodoros que nos refrescan con agua o secan con aire. Es verdad, pero otro Japón, el costumbrista, nos invita a recorrer sus calles, disfrutar su cultura y por supuesto hospedarnos en un ryokan —hostal tradicional japonés—, que nos deleitarán con sus atenciones.
Una de las principales particularidades de los ryokan es que cuentan con baños de aguas termales, así que antes de saber cómo funcionan, hacemos un viaje al pasado y explicamos el porqué de esta singularidad.
Los sacerdotes sintoístas veían en las aguas termales una forma de purificación corporal y las usaban en ciertos rituales, asimismo, los monjes budistas con la práctica del arogyavijja —conocimiento sobre cómo mantener un estado de buena salud— fueron los primeros en ofrecer baños gratuitos a personas de escasos recursos. Ambas costumbres, arraigadas en el pueblo, dieron como resultado la conversión de construcciones de madera conocidas como machiya —Casa o tienda de ciudad, dependiendo del kanji con que se escriba— del período Heian (794-1185) en ryokan, gracias a su cercanía a las aguas termales. Durante un tiempo cualquier persona podía disfrutar de ellos, pero luego, durante más de cuatrocientos años su uso fue exclusivo de la nobleza. En el período Edo (1603-1867) el público los volvió a utilizar, por desgracia, la tradición de los baños mixtos fue erradicada ya que a los misioneros cristianos que llegaron al país dicha costumbre les pareció inmoral.
Escuchar “hostal tradicional” puede prestarse a confusiones y pensar en un lugar paupérrimo para personas de escasos recursos. En realidad, los ryokan son muy cuidados estéticamente y el personal que atiende al público tiene una formación sin igual. Los precios varían de decenas a miles de dólares la noche, pues la antigüedad es un tremendo atractivo para los visitantes.
Imagine usted, el segundo ryokan más antiguo —El Houshi, en la prefectura de Ishikawa— fue creado por el monje budista Garyo Houshi en el año 718, ¡casi mil doscientos años de historia! Hospedarse allí es hacer un viaje al Japón tradicional, muchos incluyen una cena kaiseki, como informamos en el artículo “La alta cocina japonesa”, pero eso no es todo lo que le espera. A la hora de dormir lo hará sobre tatami —esteras de paja— a la antigua usanza, (a menos que prefiera camas). Disfrutará además de las hermosas vistas de su enclave o incluso desde su propia habitación, los hospedajes más lujosos cuentan con un tokonoma —un pequeño espacio que se decora con rollos caligráficos o arreglos florales ikebana— o pueden incluir lecturas de poesía waka —poema o poesía japonesa— durante las comidas.
Unos cuentan con tinas de aguas termales privadas en la habitación y en el exterior que pueden reservarse en familia, pero lo normal son los comunales separados por sexo. Ahora, si usted desea experimentar el baño mixto, en la prefectura de Akita el Tsuro no yu, es el único en la actualidad que permite el baño para ambos sexos. Eso sí, recuerde que está en un baño público y dos de las reglas de etiqueta más importantes son ¡entrar con calma para no agitar el agua y no llevar absolutamente nada!
Si se le dificulta decidir en cuál de los más de cincuenta mil ryokan en que puede hospedarse lo mejor es preguntarse qué actividades desea realizar mientras no esté inmerso en las tibias aguas del lugar. Personalmente, el mejor es el Gora Kadan, en la prefectura de Kanagawa, las vistas del monte Fuji son impresionantes y cuenta la leyenda que estas inspiraron las creaciones de dos maestros: los ukiyo-e —xilografías— de Katsushika Hokusai y los haiku —poesía japonesa— de Matsuo Basho.
El Gion Hatanaka en la prefectura de Kyoto es excelente, la ciudad es espléndida para perderse en sus callejones y cuenta con numerosos atractivos turísticos, ¡ni hablar de su cocina! Ofrece una experiencia memorable en su cena: poder disfrutar la velada con una maiko —aprendiz de Geisha— como anfitriona; mientras se deleita con los productos del lugar ella interpretará una pieza musical en un koto —arpa japonesa—, puede practicar y aprender con ella la tradición de cómo servir el sake —bebida alcohólica a base de arroz— y si domina el idioma, una grácil conversación podría cerrar una cena estupenda.
Las mejores temporadas para ir son en primavera y otoño, pero reserve con antelación, ya que son muchas las personas que viajan con la misma intención de relajarse y pasar unos días agradables.
Por supuesto, para los fanáticos del anime —animación japonesa—, el Shima Onsen en la prefectura de Gunma, fue el que inspiró a Hayao Miyazaki para El viaje de Chihiro (“Sen to Chihiro no kamikakushi”, 2001) ganadora del Oscar para mejor animación en 2002.
Un muy buen recurso para no sentirse abrumado a la hora de decidir dónde quedarse es el libro Japanese Inns and Hot Springs (Posadas japonesas y aguas termales) de la editorial Tuttle. Si bien no contiene los cincuenta mil disponibles, los autores han hecho una muy buena selección a lo largo de las islas principales que conforman el archipiélago japonés.
En Panamá contamos con aguas termales en el Valle de Antón, Chiriquí y Veraguas, pero si usted puede darse la experiencia de un ryokan, no lo dude, le garantizamos que saldrá con una sensación de paz y tranquilidad que solo estos lugares pueden dar.
Quiero agradecer a César R. Sanjur por su cooperación en este artículo.
El autor es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vice-decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.